"La literatura es un oficio, no se puede publicar un libro cada cinco años"

-Ojeando Enda es fácil sentirse familiarizado con otros grandes títulos fantásticos llevados a la gran pantalla. Sin embargo, cuenta con una base histórica mucho más cercana al terreno que las creaciones de Tolkien o George R. R. Martin.

-A mí me gustan obras como El Señor de los Anillos o Juego de Tronos, pero aquí también tenemos material suficiente para hacer ese tipo de trabajos. Tenemos nuestro propio imaginario, nuestras leyendas y tradiciones, que van cayendo en el olvido si es que no han caído ya. Por ello tenía ganas de escribir una novela de corte fantástico, aunque en el fondo lo que a mí me gusta es la novela histórica y ese es el motivo por el que Enda ha salido menos friki de lo que esperaba (risas).

-Es importante reivindicar la tradición propia. Hay quien habla incluso de imperialismo cultural yanqui.

-Estamos celebrando año tras año Halloween, ahora nos vienen con los Black Friday esos... ¿Qué pasa, que no tenemos imaginación suficiente para celebrar nuestras propias fiestas con la misma importancia? Parece que no, pero como yo voy de quijota por la vida reivindico los mitos y leyendas locales. Si gustan, genial. Y si no gustan, yo he disfrutado mucho escribiendo Enda.

-Cuenta que comenzó a escribir porque un amigo le dijo que no sería capaz. Está claro que ganó la apuesta, incluso podría deducirse que ha acabado algo enganchada a la escritura.

-Cuando uno es buen lector (en mi casa no hubo televisor hasta que cumplí 15 años) siempre acaba preguntándose por qué no le cuentan las historias que le gustaría leer. Cuando uno no las encuentra opta por escribirlas él mismo. A mí siempre me ha gustado crear e imaginar, y a eso hay que añadirle que algo habré aprendido después de leer tanto. Debo admitir que escribir tiene mucho de adictivo para mí.

-Hay quien ha escrito menos que usted y le acusan de tener negros. Dicen que no es posible escribir tanto en tan poco tiempo.

-Hay gente que me dice que salgo en todas partes, que estoy en todos sitios. Es cierto, pero eso sucede ahora. Cuando empecé no me cogía ninguna editorial y eso que llegué a enviarles dos o tres novelas en el mismo año. Aunque a muchos colegas no les gusta que diga estas cosas, considero que escribir es un oficio como otro cualquiera y no se puede escribir un libro cada cinco años. Yo le dedico entre seis y ocho horas diarias. Es difícil vivir de esto y casi siempre hay que compaginarlo con otro trabajo, pero yo tuve la suerte de empezar ya mayor, con la hipoteca pagada y los hijos emancipados.

-Usted que ha escrito para públicos de todas las edades, ¿cuál cree que es el más exigente?

-Supongo que el juvenil. Si le pones cariño al libro, el público infantil es muy agradecido y el adulto valora el esfuerzo que le has dedicado. Los jóvenes están bombardeados continuamente por otros estímulos y eso les convierte en un público más que exigente.

-Pues algún opinólogo mantiene que el nivel cultural de los jóvenes es decadente. Y eso que buena parte de los best sellers más exitosos de las últimas décadas pertenecen a la literatura juvenil.

-No es cierto que los jóvenes no tengan cultura ni que ya no lean. Hace 50 años no leían ni los niños, ni los jóvenes ni los viejos; ahora lee quien quiere leer. Lo que es evidente es que si les das algo que no les gusta no te van a leer, hay que conectar con su realidad cultural. La prueba es la saga Harry Potter, a la que los críticos más exquisitos pusieron a parir. Un libro capaz de hacer que millones de jóvenes se enganchen a él merece todo el reconocimiento.

-Tras conducir un espacio de una hora y media en la ETB, ¿echa de menos la televisión?

-No. Resultó interesante, pero era agotador y duró lo que tenía que durar. Los programas culturales no tienen una gran audiencia y generan poca publicidad, por eso los programadores prefieren centrarse en el fútbol y en la salsa rosa.