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Anuncio del coñac Barbier, 1966. (Todocolección).
Barbier, el coñac bilbaíno que conquistó la Puerta del Sol

Barbier, el coñac bilbaíno que conquistó la Puerta del Sol

Historias de tripasais ·

Fundada en 1890, la casa bilbaína Barbier elaboró un famoso coñac a base de txakoli que hizo las delicias de propios y extraños

Ana Vega Pérez de Arlucea

Jueves, 21 de junio 2018, 01:43

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En la primera década del siglo XX la madrileña Puerta del Sol aún no lucía el mítico anuncio de Tío Pepe pero sí otro de una marca que igual con suerte aún les sonará a algunos de ustedes: Barbier. El coñac Barbier lucía, en mayúsculas y a tamaño gigante, en el centro de la capital demostrando el poderío de una marca bilbaína fundada en 1890. Ese año montó Valentín Barbier, bilbaíno de origen francés, una modesta destilería dedicada a la elaboración de licores de alta graduación. Con el txakoli blanco de la zona decidió hacer un destilado siguiendo el tradicional sistema Charentais de la región francesa de Cognac pero a lo vizcaíno. Semejante 'euskoñac' tuvo mucho éxito pese a lo atrevido de la empresa, y en 1898 registró la marca Cognac de Chacoli Barbier e Hijos para denominar a su licor de txakoli.

Ese mismo año le empezaban a caer flores en la prensa financiera con artículos que loaban la excelencia de su producto y las avanzadas técnicas empleadas en su fábrica. «Obtiene del chacolí blanco de Vizcaya el más selecto cognac que pueda imaginarse y en el que, sobre las ventajas de calidad se encuentran además las económicas, una vez que por fabricarse en España puede competir indiscutible y satisfactoriamente en precios con los del extranjero».

Poco después Barbier lograba un primer premio en la exposición universal de París, un galardón que no había obtenido hasta entonces ninguna bebida española. Para entonces Valentín y sus hijos producían desde la calle Bailén 900 litros diarios de licor y vendían al año más de 2.000hectolitros en países como Bélgica, Austria, Dinamarca, Inglaterra, Estados Unidos, México, Cuba, Puerto Rico y la mismísima Francia, lugar en el que no pudieron decir ni pío en contra de su coñac (por mucho que les repatease) después de someterlo a rigurosas catas y varios análisis químicos. Monsieur Boubeau, eminente fabricante de cognac francés, al probarlo llegó a decirle a Barbier que «porque lo trae usted creo que es de fabricación extranjera, pues compite sin disputa con los mejores de los nuestros».

Aroma natural

En los primeros años del nuevo siglo la casa Barbier, ya con José Barbier hijo al frente, decidió lanzarse a fondo en el mercado español y emprender una agresiva campaña publicitaria, con el rótulo de la Puerta del Sol como símbolo. Anuncios a toda página pregonaban las bondades del coñac vizcaíno de «aroma natural y suavidad en el paladar, pudiéndolo tomar las damas a pesar de los 43 grados que tiene de fuerza alcohólica». Eslóganes como 'Coñac Barbier es el mejor', 'Pruebe Barbier' o 'Una bebida selecta para un paladar selecto, Barbier' coparon las páginas de anuncios en prensa durante años.

La marca sugería que incluso las mujeres disfrutarían con su coñac.
La marca sugería que incluso las mujeres disfrutarían con su coñac.

Acreditados por medallas de oro en las exposiciones de Bruselas, Madrid y Viena, en Barbier expandieron el negocio creando distintas variedades de producto con diferentes procesos o envejecimiento. El más famoso sería su Grand-père (abuelo, en francés), «el coñac de bouquet especialísimo al estilo francés», pero también tuvieron otros bajo el nombre de Consulado, Carillon o Tres Estrellas. A base de diversificar ofrecieron a sus consumidores nuevas formas de disfrutar del licor, por ejemplo con azúcar y seltz en plan cóctel, o como ponche para catarros con huevo y leche.

A partir de los 50 el consumo de coñac o brandy empezó a bajar, superado por licores más modernos como el whisky o la ginebra. Barbier se centró en el sector regional y local anunciándose como «nuestro coñac» acompañado de ilustraciones que lo relacionaban con el ambiente vasco, como una cuadrilla en una taberna o grupo de amigos en un bar en el que luce una cesta-punta. Aún a finales de los años 60 siguió dando guerra hasta caer en el olvido y el fracaso comercial. Si tienen ustedes por ahí una botella de Barbier añejo, échense un chorrito y brinden por el licor bilbaíno que conquistó la Puerta del Sol.

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