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Una escena de 'Casablanca', coloreada.
Cuando el blanco y negro sacó los colores

Cuando el blanco y negro sacó los colores

A mediados de los 80, el magnate Ted Turner, poseedor de un amplísimo catálogo de cine clásico, decidió colorear algunas de sus películas para darles una nueva vida comercial en vídeo y televisión

Boquerini .

Jueves, 12 de noviembre 2015, 12:03

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A mediados de los años 80, con el avance de la tecnología digital, muchas películas clásicas rodadas en un glorioso blanco y negro se sonrojaron y sacaron sus colores. Fue para buscar un nuevo mercado, el del vídeo y la televisión, a unas películas ya amortizadas desde hacía muchos años.

Desde su nacimiento, el cine tuvo una cierta vocación de color. Gran parte del cine en blanco y negro de la época muda, tenía secuencias viradas en tonos ocres, rojos o azules para subrayar cada momento de las tramas o para sugerir el día, la noche o un incendio, por ejemplo. Pero además, ya desde sus inicios, mucho cine ya era en color, si bien es cierto que se utilizaban métodos muy rudimentarios, como colorear, mediante acuarelas, a mano y fotograma a fotograma cada copia de una película. Así por ejemplo, el mítico 'Viaje a la Luna' de George Méliès, contó con algunas copias coloreadas por este sistema.

Pero lo que hoy entendemos por cine coloreado llego a mediados de los años 80. Fue Ted Turner, poseedor de un amplísimo catálogo de cine clásico, la mayoría en blanco y negro, el que decidió colorear algunas de sus películas para darles una nueva vida comercial. Turner, magnate de la comunicación -fue el creador de la CNN-, poseedor de muchos canales de televisión y, por entonces, casado con la actriz Jane Fonda, se dio cuenta de que conseguiría una enorme nueva fuente de ingresos utilizando la novedosa tecnología digital para sacar los colores a las películas en blanco y negro. Por supuesto, el sistema no permitía volver a estrenarlas en cine, aun entonces como copias de celulosa, pero sí en soporte de vídeo y la televisión. Por supuesto aquellas coloraciones dejaban mucho que desear y en algún caso los colores de los decorados o de los trajes de los personajes eran tan chillones como ridículos. Aquel proceso de 'colorización' comenzaba con la transferencia de la película original a video-tape para que la película en blanco y negro fuese repasada escena por escena en una pantalla de vídeo y un director de arte asignaba colores codificados a cada área de la escena -los fondos, el vestuario de los actores, su pelo, la piel, los ojos...- para que el ordenador aplicase esos colores a las áreas correspondientes de cada imagen. Es un proceso que debía repetirse muchas veces, ya que el ordenador no podía saber qué colores eran los apropiados para cada escena. Del promedio de 200 mil cuadros que componen una película, cerca de mil tenían que ser coloreados individualmente. El ordenador completaba los demás.

Así, en 1986 ya se habían coloreado clásicos como 'Casablanca', 'Invasión en Birmania', 'Yankee Doodle Dandy' o '¡Qué bello es vivir!', que vendió 25 mil copias en tres meses a 39,95 dólares cada una, pese a que la versión en blanco y negro, se vendia a 9,95 euros. Por supuesto Frank Capra, director de '¡Qué bello es vivir!' montó en cólera y vio impotente como no podía parar el proceso ya que la película era ya de derecho público. Los buenos aficionados al cine también consideraron una aberración lo que se estaba haciendo. Los menos críticos aducían que, como para colorear una película había que remasterizarla, quedaban unas copias excelentes y bastaba con quitar el color a la pantalla de televisión para verlas como se crearon. Pero no era cierto, porque el color dado a decorados y vestuario no era casi nunca el original que tenían en el rodaje, por lo que, por mucho que se quitase el color al apartado reproductor, el resultado era siempre diferente al original.

Es curioso cómo, en España, fue Pilar Miró en su etapa como directora general de RTVE, quién apostó por mostrar, a través de la pantalla de la televisión pública, un ciclo de películas coloreadas. En aquel caso primó también un criterio comercial frente al respeto de una obra original. Era inminente la aparición de las televisiones privadas en España y Pilar Miró quiso quitarles a los nuevos canales la posibilidad de estrenar cine coloreado, con la previsible audiencia que ello conllevaría.

En Hollywood los grandes directores iniciaron una campaña de protestas ante lo que parecía imparable: el avance del cine coloreado. "Mutilación criminal", fue la definición que utilizó Woody Allen, que había rodado algunas de sus grandes películas como 'Manhattan' en blanco y negro: "Es una práctica horrenda, totalmente banal, antiartística y atentatoria contra la integridad de todo cineasta practicada sin el consentimiento del director, que constituye una mutilación criminal de su trabajo". La Asociación de Escritores de EE UU tildó la coloración de "vandalismo cultural". George Lucas acudió al Congreso de Estados Unidos donde calificó de "gángsters ególatras" a los responsables. Pero fue Anjelica Huston la más eficaz de todos. Cuando se intentó colorear 'La jungla de asfalto', que su padre John Huston, fallecido poco antes, había rodado en blanco y negro, llevó a Ted Turner y otros responsables ante los tribunales. Y entre ellos a los tribunales franceses, que le dieron la razón. La Corte Suprema francesa señaló que tanto el autor como sus herederos tienen el derecho 'moral' de determinar el destino final de sus trabajos, dando la razón a la hija de John Huston. Fue una sentencia histórica que acabó con el coloreado sistemático de los clásicos en blanco y negro. Hoy solo se colorean algunos documentales (como los de la Primera Guerra Mundial), y en general, el cine coloreado genera el rechazo por parte de la mayor parte de los espectadores.

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