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James McAvoy, en 'Victor Frankenstein'.
Frankenstein nunca muere

Frankenstein nunca muere

James McAvoy y Daniel Radcliffe protagonizan la nueva cinta sobre este icono incombustible del cine de terror

Borja Crespo

Jueves, 14 de abril 2016, 13:18

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'Frankenstein o el moderno Prometeo', la imperecedera novela clásica de Mary Shelley, ha sido llevada al cine en múltiples ocasiones y no tiene pinta de que la filmografía dedicada al popular monstruo, icono incombustible del cine de terror, vaya a tener final algún día. Una de las últimas miradas a este escalofriante mito, que refleja el deseo incontrolable del hombre de ser Dios y devolver la vida a un ser inerte, llega este fin de semana a la cartelera. 'Victor Frankenstein' es una adaptación libre protagonizada por James McAvoy y Daniel Radcliffe. Ambientada en 1860, en los inicios de la Revolución Industrial, esta versión, dirigida por Paul McGuigan ('El caso Slevin'), pretende profundizar en la relación entre Victor Frankenstein y su ayudante Igor, más humanizado de lo habitual gracias al rostro de Harry Potter. La historia está narrada desde el punto de vista del otrora monstruoso asistente del enaltecido científico, alejándose de retratos afamados, como el cómico e histriónico pergeñado por Marty Feldman en 'El jovencito Frankenstein', la descacharrante e inolvidable visión de Mel Brooks, y otras imágenes bastante más sórdidas.

La química entre los actores principales es el punto fuerte de 'Victor Frankenstein', donde el monstruo se llama, de manera acertada, haciendo honor a Shelley, Prometeo, por el personaje mitológico que intentó robar el fuego de los dioses, que es lo que, a su manera, está intentando hacer Victor: emular a Dios con el poder de dar la vida. El pasado año pudo verse la versión de Bernard Rose, máximo artífice de la cult-movie 'Candyman', en festivales especializados como el de Sitges o la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. Su 'Frankenstein' es un homenaje al celuloide de género de los años 80 que tanto encandiló a los aficionados, con algún momento inspirado y mucho gore, lo que es de agradecer, aunque destila cierto aire a tv movie.

Por contra, 'Yo, Frankenstein' visitó las salas hace apenas dos años con cierta torpeza, formando parte de una oleada de revisitaciones de clásicos de la literatura de terror con la estética de la saga 'Underworld', heredera de 'Matrix', como modelo a seguir. Stuart Beattie ('Mañana, cuando la guerra empiece') firmó un título notablemente fallido, basado en el cómic homónimo de Kevin Grevioux. Aaron Eckhart, el presidente de EE UU en la taquillera 'Objetivo: Londres', encarnaba a Adam Frankenstein, una criatura inmortal perseguida por unos demonios insaciables que quieren apoderarse del secreto de la resurrección de los muertos. Por supuesto, la guerra estalla y la humanidad peligra. El empeño en humanizar a los personajes de siempre y dar un baño de realismo al fantástico actual edulcora el género de manera preocupante, como confirman ejemplos como el que nos ocupa, o cómo convertir una novela esencial y escalofriante en cine de acción pomposo de última hornada, donde la infografía -con aspecto "a medio hacer" en algunos pasajes- manda sobre todas las cosas.

Cronenberg, Burton y Branagh

Algunos soñamos con que se cumpla algún día la idea de David Cronenberg de convertir en imagen real las atribuladas tribulaciones del vástago literario de Shelley, pero no parece que la suculenta iniciativa llegue a buen puerto. Tal y como le quedó su personal remake de 'La mosca', con puntos en común con el monstruo de la cabeza cuadrada, sin duda nos estamos perdiendo algo importante. Menos mal que Tim Burton no cesó en su empeño y consiguió acercarse al tema con 'Frankenweenie', primero en formato cortometraje, antes de convertirse en la mejor película del papá de 'Eduardo Manostijeras' en los últimos tiempos (no para de darnos disgustos). Con la deliciosa pieza corta en blanco y negro, estrenada en 1984, el despeinado cineasta dio sus primeros pasos en el mundo del séptimo arte. Quizás ante la sequía de ideas que le embriaga en la actualidad decidió desempolvar viejos hallazgos y aplicarles un barniz de modernidad. Con la todopoderosa Disney detrás, 'Frankenweenie', el largometraje, apuesta por la animación, explotando la personal estética, sentenciada en 'La novia cadáver', de uno de los cineastas adscritos al género fantástico más idolatrados por el gran público.

El título del filme es un claro guiño al mito de Frankenstein. En 'Frankenweenie' el chico protagonista, un inquieto infante aficionado a la ciencia de andar por casa, decide traer del más allá a su perrito Sparky. Su defunción no puede quedar así y el pequeño se las ingenia para recomponer el cuerpo del can, costura a costura. El regreso del animal de entre los muertos supone un torrente de situaciones inesperadas empapadas de humor, más amable que negro. Algunos nombres de los personajes principales de la película están inspirados en películas clásicas de terror, el género favorito de Burton: Victor, Elsa Van Helsing, Edgar 'E' Gore y Mr. Burgermeister El fúnebre cineasta respeta el blanco y negro de su propuesta original y alarga lo ya visto en pequeño formato, añadiéndole los rasgos de otro corto de su cosecha inicial: 'Vincent', obra magna absoluta.

El amor de Burton a los clásicos de la Universal es confeso. Los estudios lanzaron una de las primeras adaptaciones cinematográficas del monstruo. 'Frankenstein', obra del gran James Whale, contó en 1931 con Boris Karloff en el papel estelar de supremo engendro, pasando así a la historia del cine por la puerta grande, como su aplaudida secuela 'La novia de Frankenstein'. Hammer, la singular productora británica, también rindió pleitesía al mito con diversos títulos del maestro Terence Fisher ('La maldición de Frankenstein' y 'El cerebro de Frankenstein', entre ellos) y no puede escaparse de una lista apresurada 'Carne para Frankenstein', de Paul Morrissey, inquietante a rabiar.

Kenneth Branagh se atrevió a reinterpretarlo en los años 90 con Robert de Niro dándolo todo bajo toneladas de maquillaje, con un resultado discutible, mientras Frank Henenlotter, el culpable de delirios sanguinolentos de bajo presupuesto como la saga de culto 'Basket Case', convirtió al revivido en una prostituta remendada en la delirante 'Frankenhooker (aka Frankenputa)'. El estajanovista Jesús Franco lo puso a pelear contra el gran vampiro en 'Drácula contra Frankenstein' -Paul Naschy también lo metía en su terror de pipas cuando podía- y los más nostálgicos no se olvidan de su estampa grotesca en la ochentera 'Una pandilla alucinante', por no hablar del entrañable retrato del gigante de los tornillos en el cuello en 'La familia Munster', por siempre presente en nuestra memoria colectiva.

Probablemente Shelley no imaginaba que su criatura de papel, fuente inagotable de inspiración, iba a convertirse con el tiempo en una figura indispensable de la cultura popular, por los siglos de los siglos.

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