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Una siesta en la ciudad que no duerme

En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.

Sábado, 26 de mayo 2018, 23:36

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En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.

Héctor Retamal - AFP
En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.
En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.

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Héctor Retamal - AFP
En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.
En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.

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En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.

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Héctor Retamal - AFP
En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.
En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.

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En los Estados Unidos muchos asocian la siesta con las relajadas costumbres de ciertos países meridionales. Pero en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde tan habituales son los empleos ultra competitivos y los arduos desplazamientos, un número creciente de personas opta por echar una reparadora cabezadita en uno de los establecimientos creados ex profeso. Es el caso de Yelo Spa (donde están tomadas las fotografías), y de otros lugares, donde es posible alquilar una pequeña cabina para desconectar y recargar las pilas sin la complicación de regresar a casa.

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Héctor Retamal - AFP
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Héctor Retamal - AFP
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Héctor Retamal - AFP
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Héctor Retamal - AFP
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