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El príncipe Enrique de Inglaterra junto a su prometida, la actriz estadounidense Meghan Markle. EFE
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Martes, 28 de noviembre 2017, 00:57

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En los jardines más modernos, funcionales y sostenibles en invierno se plantan coles. Ayer el Jardín Blanco de Kengsinton tenía un aspecto invernal, poco florido. Podría decirse que entre coles, fandanguillos y alegría se produjo el anuncio oficial del compromiso de Enrique de Inglaterra con la actriz Meghan Markle. Pero sobran los fandanguillos. Porque aquello es Londres. Y la alegría también fue breve y contenida: hacía un frío que pelaba. La novia, que bastante tuvo con sobrevivir a unos tacones suicidas (de aguja, en unos zapatos semidescalzos que solo se sujetaban al tobillo por medio de unos finos cordones) no paraba de frotarle el brazo al novio. ¿Era para darle ánimos? Quizás. Pero parecía más bien que le estuviera administrando unas friegas. La pareja posó ante la prensa con una ñoña timidez que en nada se corresponde con la tórrida relación que mantienen desde hace casi año y medio... Un poco más y se tratan de usted. Pero es lo que toca en este tipo de actos protocolarios donde lo importante no es serlo sino parecerlo.

Muchos se preguntan si la monarquía británica llegará a aceptar sin reservas a Meghan. Yo me pregunto más bien si la pobre Meghan será capaz de digerir sin atragantarse el rancio boato de la monarquía británica. Hija de una afroamericana trabajadora, divorciada, agobiada por las deudas y residente en uno de los barrios más peligrosos de Los Ángeles, Meghan representa el mundo actual. Y los Windsor... No. Pero si hubiera que apostar por quién va a modificar más a quién, diez contra uno a que antes cambia la monarquía a Meghan que Meghan a la monarquía. Para empezar, ya ha renunciado a su exitosa profesión de actriz. Ella dice asumir el sacrificio encantada... O no tenía mucha vocación o le atrae más especializarse en un solo papel: el que le va a tocar interpretar a partir de ahora.

El amor todo lo puede. Pero el enamoramiento, que es otra cosa distinta, actúa como esa media que Sara Montiel y otras divas como ella ordenaban colocar en el objetivo de la cámara para que difuminara cualquier imperfección y las retratara perfectas. Enamoradísimos como están, Meghan y Enrique lo están viendo todo en ‘flou’. La prueba del algodón llegará... Cuando se caiga la media.

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