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Bela Lugosi, en su ya mítico papel de 'Drácula'.
Los monstruos de la Universal

Los monstruos de la Universal

El mítico estudio de Hollywood estrenó en los años 30 una serie de películas que convirtieron en iconos del cine de terror a sus protagonistas

Boquerini .

Miércoles, 1 de junio 2016, 21:23

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Con la llegada del sonoro cada gran estudio de Hollywood buscó unas señas de identidad que marcase diferencias con los demás. Universal Pictures las encontró en el terror, con una serie de monstruos, humanos o no, en los años de la Gran Depresión. Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo, el Hombre Invisible o la Momia, supieron meter el miedo en el cuerpo de los acongojados espectadores de los años 30 que veían en la pantalla una forma de exorcizar sus propios temores. El éxito hizo que la Universal reinase en el cine de terror durante muchas décadas y solo en los años 60 los británicos de la Hammer le disputasen el cetro, con sus mismas armas: la galería de monstruos que la Universal había creado en los años 30.

Durante la época muda, las películas de la Universal (estudio dirigido con mano de hierro por Carl Laemmle), buscaban el prestigio. Películas de intriga, aventuras o melodramas, pulcras, muy cuidadas con buenos actores y grandes decorados, capaces de atrapar al público. 'Esposas frívolas' (1921), de Erich von Stroheim, que permaneció más de un año en el mismo cine de Nueva York, sería el máximo exponente de esta política. Pero junto a estas películas, hubo otras tres, también con decorados fastuosos, que encantaron a los espectadores: 'El jorobado de Notre-Dame' (Wallace Worsley, 1923), 'El fantasma de la ópera' (Rupert Julian, 1925) y 'La casa del horror' (Tod Browning, 1927, hoy considerada perdida). Las tres, que fueron un precedente del cine de terror de los inicios del sonoro, estaban protagonizadas por Lon Chaney, mítico actor, apodado 'el hombre de las mil caras', cuya prematura muerte en 1930 impidió convertirse en la estrella del terror de la Universal a la que parecía destinado. Las tres películas demostraron a Laemmle que había un enorme potencial para el terror, cuando la llegada del sonido posibilitó que el chirriar de una puerta, un aullido o unos chillidos de pánico sobresaltasen a los espectadores.

En 1927 una adaptación teatral de la novela 'Drácula', de Bran Stoker había sido un éxito enorme en Broadway, lo que inmediatamente hizo que la Universal se hiciera con los derechos del libro para llevarlo a la pantalla. Se encargó a Tod Browning, que había demostrado su eficacia en el género tras 'La casa del horror', la dirección del filme y se encargó a Lon Chaney que diese vida al famoso vampiro. Pero Chaney falleció antes de empezar el rodaje, por lo que la Universal buscó a toda prisa a un actor que le sustituyera. Lo encontró en Bela Lugosi, actor que había encarnado al famoso conde en la obra de teatro. 'Drácula' se estrenó en el cine Roxy de Nueva York el 14 de febrero de 1931 (atención a la fecha) y lanzada con el eslogan 'La historia de amor más extraña de todas'. Ninguna mención publicitaria al tema del vampirismo (que ya había tenido éxitos en Europa como el 'Nosferatu' de Murnau (1922)) y que podría generar confusiones con las 'vampiresas' o mujeres fatales que llevaban a la perdición a los hombres y que habían triunfado en la época silente. Pero tampoco se trataba de engañar al espectador. En los primeros minutos de la cinta, aparecía el actor Edward Van Sloan, que daba vida al profesor Van Helsing, que mirando a cámara y dirigiéndose al público afirmaba con voz grave que 'los vampiros existen realmente'. La frase produjo conmoción en los crédulos espectadores. Junto a Lugosi intervenían en el filme Helen Chandler, Dwight Frye y el citado Van Sloan. El público salió entusiasmado de aquella primera proyección, las críticas fueron unánimemente elogiosas y cada día se formaban enormes colas ante el Roxy. 'Drácula' fue el filme más taquillero de la Universal aquel año. Bela Lugosi vampirizaba literalmente, con su voz profunda y suave, matizada por un leve acento extranjero, a los espectadores. El actor comenzó a recibir millares de cartas, el 97 por ciento de ellas escritas por mujeres. Las bases del cine de terror están puestas.

Este 'Dracula' no se pudo ver en España hasta 1965 dentro del Festival de San Sebastián, y en este caso no por motivos censores. En aquellos primeros años 30, en que no existía el doblaje ni los subtítulos, los estudios rodaban diferentes versiones de las películas en diferentes idiomas. Con los mismos decorados, por las noches se volvían a rodas las escenas hechas durante el día, pero en distintos idiomas y con diferentes actores de cada uno de los países. La versión hablada en castellano, que es la que se vio en España hasta los años 60, estaba dirigida por George Melford y Carlos Villarías sustituía a Bela Lugosi, contando con intérpretes como Lupita Tovar o Pablo Álvarez Rubio.

El enorme éxito de 'Drácula' impulsó a la Universal a seguir por el camino del terror. Se buscó otro libro que adaptar, encontrándose en el clásico de la literatura gótica inglesa de Mary Shelley, 'Frankenstein'. Se llamó a James Whale, un cineasta de la casa que acababa de triunfar con 'El puente de Waterloo', quién, ante la negativa de Bela Lugosi a interpretar al monstruo, llamó a Boris Karloff, al que encontró en el comedor del estudio y que acababa de participar en un filme de gángsters. La película, que se estrenó en España como 'El doctor Frankenstein' (1931), advertía en su publicidad que no era recomendable para enfermos del corazón. En su reparto, además de Karloff, Colin Clive, Mae Clarke y John Boles. Junto a la típica dicotomía del bien frente al mal que domina la película, esta debía entenderse también como la historia paralela de una doble búsqueda, la de un científico que quiere crear la vida y la del monstruo que busca en los demás la belleza y la inocencia que no encuentra en sí mismo. El enorme éxito del filme hizo que Whale se plantease una secuela, 'La novia de Frankenstein' (1935), con Elsa Lanchester como la compañera del monstruo: después de la huida del monstruo creado por el doctor Frankenstein, el siniestro Dr. Praetorius propone al científico la creación de una compañera para el monstruo. La película permanece hoy como una de las mejores secuelas de la historia del cine, pese a que Whale nunca estuvo satisfecho del resultado.

Para mantener contento a Bela Lugosi, la Universal le ofrece protagonizar 'Doble crimen en la calle Morgue' (1931), que recurre a Edgar Allan Poe como inspiración literaria. Dirige Robert Florey (que había trabajado en los preparativos de 'Frankenstein'). Aquí Lugosi no era un vampiro sino un sabio loco que, con la ayuda de un gorila amaestrado, se dedica a raptar mujeres y experimentar con ellas para el perfeccionamiento de la especie humana. A esta película le sigue 'La momia' (1932), que, a diferencia de las anteriores, no tiene antecedentes literarios. Boris Karloff interpreta a la momia, con dirección de Karl Freund, que había sido director de fotografía en las películas de terror precedentes. La película poseía un extraordinario trabajo de caracterización de Boris Karloff, actor que, además de un gran intérprete, no le importaba aparecer irreconocible en la pantalla, lo que no ocurría con Bela Lugosi.

En 1932, entre los dos 'Frankenstein' el director James Whale firma primero 'El caserón de las sombras', con un reparto de primeras figuras donde estaban, además de Boris Karloff, Melvyn Douglas, Charles Laughton, Gloria Stuart o Raymond Massey. Aquí el terror estaba determinado por el ambiente sórdido de un viejo caserón en el que unos viajeros se refugian para pasar la noche siendo atendidos por un miisterioso criado cojo. Aquí la universal se abría a otras perspectivas del horror, pasando de vampiros, monstruos o momias al miedo a lo desconocido, descubriendo el terror psicológico.

De la novela de H.G.Wells surge en 1933 'El hombre invisible', de nuevo con James Whale en la dirección y Claude Rains, Gloria Stuart y William Harrigan en el reparto. Con unos increíbles efectos para la época: el protagonista va siempre con la cabeza vendada y cubierto de ropa. Cuando se despoja de vendas y ropajes, es invisible. En una escena solo se le intuye por el cigarrillo que fuma y que permanece en el aire, ingrávido, ante los ojos de los demás. Cuando camina por la nieve solo se ven sus huellas en ella. Claude Rains, que interpretaba al hombre invisible, solo muestra su rostro en la última escena, cuando muere y recobra su aspecto humano.

Por fin, en 1934 los nombres de Boris Karloff y Bela Lugosi comparten créditos, primero en 'Satanás', título español de 'The Black Cat', inspirado en el relato de Edgar Allan Poe, que dirigió Edgar G. Ulmer, y un año después en 'El cuervo', de Louis Friedlander, de nuevo con Edgar Allan Poe como fuerte literaria.

Y por fin, en 1935 hace su aparición el último mito del terror, el hombre lobo, cuya primera película, dirigida por Stuart Walker llevaba el título castellano de 'El lobo humano', que protagonizan Henry Hull, Warner Oland y Valerie Hobson. Fue primer licántropo, personaje destinado a proporcionar momentos memorables y terroríficos al cine, y que pronto pasaría a ser encarnado por Lon Chaney Jr. ya como 'El hombre lobo'.

En los años siguientes y dado el enorme éxito de estas películas, la Universal realizó numerosas secuelas: 'La hija de Drácula' (1936), -Bela Lugosi siguió haciendo películas de vampiros durante años, pero para la MGM, y acabó creyéndose su personaje-, 'La sombra de Frankenstein' (1939), 'El hombre lobo' (1941), o 'Frankenstein y el hombre lobo' (1943), llegando incluso a cruzar géneros como en la comedia 'Bud Abbott y Lou Costello contra los fantasmas', de 1948.

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