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nuria nuño
Sábado, 5 de agosto 2017, 09:09
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Fieles a la tradición, el 5 de agosto, día grande de las fiestas de Vitoria, ha comenzado bien temprano para los devotos a la Virgen Blanca. A las siete menos cuarto de la mañana, ya eran muchos los ciudadanos que se han agolpado en la Cuesta de San Francisco para zambullirse en el fervor de la popular procesión del Rosario de la Aurora. Uno de los actos más señalados de estas fiestas que, conviene no olvidarlo, se celebran en honor a la patrona, auténtica protagonista de estos días de jolgorio inagotable.
Un cuarto de hora más tarde, con puntualidad británica, daba comienzo una de las citas religiosas más importantes de los festejos de la capital alavesa en un ambiente de profunda devoción y respeto, en el que, por momentos, han coincidido quienes se han pegado el madrugón con los más trasnochadores, que apuraban una larga noche de juerga sin descanso.
Los miles de devotos que han caminado por el barrio más antiguo de la ciudad para acompañar a la patrona de Vitoria durante el emotivo Rosario de la Aurora lo han hecho bajo un cielo nublado y una agradable temperatura: 18 grados marcaba el termómetro a esas horas. Muchos de ellos han dejado derramar alguna lágrima al paso de la comitiva, aunque la emoción contenida ha vuelto a ser la principal nota característica de esta tradición con fuerte arraigo.
El recorrido de la marcha, muy significativo, ha pasado por las simbólicas cuatro torres de la ciudad: San Vicente, Santa María, San Pedro y San Miguel. A lo largo del itinerario, la majestuosa talla de la patrona ha vuelto a destacar en la procesión rodeada de algunos integrantes de la Cofradía de la Virgen Blanca, encabezados por su abad Ricardo Sáez de Heredia, así como de blusas y neskas que no han querido perderse la cita.
Apenas cincuenta minutos después de su inicio, la procesión y los devotos han hecho acto de aparición en la calle Diputación. Durante poco más de cinco minutos, todos ellos han aguardado a que las manecillas del reloj marcaran las ocho de la mañana. En ese instante, la imagen de la patrona de Vitoria ha emprendido, recibida por txistularis, su camino hacia la plaza de la Virgen Blanca, donde ya le esperaba una multitud, lista para seguir la Eucarístía en directo. Muchos de los presentes han seguido la misa, presidida por José Antonio Goitia, con móvil o cámara fotográfica para no perderse ni de un detalle de esta cita ineludible para el vitorianismo.
Una vez terminado el oficio religioso, la multitud congregada en la plaza se ha ido dispersando para desayunar, disfrutar de las dianas y pasacalles en la plaza de España o ver en directo la sucesión de ofrendas florales que las cuadrillas de Blusas y Neskas han ido realizando ante la hornacina de la Virgen Blanca, ubicada en la balconada de San Miguel. El acto, que ha dado comienzo a las nueve de la mañana, se ha ido desarrollando en medio de un buen ambiente generalizado y plagado de anécdotas.
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