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El selfie primitivo de Susan Sarandon y Geena Davis.
'Thelma & Louise', dos mujeres y un destino

'Thelma & Louise', dos mujeres y un destino

El viaje de libertad de dos mujeres es un trayecto espiritual y moral, más femenino que feminista. Una road movie habitada por la luz cómplice de una huida hacia adelante

Guillermo Balbona

Jueves, 12 de mayo 2016, 17:23

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El rostro de ambas sonriendo a la cámara no oculta cierto deje de amargura. Son 'Thelma & Louise'. Y su retrato detenido, su fotograma congelado, es el selfie original y primitivo de una de las huidas hacia adelante más icónicas de la historia del cine.

Quizás sea la necesidad primaria del viaje, el ansia de libertad, el asombro del trayecto inesperado, el destino incierto, la velocidad y la complicidad, pero en 'Thelma & Louise' permanece intacta una simpatía empática. Dos mujeres y un destino. Dos cabalgan juntas. Dos en la carretera. Una de esas parejas de cine que trascienden los mapas y conforman su propia cartografía, su itinerario, su ceremonia y su ruta 66 particular.

'Thelma & Louise' cumple un cuarto de siglo. Pese a esa querencia publicitaria implícita en los fotogramas del cineasta británico Ridley Scott -cuántas de sus imágenes las hemos visto impregnando spots de perfumes, vehículos o moda..- la historia de dos mujeres que deciden dar una vuelta de tuerca a su limitado paisaje vital desprende ese encanto y magnetismo de cinefilia y emoción que poseen los documentos ajenos a la rutina y lo convencional.

Al mirar a través del espejo retrovisor de estos 25 años asoma el selfie primitivo de Susan Sarandon y Geena Davis, la rompedora aparición de Brad Pitt en pantalla, las metáforas y simbolismos de una road movie que es un western; que es un viaje físico, espiritual y moral; que es un fragmento desprendido, en femenino plural, de la tradición del 'on the road' de Kerouac; que es un golpe en el asfalto frente a las etiquetas y las frustraciones.

El cineasta de 'Blade Runner' describió con sencillez su síntesis de una ficción: "Thelma Dickinson es una ama de casa que lleva una vida aburrida junto a un marido-macho que la trata como a una niña. Louise Sawyer sirve como camarera a los demás, a la espera improbable de que su amante músico se decida a casarse con ella". Ambas emprenden un viaje de fin de semana que es fuga y también huida, del sistema, de los demás, de sí mismas.

Scott, que comenzó junto a su hermano Tony sobre las cenizas del free cinema, en realidad estaba haciendo su particular 'À bout de souffle', su recorrido comercial 'al final de la escapada'. Hay una Ítaca solapada en esta cinta de carretera, la transformación de unas vidas mediocres en un azaroso y constante cruce de caminos y encrucijada moral. La meta no importa. Lo que nos atrae de este duelo cómplice de actrices que, en ocasiones, muta en trío con el personaje de Harvey Keitel, es el movimiento interno de una opción libertaria, la elusión de las convenciones y su apelación constante a la aventura más pura: la de conquistar la libertad.

Caben en ese trayecto símbolos machistas, la metafórica e icónica representación dominante del falo, el simbolismo del coche como pájaro de trueno en busca de su vuelo definitivo y rotundo. El guión de Callie Khouri propició el debate sobre si Thelma y Louise podían convetirse en referente de un feminismo militante o eran vacuas y superficiales caricaturas de dos mujeres dibujadas en contraposición a arquetipos masculinos. También su encaje permitió con inteligencia contener un macguffin de un suceso que atraviesa la historia sin llegar nunca a desvelarse.

Otro factor es la extraña simplicidad con la que el cineasta de 'Alien' logra trazar un cuento de carretera con vigor, su nunca simulada vocación de cine espectáculo, su medida grandilocuencia, su magnífica dirección de intérpretes, su imponente lucimiento visual. Lo iniciático también tiene su cordón umbilical emocional. El espectador, identificado con la frescura de la pareja (complementaria, vertebrada en contraste, mediatizada cada una por su pasado amargo o por su frustrante futuro) afronta su propia travesía de motor y gasolina, de melancolía y descubrimiento de uno mismo.

Ahora que se critica con razón la escasez de papeles y personajes femeninos consistentes y atractivos, Scott y la guionista presentaron las credenciales de dos perfiles sólidos y plenos de matices. Frente al feminismo mal entendido de 'La teniente O'Neil', Scott presenta el doble retrato de una ruptura de mujer frente a los hombres chulos e insensibles, frente al machismo y la falocracia. Además el filme contiene esa fragancia generacional, ese guiño de cine de colegas, de complicidad femenina más que feminista, de icónico desfile pop cultural.

Poder de atracción imperecedero

Su propuesta directa es la que mantiene imperecedero su poder de atracción. En su superficie y en su trasfondo es la historia de una rebelión contra los hombres. Obtuvo buenas críticas a ambos lados del Atlántico, y en lo que se refiere a su taquilla, en Europa funcionó mucho mejor que en Estados Unidos. Oscar al mejor guión original, sus dos protagonistas, Geena Davis y Susan Sarandon, se quedaron sin la estatuilla porque Jodie Foster se enfrentó a un caníbal en 'El silencio de los corderos', pese a que en 'Thelma & Louise' los monstruos cotidianos eran más peligrosos que Hannibal.

La miscelánea de géneros contribuyó a trazar una tela de araña habilidosa con simbolismos del western, arquetipos bien silueteados de dos heroínas y una intensa historia de supervivencia. Frente a la cultura patriarcal, machista, estereotipada, Ridley Scott concede voz a dos mujeres que construyen su sino entre las planicies del sur de Estados Unidos, a través de miles de kilómetros de carretera y la profundidad de campo.

Hay trampas, y muchas, y manipulación moral y cierto maniqueísmo. Hay martirio y redención. Cada acto transgresor es consecuencia de un gesto de machismo, pero se superan los prejuicios por la compensación emocional que proporciona seguir el rastro de estas fugitivas de su pasado. El espejo de 'Bonnie & Clyde', el espíritu de 'Easy Rider', la claridad amarga más lejana de 'Malas tierras' de Malick, el filme de Scott agita la sensación de libertad y de viaje y concede el protagonismo, la entidad y la condición de personaje al coche, ese Thunderbird del 66 fotografiado tanto como las propias estrellas.

Menos acusada y presente su estética de videoclip visceral, o su caligrafía característica influida por la estética publicitaria, Scott se revela aquí más sereno aunque ello no evite el abuso identitario estilístico de filtros y humos. Porque frente a la parafernalia técnica, la luz la ponen Susan Sarandon y Geena Davis. Porque pese a lo tendencioso de muchas situaciones, el filme desprende un tono emocionante, una historia inteligente, una verdad elegante, sombra de una tendencia revolucionaria que luego no fue tal.

Anecdotario veloz

El mosaico de actores y actrices que pululan en torno al proyecto es interminable. Al cabo, mucho antes de que Ridley Scott se decantara por la historia Natalie Wood en los 80 ya estaba tentada de levantar el proyecto. William Baldwin y Cher rechazaron formar parte de 'Thelma & Louise'. Meryl Streep y Goldie Hawn estuvieron a punto de encarnarlas. Y un desconocido George Clooney afrontó hasta cinco audiciones para el papel que, finalmente, interpretó Brad Pitt.

Se utilizaron cinco coches Ford Thunderbird 1966 idénticos durante el rodaje en el que Ridley Scott le propuso a Geena Davis que enseñara el pecho en una de las escenas. Curiosamente Susan Sarandon se impuso y dijo que no iba a consentir que se rodara esa escena. Por contra para las escenas de sexo entre el autoestopista (Brad Pitt) y Thelma, Ridley Scott mantenía que tenían que contratar a una doble de cuerpo para Geena Davis. Cuando la actriz se enteró presionó para evitarlo. El cineasta llegó a rodar un final alternativo muy diferente pero lo descartó y optó por la solución radical hoy conocida.

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