Landa abre su regalo amarillo

Landa estaba predestinado. Cuestión genética. Incluso la etapa de Garrastatxu fue diseñada como un guante para sus medidas. De hecho, fueron Landa y alguno de sus amigos los que dibujaron el perfil de la jornada. La organización y la Diputación alavesa les llamaron: ¿Por dónde podría pasar la Vuelta? ¿Alguna sugerencia? No lo dudaron. Garrastatxu, el viejo regalo. Hora de ver lo que había dentro. El liderato.

Y así, con su vestido amarillo de estreno, ha corrido Landa por primera vez. Bautizo. Estaba destinado a ese color, el que viste a los mejores, ese selecto grupo de elegidos que tienen una capacidad única: hacen fácil lo difícil. Para la mayoría de los ciclistas, es imposible vencer en una pared como Garrastatxu; unos pocos tienen fuelle para eso, aunque les sea tan difícil. Y sólo ellos, los únicos, convierten la cuesta en un pasillo. Qué difícil es ser ciclista cuando se ve escalar, retorciéndose, a casi todos los corredores. Qué fácil parece cuando el que planea sobre la cuesta es Landa. Subió deprisa para abrir el regalo que le esperaba allí desde que era un crío. El maillot amarillo. Un niño no suelta algo tan preciado. Tendrán que quitárselo.