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La cinta es un juego de reflejos desmayados.
'Como en un espejo': vacío existencial

'Como en un espejo': vacío existencial

Se trata de una obra clave en la filmografía del maestro sueco Ingmar Bergman que indaga en la necesidad primaria de un asidero espiritual

Guillermo Balbona

Jueves, 31 de marzo 2016, 18:27

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Detrás de un vidrio oscuro, su título original, sitúa Ingmar Bergman su mirada sobre el mundo. Frente al sinsentido y lo grotesco, el cineasta sueco abrió una trilogía clave en su filmografia y en la proyección internacional de su torrencial creatividad. Hay algo puro, translúcido, en esta obra de cámara que junto a 'Los comulgantes' y 'El silencio', implica una exploración en las entrañas del vacío en busca de asideros vitales. En Bergman lo trascendental supone una mirada limpia, lúcida, una desgarradura sobria y desnuda en la que asoman la soledad, el miedo, el vértigo existencial. Del escepticismo y el silencio de Dios, temas recurrentes en el director, aflora un territorio familiarmente extraño donde la atracción y la repulsión que conlleva mirarnos en el pozo insondable de nosotros mismos se convierte en un interminable campo minado.

Bergman depura la puesta en escena, fija la mirada y construye un drama tanto a través de sus personajes como de la utilización de un escenario único, la isla de Farö, o la elección de una banda sonora configurada por composiciones clásicas, caso de la Sarabande de Bach, y un subrayado nunca artificioso de su escepticismo innato. Esta pieza de momentos sublimes, que lo mismo anticipa su teatralidad, que sirve de devocionario visual de un mundo propio -ese que luego quedaría explícito en su dedicación de amor al cine en la monumental 'Fanny y Alexander'- para edificar una búsqueda incesante sobre las cenizas de la desazón.

En Bergman la angustia, la incomodidad, la inquietud, el gesto del inadaptado (lo somos todos en nuestra condición de mortales) forman parte esencial de un relato de búsqueda, de indagación, de exploración. El cineasta nos zarandea cuando nos queremos mirar y nos obliga a mirar cuando somos víctimas de un trampantojo vital fugaz.

Preludio de una nueva etapa creativa, 'Como en un espejo' es un juego de reflejos desmayados en los que Bergman crea un ecosistema definido de interrogantes. Atrás queda cierta veta mística. Superado el terreno agridulce, lejos del deslumbramiento religioso, la cinta se aferra más a la tierra y el pesimismo se convierte en la batuta, en el ojo global, en el marco, el foco y la perspectiva que deriva en esa mezcla de gritos y susurros que domina toda su obra. Un caleidoscopio de la condición humana, sometido a coordenadas como el dolor, la angustia y el fracaso de las relaciones.

Enclaustrado por esta cartografía el filme muestra el encuentro entre un escritor, sus hijos, un adolescente, una joven con problemas mentales, y su marido, el médico que la cuida. Entre afectos y distancias, entre querencias y rebeliones emocionales, discurre esta estancia en la isla donde la catarsis, la crisis y el miedo conforman un universo dramático intenso, envolvente, preciso, letal.

Con Strindberg al fondo, el descenso bergmaniano atrapa rostros, miradas, manos, el malestar vital, la decadencia, la crisis profunda de unas criaturas huérfanas que viven su particular noche blanca en busca de un resplandor que no llega. De la locura a la individualidad extrema, la tormenta perfecta existencial irrumpe como un largo trueno trascendental, en tono abstracto, la depuración dramática y donde la mezcla de dolor y fuerza rezuma misterio.

Montaña metafísica sobre la naturaleza humana

En Bergman cabe siempre una empatía sutil, delicada, que nace del reconocimiento de una incapacidad para amar o de la incomunicación que atraviesa las carencias afectivas, la falta de rumbo, lo enajenado y egoísta, donde vacío e incertidumbre son aliados cómplices que ahogan cada salida en falso. Bergman confronta y enfrenta, abre en canal lo cotidiano para generar una montaña metafísica sobre la naturaleza humana, la conciencia, la pregunta sobre Dios y el amor como redención.

Cita de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios: "Pues ahora vemos de un modo oscuro, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco sólo de modo fragmentario; pero luego conoceré así como soy conocido", la cinta convierte en categoría existencial a su cuarteto protagonista. Un grupo de familia que hace de la crisis su modus vivendi, su sentido coral y su interrogante particular.

Bergman (1918-2007) compone un poema visual que es tratado teológico, juego interpersonal y drama en femenino singular pues todo gira en torno a una descomunal Harriet Andersson en su papel desgarrador. Luces y sombras, noche y falso día conviven en este espacio simbólico que es el vidrio oscuro a través del cual perseguimos relámpagos, alumbramientos y contrastes.

Como en casi toda su filmografía el diálogo entre objetos y figuras, los campos metafóricos, la dualidad y las conexiones simbólicas vertebran esta invitación a adentrarse en la aventura de mundos reales y oscuros, de nuestra desesperación y ansiedad. Envuelto en esa extraña belleza, el espectador asume las dudas, cruza al otro lado de este espejo bergmaniano y se interroga sobre la entereza de su ser. Verdades y obsesiones humanas en carne viva.

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