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En el Paseo del Espolón se encuentra una de las esculturas más recientes, ‘Homenaje a las víctimas del terrorismo’, de Agustín Ibarrola (2008).
Logroño, un museo a pie de acera

Logroño, un museo a pie de acera

Arropados por unos 80 monumentos urbanos oficiales, cientos de relieves y detalles artísticos de todo tipo se diseminan por calles, fachadas y portales de la ciudad

ENRIQUE ALCALDE

Lunes, 6 de julio 2015, 00:58

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Subiendo por la calle Portales, en la confluencia con Sagasta, el paseante que levanta la vista hacia la fachada del soportal del número 54 -justo encima del comercio La Villa de Madrid- quizá se sorprenda al descubrir la existencia de un pequeño relieve adosado, consistente en el enfrentamiento entre un león y un armadillo. El pequeño conjunto data del siglo XVI y, en palabras del investigador Federico Soldevilla, muy probablemente se trata de la obra más antigua que las calles de Logroño dejan ver al público sin pedir nada a cambio. Es más, una de las muchas que desde siempre nos ve pero que rara vez hemos visto nosotros.

Desde el emblemático Monumento del Espartero de Pablo Gibert y Francisco de Luis y Tomás, inaugurado el 23 de septiembre de 1895, o el espectacular relieve de Félix Reyes sobre Logroño que la fachada de Ibercaja en San Antón luce desde 1979, hasta los pequeños detalles escultóricos que recorren fachadas y portales de viviendas de toda la ciudad, se pueden contar por cientos las referencias escultóricas que dibujan el paisaje urbano logroñés y que a menudo pasan desapercibidas en el día a día. La cuestión, comenta el también presidente de Amigos de La Rioja, está en discernir «dónde está el límite entre escultura y lo que son meros motivos ornamentales». En este punto entra en juego no solo la calidad artística, sino también el contexto, la historia que hay detrás o lo que representa: un ejemplo serían las recordadas baldosas con motivos de la vid que poblaban las calles de la ciudad.

Más de cien referencias

Tomando las obras más relevantes, dos catálogos de referencia serían el de Escultura Pública de Logroño de la doctora en Historia del Arte Silvia Martínez, y la Guía Escultórica Monumental, editada por el Ayuntamiento de Logroño. Ambos compendian unas 80 obras referenciadas hasta 2009, con lo que quedan pendientes las instaladas en lo sucesivo, como la de Vicente Gallego en la Beneficencia. Allí proliferan nombres como los de Félix Reyes, Vicente Ochoa, Joaquín Lucarini, Alejandro Rubio Dalmati y Alejandro Narvaiza, Daniel González o Miguel Ángel Sáinz. A ambas se puede sumar el completo catálogo del blog de Internet Esculturayarte.com, con más de un centenar de referencias de todo tipo sitas en la capital riojana, de nuevo con esos nombres y otros como referencia.

La escultura pública es siempre un reflejo de la sociedad, la política y, por supuesto, de las corrientes artísticas, como bien ilustra el hilo contemporáneo y abstracto de la obra de Agustín Ibarrola en homenaje a las víctimas del terrorismo, instalada en 2008 en El Espolón, una de las más recientes.

El perfil conmemorativo y ornamental, definía en su día Martínez Moreno, es el más frecuente en estas grandes obras, mientras la tipología predominante es la abstracta o geométrica, la estatua en pie, los relieves, los bustos/cabezas, los grupos escultóricos y también los arcos/fuentes/puertas. No necesitan aquí presentación obras como el Monumento a los Fueros, Los Marchosos, la Estatua de Sagasta, el Doctor Zubía, la Puerta del Ebro, El Labrador o las recientes La Realidad o el entrañable Gorgorito.

La lista se hace interminable cuando se sale del catálogo monumental oficial. «Simplemente las portadas de San Bartolomé o la de los Ángeles de La Redonda merecen la pena, y están a pie de calle», empieza Soldevilla, que también cita una importante colección de viejos escudos heráldicos diseminados por edificios de la parte antigua de la ciudad. Más modernos son los frisos decorativos que aparecen en las fachadas de varios edificios en la plaza Primero de Mayo, y quizá algunos se acuerden del exquisito bajorrelieve que un Félix Reyes recién llegado de Canarias esculpió en la fachada de una fábrica hoy desaparecida de la calle Piqueras.

El artista también dejó su firma en diferentes portales de Gran Vía (en los que también se encuentran interesantes piezas de Alejandro Narvaiza) y en otro lugar que suele pasar desapercibido al paseante, como es otro friso vertical entre dos columnas en lo que fue una tienda de baños en el 34 de la calle Calvo Sotelo.

Para el recuerdo quedan las cariátides que jalonaban la peculiar fachada de la Casa de las Tetas, pero el ciudadano, de vuelta a Calvo Sotelo, sí puede levantar la vista cuando pase por la Filmoteca Rafael Azcona y encontrar los relieves de las dos caras del teatro, sonriente y triste, que Vicente Ochoa dejó allí desde que la sala estaba ocupada por los Cines Rialto. Y subiendo hacia el seminario, en lo alto del edificio de los Corazonistas luce un mosaico de Cristo firmado por Luis Bru, quizá el mejor ceramista de su época en Barcelona y la mejor pieza de este estilo que disfruta Logroño.

El arte urbano reserva un hueco a la histórica Cerámica Riojana, hoy desaparecida pero que dejó numerosos vestigios, como el mural en el 20 de la calle Portales. Peculiar historia también la de la estatua del Caballero de la Rosa, trasladada y encerrada en su colegio; mientras el catálogo de bustos merece capítulo aparte, con nombres como los doctores Castroviejo y Zubía, la Dama de La Fuente o Gonzalo de Berceo. También hay espacio para la polémica, como los famosos Elementos en Torsión que Sánchez Cuesta levantó en 1993 en la rotonda de Duques de Nájera, o el Noveno Centenario del Fuero que Julián Gil colocó en Luis de Ulloa en 1996, para recibir al visitante.

Son solo algunos pequeños ejemplos de lo mucho que el caminante puede encontrar por las calles de capital riojana. Solo basta, en la mayoría de casos, con presta atención y levantar un poco la vista, algo que desgraciadamente los rigores del día a día de la sociedad moderna ha dejado en un segundo plano.

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