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Hugh Grant y Andie MacDowell, en 'Cuatro bodas y un funeral'.
Richard Rodney Bennett, elegancia aristocrática

Richard Rodney Bennett, elegancia aristocrática

Creó bandas sonoras para filmes tan distintos como 'Asesinato en el Orient Express' o 'Cuatro bodas y un funeral' con un rasgo común: su refinamiento

César Coca

Jueves, 22 de septiembre 2016, 17:03

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La filmografía de Richard Rodney Bennett (Broadstairs, condado de Kent, 1936; Nueva York, 2012) se compone de menos de medio centenar de títulos -a los que hay que añadir unos cuantos más para la televisión- pero están presentes casi todos los géneros y unos cuantos de los mejores directores de su tiempo. Podría decirse que el compositor británico buscó en su trabajo para la gran pantalla la misma variedad que en el resto de su creación musical. Porque en su catálogo hay también óperas, ballet, piezas corales, música sinfónica e instrumental y numerosos temas de jazz. En todas esas partituras hay un lenguaje común que se caracteriza por su aristocrática elegancia, por una tendencia a las melodías sin estridencias y a un lirismo un punto lánguido y decadente.

Seguramente no podría deducirse de su obra, pero Rodney Bennett fue alumno de Pierre Boulez a finales de los cincuenta, cuando el compositor francés estaba poniendo las bases de su obra exquisitamente vanguardista. Antes, el futuro autor de la banda sonora de 'Cuatro bodas y un funeral' había estado en Darmstadt, empapándose de serialismo. En realidad, todo ello no fueron más que etapas de una muy sólida formación académica que había comenzado en la Royal Academy of Music donde entre otros había sido alumno de Lennox Berkeley.

Desde los veinte años, todavía en la época en que estaba en plena formación, Rodney Bennett lo compaginó todo: la composición para el cine, la música 'clásica' y el jazz. En este último género destacó además como notable pianista, una actividad que mantuvo a lo largo de su vida y que lo llevó a asociarse con artistas como Claire Martin, Chris Connor o Carol Sloane.

En el cine, no destacó hasta la segunda parte de los años sesenta, cuando había escrito ya casi una veintena de bandas sonoras. Fue con el filme 'Lejos del mundanal ruido' (John Schlesinger, 1967), basado en la célebre novela de Thomas Hardy. Esa partitura le valió la primera de sus tres candidaturas al Oscar -no ganó ninguno- y le abrió las puertas a la colaboración con los mejores directores. La segunda le llegó con 'Nicolás y Alejandra' (Franklin J. Schaffner, 1971), que narra la historia del último zar de Rusia. Para esta película construyó una música que refuerza la fastuosidad de las fiestas en los salones de San Petersburgo y añade ese aroma inconfundible del folclore y los coros masculinos rusos. También en el filme de Schlesinger había recurrido a melodías y danzas populares.

Para 'Lady Caroline Lamb' (Robert Bolt, 1973) escribió un hermosísimo tema central que retrata a quien fue una de las amantes de Lord Byron y de quien se cuenta que enloqueció tras la muerte del poeta romántico. Rodney Bennett pinta a la mujer con una música lírica que por momentos se torna melancólica y en otros se agita, tal y como fue la relación -calificarla de turbulenta sería quedarse corto- con el escritor.

La tercera y última candidatura al Oscar fue por la banda sonora de 'Asesinato en el Oriente Express' (Sidney Lumet, 1974), basada en la novela de Agatha Christie, que transcurre en su mayor parte en un tren detenido en mitad de la nieve. El compositor británico escribió algo parecido a un concierto para piano y orquesta -de hecho, existe esa versión para sala de concierto-, que suena sobre todo en los planos en los que se ve el lujoso convoy bloqueado mientras Hercules Poirot trata de averiguar quién ha asesinado a un norteamericano de oscuro pasado que viajaba en una cabina próxima a la suya. La banda sonora incluye también pasajes muy mundanos, que sirven de fondo a conversaciones aparentemente banales de algunos personajes. El filme se encuadra en el género policial, pero es muy diferente -como la música- a 'Un cerebro de un billón de dólares' (1967), dirigida por un Ken Russell que aún no había caído en la tentación del exceso y para el que concibió una banda sonora tensa y con un punto de experimentación, muy en la línea del cine británico de esos años.

Otras tres bandas sonoras de su catálogo merecen una referencia: la dura historia de 'Equus' (Lumet, 1977) cuenta con melodías entonadas por una cuerda grave que suenan de fondo mientras el protagonista escucha voces en su interior. En 'Yanquis' (Schlesinger, 1979), vuelve a un intenso lirismo porque el filme lo requiere, con esos amores entre soldados americanos y mujeres inglesas en el escenario de la campiña. Acababa de instalarse a vivir en Nueva York, donde permanecería hasta su muerte.

'Cuatro bodas y un funeral' (Mike Newell, 1994) no fue el último de sus filmes, pero sí el más célebre de la parte final de su carrera. La película se planteó con una producción más bien modesta y la ambientación, tan 'british', se basa en canciones muy célebres que se completan con temas escritos por Rodney Bennett que encajan muy bien por su inequívoco parentesco con el pop británico de los ochenta y los noventa. E incluso anterior, porque por momentos resuenan ecos de algunos trabajos de The Moody Blues.

Cuando murió, el día de Nochebuena de 2012, llevaba varios años alejado de la composición para el cine. Hay quien duda incluso de que la pantalla, lo mismo la grande que la pequeña, fuera en algún momento lo que más le interesó. Sea o no así, dejó un rastro de elegancia en unas bandas sonoras que no tratan de brillar por encima de la narración.

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