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Los trabajadores Juanma Sainz, Unai Jarrin, Jesús Cirión, Aitor Garay y Álex Hernández posan frente a la planta de Güeñes. Fernando Gómez
La enésima resurrección de la antigua CEL

La enésima resurrección de la antigua CEL

La plantilla de la papelera de Las Encartaciones ha vuelto al trabajo tras un cierre cantado, pero entre gran incertidumbre

erlantz gude

Domingo, 17 de junio 2018, 00:33

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Las cosas han cambiado mucho en la empresa de fabricación de papel tisú -papel higénico, servilletas- de Las Encartaciones, aquella firma que como parte antaño de Papelera Española fue un importante motor de empleo. Tras pasar por numerosos propietarios, hoy apenas conserva una lánguida sombra de su lustroso pasado. La lacra se extiende al conjunto de una comarca golpeada por el paro, donde la papelera es la industria más significativa, con menos de 150 trabajadores.

Los cambios se notan en los pequeños detalles. La cita es con varios operarios en la planta de Güeñes -que se suma a la de Aranguren (Zalla) y Artziniega, donde se hace jabón-. La idea es hacer la entrevista en el pabellón, pero no hay margen para conseguir los permisos. Antes del desembarco de 'los italianos' todo era mucho más familiar, y bastaba una llamada para acelerar cualquier proceso. Ahora hay que recurrir a una dirección que la plantilla ve como algo abstracto, etéreo. De hecho, el comité de empresa aguarda que alguien aterrice desde Italia para aclarar la situación de la factoría.

El Grupo Lucart reemplazó a CEL tras un proceso concursal que parecía abocado a la liquidación del longevo proyecto. No obstante, recaló con un importante paquete de recortes: reducción de la plantilla, rebajas salariales que rondan el 20%, congelación de la antigüedad y mantenimiento de parte importante del personal en un ERE un máximo de dos años -aún hay 35 personas-.

¿Medidas muy drásticas? Sí. Pero, «a la hora de la verdad, fueron los únicos que pusieron el dinero», recuerda Álex Hernández, trabajador y delegado de ELA en el comité. Y es que solo la compañía italiana apostó seriamente por tratar de revitalizar las plantas que heredó de CEL. Abonó más de 6,3 millones por la infraestructura, más otros dos en indemnizaciones, y comprometió una inversión de veinte millones en cinco años.

Ante la imposibilidad de reunirse en la fábrica, los trabajadores sugieren un bar en el cercano casco urbano de Güeñes. Desde la terraza señalan un par de locales hosteleros cerrados en una comarca donde los negocios sufren de manera particular tanto la desaparición de industrias como la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, muchos de ellos vecinos.

Se facilitaron prejubilaciones y unos veinte empleados se acogieron a las bajas voluntarias, a las que se sumaron tres forzadas, compensados, todos ellos, con indemnizaciones por antigüedad desde un mínimo de 50.000 euros. Entre su edad y las dificultades del mercado laboral, no conocen casos de compañeros que encadenaran el despido con un nuevo trabajo. No obstante, permanecen en la bolsa de empleo.

Y es que entre la plantilla de Lucart no hay euforia por haber salvado los muebles. Dicen que tampoco la hubo cuando apareció el grupo italiano, debido a los recortes. Sienten, en todo caso, que cuentan con una ventaja pírrica en un partido abierto, lleno de incertidumbre. No en vano, antes de la batalla del pasado verano protagonizaron otra aún más cruda, cuando la empresa estaba bajo la gestión de Virtisú, y que incluyó impagos, una marcha a pie hasta Vitoria y un emotivo vídeo donde sus hijos hablaban en su defensa.

El operario Unai Jarrin, vecino de Güeñes de 45 años, ilustra la incertidumbre que atenaza a la plantilla. Se le ve alicaído, y él lo confirma: «Mi mujer dice que salto por nada». El incierto horizonte laboral le obligó a posponer los planes de formar una familia. Tiene sobradas razones para expresarse con cautela, ya que integra el cupo de empleados en el ERE, pese a que figuraba en la lista para incorporarse a una máquina que, conforme a lo anunciado, debía haber empezado ya a trabajar en segundo relevo.

Han sufrido con los dueños de los últimos años riesgo de deslocalización, cortes de electricidad e impagos

Mil euros al mes

La vida se ha torcido respecto a los planes de colocarse en un empleo cualificado tras estudiar Empresariales. Ya en Virtisú intentó mejorar su formación con un curso de contabilidad. Ahora se centra en aprender euskera y obtener la IT Txartela -certificado de uso de tecnologías de la información- con vistas a una oposición, y planea buscar trabajo tras el verano.

Entretanto, y con algo menos de mil euros de paro, toca minimizar gastos. «Vacaciones en Güeñes», bromea. «Siempre puedes ir al camping de Oriñón, es económico», le espeta su compañero Aitor Garay, y le arranca una sonrisa. Vestido con gorra y una camiseta con los rostros de los protagonistas de 'Corrupción en Miami', también sufre la amargura del desempleo. Su renta supera ligeramente los mil euros por tener un hijo.

La firma italiana gestiona las plantas papeleras de Aranguren y Güeñes, y la jabonera de Artziniega

Pese a los incumplimientos de plazos, a los trabajadores les toca esperar. Se aferran al capital invertido por la empresa para hacerse con la papelera y a su conocimiento del sector, aunque tienen su propia visión de cómo un cambio de estrategia permitiría integrar a los empleados en el ERE. Pero saben que su posición es muy débil y la movilización, hoy por hoy, un tabú. Lo dice Hernández, delegado del combativo sindicato ELA.

Las sucesivas batallas les han puesto ante el espejo de su adversa realidad. En una comarca lastrada por el desempleo, trabajan en la fábrica con mayor plantilla. Y la música que llega desde Italia no suena mal. Se dice que el papel lo soporta todo...

EN SU CONTEXTO

  • Lucart El grupo italiano es uno de los líderes europeos del sector del papel tisú. Además de las plantas vascas, tiene cinco en Italia, una en Francia y otra en Hungría.

  • Más de 8,3 millones Fue el dinero que la firma puso sobre la mesa para hacerse con las instalaciones de Aranguren (Zalla), Güeñes y la localidad alavesa de Artziniega, donde solo se mantiene la fabricación de jabón. 6,35 por la infraestructura y el resto en indemnizaciones.

  • 145 trabajadores Se pactó mantener el grueso del empleo. Asimismo, se facilitaron prejubilaciones y bajas voluntarias e involuntarias -solo tres-. Ambos colectivos fueron indemnizados con 30 días por año trabajado con un tope de 18 mesesy un mínimo de 50.000 euros.

  • 20% de bajada salarial Es la rebaja media, con un mínimo del 9%. Además, parte de la plantilla quedó sometida a un ERE -aún hay 35 personas-, que tiene diciembre de 2019 como límite, aunque el año que viene,y conforme a lo acordado, no afectará a más de 12 personas.

  • 20 millones Lucart se comprometió en su plan de negocio a realizar esta inversión en un plazo de cinco años. El objetivo: reforzar su posición de mercado en la península ibérica, así como su privilegiada presencia continental en el ámbito del papel tisú.

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