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Yates levanta los brazos al cruzar la meta. AFP
El insaciable Yates teme a Dumoulin

El insaciable Yates teme a Dumoulin

El líder gana en Osimo su segunda etapa, en la que el holandés está a su altura y Froome vuelve a ceder

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Miércoles, 16 de mayo 2018, 18:46

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Se sabía que iba a ser un recorrido emocionante. A veces, el decorado manda. Si una etapa parte desde Asís, el monasterio donde Gino Bartali transportaba ocultos en los tubos de su bicicleta los pasaportes falsos con los que salvó a 800 judíos de los campos de exterminio, y si el trazado pasa por Filottrano, el pueblo donde vivió y murió atropellado Michel Scarponi, está claro que al Giro se le va a erizar la piel. Así fue.

Los ciclistas rindieron homenaje a Bartali y Scarponi. Va por ellos. Luis León Sánchez, que debutó y se hizo ciclista al lado del corredor arrollado por una furgoneta en 2017, se encargó de acelerar la jornada. Filottrano le vio pasar con el maillot celeste del campeón difunto. Emoción y recuerdo. Y luego, cuando la fuga es esfumó, la cuesta final para subir a la meta de Osimo asistió a otro golpe sobre la mesa del líder, Simon Yates, que sumó su segunda victoria y alejó más a todos: 6 segundos a Dumouin, que va a más, 18 a Pozzovivo y Pinot, 31 a Aru, 33 a Carapaz y Bennett, 40 a Betancur y López, 46 a Peio Bilbao y 50 a Froome, que sigue sin encontrarse. Yates le saca ya 47 segundos a Dumoulin en la general y 3.20 a Froome, que cada día cede un pedazo de sus escasas opciones. Yates, que no era en Jerusalén un gran favorito, no deja pasar una etapa sin morder algún segundo. La táctica de la hormiga. Necesita aún más para pelear con Dumoulin en la contrarreloj, pero ya empieza a llenar el zurrón. Hasta ahora, el Giro es suyo. Insaciable.

Era un día corto, de 156 kilómetros por Umbría. Verde. Colinas. Muros. Perfil para una clásica. La meta estaba en Osimo, pegada al Adriático, pero Luis León Sánchez sólo pensaba en la cuesta de Filottrano, situada a 35 kilómetros del final. Iba a pedalear por Scarponi. Cumplió esa promesa íntima. Con De Marchi, Masnada, Maestri y Turrin compuso una escapada voraz. Se tragaron, boca abierta por el brutal esfuerzo, casi todos los kilómetros. El pelotón nunca les dio permiso. Aun así, Luis León paseó el azul celeste de Astana, de Scarponi, por Filottrano. En cada curva, una pancarta: 'Michele, siempre en el corazón'. 'Ciao Michele'. 'Grache Capitano'. Al paso de la fuga, los vecinos soltaron globos azules y amarillos, los colores de Scarponi. 'Siempre con nosotros'. Aunque a la etapa le quedaban tres cuartos de hora hasta Osimo, Luis León ya había recogido su triunfo personal. Saludo al amigo que falta.

Final de infarto

De Filottrano a Osimo todo era un sube y baja. A cinco kilómetros de la meta, un repecho de adoquín despertó a Stybar, un especialista sobre el pavés. Desatado. Pedaleó hasta con los codos. Wellens, que era favorito en la etapa, cambió de planes al verle. En lugar de esperar, se fue con él. Por si acaso. Se equivocó. El Mitchelton apretó para cogerles y lanzar a Yates ya en el repecho, también empedrado, de Osimo. En kilómetro y medio se resumió lo mejor del ciclismo: ambición, sabor a sangre en boca, lucha a muerte... Yates pisoteó a Stybar y Wellens. Más que un ataque fue una detonación. No esperó porque sabía que Froome, fuera de sitio de nuevo, venía cortado desde la cuesta anterior. A por él.

Dumoulin quiso alcanzar a Yates. No pudo, pero le mantuvo la distancia. Por ahora, es el duelo de este Giro. En 1994, en Osimo ganó un dorsal explosivo, Moreno Argentin, por delante del grupo en el que venía Miguel Induráin. Yates es a Argentin lo que Dumoulin a Induráin. Con su segunda victoria, tras la lograda en el Gran Sasso, Yates cimenta su liderato. A la espera de ver cómo se adapta el sábado al Zoncolán, su candidatura crece. Como la de Dumoulin, cada vez más parecido al ciclista seguro y sin fisuras que le ganó a Quintana el pasado Giro. Yates necesita sacarle más tiempo. Le teme: «Está claro que Dumoulin está cada vez mejor. Ufff, casi me coge». Va a ser un Giro emocionante.

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