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'El sabor de las cerezas', una de las primeras películas iraníes premiadas.
La revolución del cine iraní

La revolución del cine iraní

El estreno de 'Nobat-e Asheghi' en 1990 marca el inicio de un nuevo rumbo en la filmografía de Irán, que tendrá su primer gran éxito en 'El sabor de las cerezas' y que aún perdura con películas como 'Taxi Teherán'

Boquerini .

Miércoles, 9 de marzo 2016, 17:32

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Irán (Persia entonces) fue uno de los primeros países musulmanes en producir cine y en tener una incipiente industria cinematográfica. Ya en 1900 Persia rodaba pequeñas películas documentales y, en 1932, ya con el sonoro implantado en todo el mundo, películas de ficción, impulsadas siempre por las clases dominantes, para consumo interno. En los 60 surge el Festival de Cine de Teherán, que acoge películas y cineastas de todo el mundo. Además, en los 60 y primeros 70 surgen las coproducciones, en donde Irán pone los paisajes y la figuración, y otros países, fundamentalmente en Europa aunque también EE UU tiene algo que decir al respecto, las historias, los actores y los directores.

Todo cambia en 1979 con el triunfo de la Revolución Islámica de los ayatolás. Una férrea censura se impone en toda la sociedad, que afecta en gran medida al cine. Y el cine iraní se reinventa de nuevo y surge el neorrealismo iraní. Y, pese a las restricciones que sufren las mujeres, en estos años la proporción entre mujeres directoras es mucho mayor que en las principales cinematografías occidentales.

Al principio los clérigos iraníes eran enemigos del cine, pero lo toleraban siempre y cuando combatiese la occidentalización y contribuyese a islamizar a la sociedad. En los primeros años de la Revolución se propicia la creación de un cine islámico en el que el amor y las mujeres desaparecen de la pantalla y se multiplican las películas que ponían en escena a niños. Son películas pobres, sin la menor transcendencia, que van de fracaso en fracaso. La cosa comienza a cambiar durante la guerra entre Irán e Irak. Se llegan a producir hasta 56 películas sobre el tema de la guerra, con un fondo de sensacionalismo, de ideología y de apoyo al esfuerzo de la contienda. Tras la guerra, el régimen se abre mínimamente a la sociedad civil: el estreno de 'Nobat-e Asheghi' (1990), de Mohsen Makhmalbaf, marca un giro en la historia del cine iraní. La película presentaba una historia de amor romántica. Esta película solo fue proyectada en el festival de cine de Fajr y provocó intensos debates en la prensa. A la vez, mujeres productoras empiezan a hacer películas con personajes femeninos que tratan sobre el amor. Precisamente, es Makhmalbaf en 1996 (que estuvo encarcelado en la época del Sha, siendo liberado por la revolución islámica) quien triunfa con 'Gabbeh', una película que combina una cuidada y preciosista fotografía, con un argumento muy sencillo, con raíces en las tradiciones populares, en la que a través de la confección de una alfombra persa se narra la historia de amor de una joven con el hombre al que su familia le ha prohibido ver.

Aunque algunas películas iraníes comienzan a ser premiadas en diferentes festivales, la consagración internacional tuvo lugar en 1997, cuando 'El sabor de las cerezas', de Abbas Kiarostami obtiene la Palma de Oro del Festival de Cannes. La película abordaba el tema del suicidio, contrario a la ley islámica. La trama gira en torno a un hombre que quiere suicidarse y necesita a alguien que le ayude en su objetivo. En el tiempo que dura esa búsqueda, se encontrará con diversos personajes a los que pedirá ayuda. A través de ellos, revivirá instintos, sentimientos, placeres, convicciones... Para salvar la película de la censura, después de que el espectador le crea muerto, el protagonista aparece caminando y entonces el espectador tiene que reconstruir lo que ha visto. Cuatro años antes el mismo director había triunfado entre los cinéfilos occidentales más inquietos con 'A través de los olivos', coproducida con Francia, que también se presentó en Cannes y que en España logró la Espiga de Oro de la Semana Internacional de Cine de Valladolid.

Makhmalbaf dirige en 1998 'El silencio', en torno a un niño ciego. El mismo director firma en 2001 'Kandahar', la historia de una joven afgana residente en su país para rescatar a su hermana que sufre la ira y la prohibición de los talibanes. Mohsen Makhmalbaf, que también es escritor y poeta, se convierte en el gran patriarca del cine iraní: Sus hijas, Samira y Hanna, son directoras; su hijo, productor y guionista, y su esposa, guionista.

Samira Makhmalbaf debuta como directora a los 17 años con 'La manzana'. Si una película puede romper los esquemas encorsetados que se pueden tener en torno al cine iraní, es ésta. Todos los esquemas habituales del lugar destinado a la mujer en el Irán de los ayatolah se vienen abajo con esta sencilla historia en torno a un matrimonio que mantiene encerradas en casa a sus dos hijas. La cineasta se basó en hechos reales y firmó el guion junto a su padre. La realizadora lleva una sólida trayectoria con títulos como 'La pizarra' (2000), 'A las cinco de la tarde' (2003), inspirada en un poema de Federico García Lorca, o 'El caballo de dos piernas' (2008)... La otra hija de Mohsen Makhmalbaf, hermana de Samira, Hana, sorprende en 2007 con 'Buda explotó por vergüenza', que logra el Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián, una historia que se desarrolla bajo uno de los gigantescos Budas destruidos por los talibanes en Afganistán. Una niña afgana será testigo y sufrirá la violencia cotidiana de esa sociedad. La propia Hana firma el guión de la película, producida por su hermano.

Otros éxitos

Antes, en 2004, el Festival de San Sebastián consagra a otro director iraní, el kurdo Bahman Ghobadi, que obtiene la Concha de Oro por 'Las tortugas también vuelan': En un pueblo de la frontera entre Irán y Turquía, un grupo de personas busca desesperadamente una antena parabólica para conseguir noticias del avance de los militares norteamericanos en Afganistán.

Destacados cineastas iraníes que han paseado sus películas por festivales de todo el mundo son también Asghar Farhadi('A propósito de Elly', 2009; 'Nader y Simin, una separación', 2011) y Jafar Panahi ('El espejo', 1997). Precisamente este último, el más represaliado por los ayatolás, fue condenado en 2010 a no volver a rodar ni viajar al extranjero durante 20 años por considerar que su cine atacaba al régimen iraní. Panahi desafía esta imposición con 'Esto no es una película' (2011), que sobrepasa la reflexión sobre qué es el cine, entre el documento y la ficción del documento, para convertirse en un acto de desobediencia civil en el propio oficio del cineasta. Con 'Taxi Teherán' (2015), Oso de Oro en el Festival de Berlín, Panahi se convierte en taxista entablando conversación con cada uno de los pasajeros que se suben al vehículo, que no saben que se les está grabando. La película se hizo de forma clandestina al margen de las autoridades iraníes y es un alegato contra jueces y clérigos, con la acción íntegramente en el interior del taxi.

Abbas Kiarostami acaba exiliado, haciendo cine en Europa ('Copia certificada', 2010) y Marjane Satrapi, prestigiosa dibujante de cómic iraní exiliada en Francia, debuta como directora contando su propia experiencia vital, primero en sus viñetas, después en el filme de animación 'Persépolis', para proseguir en el cine de imagen real con 'Pollo con ciruelas'.

La última incorporación del cine iraní corre a cargo de otra mujer, Ida Panahandeh, que el pasado año presentó en Cannes 'Nahid', el drama de una mujer separada que cuida a su hijo, pero que no puede volver a casarse ya que perdería la custodia de su hijo en favor de su exmarido, un drogadicto pendenciero aficionado a meterse en líos, que muestra además un tema de la sociedad iraní casi desconocido en occidente, los matrimonios a tiempo parcial.

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