Los mil y un bocados del bar Santutxu

Antes de ponerse el delantal estudió administrativo, que por lo menos le ayuda para gestionar bien el negocio. Cuando decidió que lo suyo eran los fogones se apuntó en la Escuela de Hostelería de Galdakao. Hizo prácticas en el restaurante Bermeo, trabajó en una pizzería de Durango y se pasó cinco años en el Passerella de Bilbao. En 2003 abrió el bar Santutxu, junto a su mujer, Gracia Serrano. Levanta la persiana a las cinco de la mañana para que sus convecinos puedan disfrutar de los dulces que elabora -croissant, napolitana o bollo de mantequilla-, de los cinco tipos de tortilla, diez variedades de bocadillo o doce tipos de sándwich que pone sobre la barra.

Tiene platos para llevar a casa o comer en el propio local: menestra de cordero, patatas a la riojana, crema de calabaza, lentejas con tropiezos, alcachofas con jamón, carne guisada, albóndigas en su jugo, lengua en salsa, callos y morros a la vizcaína o conejo a la cazadora.

El menú degustación (viernes y sábado o por encargo) es magnífico, con platos como salmorejo de naranja y bacalao con huevo frito, carpaccio de pulpo con vinagreta de nueces y crema de queso de tetilla ahumado, revuelto de brotes del pinar -con hongos, níscalos, huevo de caserío y piñones-, rodaballo en su jugo con gambas y almejas y pluma ibérica con cebolla carameliza al PX.

Y a la hora del postre, no hay que perderse su tarta de queso con mermelada de frambuesa y helado de queso Idiazabal con almendra laminada, la tarta de zanahoria, la selva negra o el tiramisú de fresa.