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La baronesa Thyssen.
El Thyssen enmarca sus primeros 25 años

El Thyssen enmarca sus primeros 25 años

Con 700 obras en su colección, depende de la taquilla de sus muestras temporales y prepara la siguiente, ‘Picasso/Lautrec’

Iñaki Esteban

Sábado, 7 de octubre 2017, 01:28

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El Museo Thyssen es mucho más que los líos y acuerdos siempre a punto de firmarse o de romperse de la baronesa con el Ministerio de Cultura. De hecho, la parte más significativa ya tiene poco que ver con Carmen Thyssen a pesar de que figura como vicepresidenta vitalicia de la fundación del centro artístico. La colección de más 700 obras que alberga el palacio de Villahermosa -a las que hay que sumar las 60 del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC)- llegó a España en 1992 y al año siguiente la compró el Estado por 350 millones, unos 47.500 millones de la época. La cifra hirió sensibilidades, pero a cualquier persona atenta al mercado le pareció una auténtica ganga. Luego, en 2004, se hizo una ampliación para acoger la cesión de las 429 obras de la colección propia de la baronesa, estas sí sujetas a renovaciones de convenios.

Por mucha controversia que hubiera en aquel tiempo, con 350 millones de dólares hoy sólo se podrían comprar un par de ‘warhols’ y un par de ‘basquiats’ de los buenos, y quizá no llegaría. Con ese dinero el Estado español compró las 770 obras del gran lote Thyssen en la que hay obras de Fra Angelico, Durero, Lucas Cranach, Van der Weyden, Van Gogh, Picasso y una extraordinaria representación de los expresionistas, por citar algunos nombres a boleo.

‘Sueño causado por el vuelo...’, Dalí, 1944.
‘Sueño causado por el vuelo...’, Dalí, 1944.

Quizá intencionadamente se dijo que la Fundación Getty de Los Ángeles había ofrecido 300.000 millones de dólares por la colección, más el enorme palacio Villa Favorita de los Thyssen en Lugano (Suiza). Pero aquí sí que la baronesa intercedió por su país y su marido, Heinrich Thyssen-Bornemisza, se decidió por su actual ubicación en el Paseo del Prado.

LA CIFRA

350

millones de dólares es la cantidad que pagó el Estado por 770 obras de artistas como Durero, Holbein, Caravaggio, Meling, Rubens, Rembrandt, Manet, Monet, Degas, Cézanne... Una colección de primer orden que se unió en Madrid a las del Prado y el Reina Sofía.

De aquella apertura oficial, el 8 de octubre de 1992, hace 25 años y el Thyssen lo celebra este fin de semana con distintas actividades y con título de ‘museo nacional’ recién concedido. Por eso no le van a dar más dinero en el ministerio. Así que la distinción es más simbólica aunque sí reconoce la evidencia de su aportación al panorama museístico español. Es la tercera y lustrosa pata de la famosa ‘milla de oro del arte’ de Madrid, compuesta si se empieza desde Atocha por el Reina Sofía, el Prado y el Thyssen. Trío de ases.

El agujero de la crisis

El actual director del Thyssen, Guillermo Solana, recuerda que la compra de la colección y la remodelación del Villahermosa, a cargo de Rafael Moneo, se produjo dentro de un plan de los gobiernos socialistas de dotar a España de museos para que en este campo se pusiera al nivel de Europa. «Aquí tiene una relación con el Guggenheim. Ambos se hicieron en fechas próximas, con intenciones modernizadoras y a partir de instituciones extranjeras, lo que se veía con recelo. En los dos casos exigió un plus de valentía porque una parte de la opinión pública estaba en contra», explica.

Las condiciones impuestas al Thyssen fueron asimismo novedosas. Como el Gobierno no quería cargar todo su coste operativo a los Presupuestos, orquestó un régimen especial que de facto les obligaba a buscarse financiación alquilando espacios para eventos, con las ventas de la tienda y del servicio de restauración, con las entradas y los patrocinadores.

‘Mata Mua (Erase una vez)’, obra de Paul Gauguin de 1982.
‘Mata Mua (Erase una vez)’, obra de Paul Gauguin de 1982.

La aparición de Cajamadrid como patrocinador de referencia les solucionó parcialmente la vida -aportaba hasta el 40% del presupuesto- y su desaparición les metió en un agujero. «Antes de que entrase la caja, esto funcionaba en precario. Con ella, desaparecieron los problemas. Firmabas a varios años y eso te daba una gran estabilidad. Nos dejaban que hiciéramos según nuestro criterio. Todo iba bien hasta que llegó la crisis, y no sólo por la desaparición de Cajamadrid, sino porque nuestros alquileres a empresas bajaron en un 40%. Quedamos a expensas de la taquilla. Y aunque el Gobierno se portó muy bien y nos subvenciona para que sigamos funcionando, aún dependemos de las entradas. Si dos muestras van mal, se genera un déficit de caja y empiezan los problemas», se explaya Solana.

«Como el Guggenheim, el Thyssen se hizo con intención modernizadora y marcas extranjeras»

Guillermo Solana-Director del Thyssen

En 2016, el Thyssen acogió a casi 1,1 millones de visitantes y tuvo más de medio millón de euros de superávit, con un nivel de autofinanciación del 78%. Este año, de momento, las sensaciones son mucho peores. Las dos primeras exposiciones, con las obras maestras del Museo de Budapest y la de ‘El renacimiento en Venecia’, han funcionado regular; la última con 80.000 espectadores en los meses de verano, con lo que la marca anual del millón se presenta difícil. Por ello esperan que la próxima, ‘Picasso/Lautrec’, que se inaugura el 17 de octubre, les salve los muebles. Hasta donde se pueda.

1. ‘El sueño’, de Franz Marc, 1912. 2.‘Hombre rojo con bigote’, De Kooning 3. ‘Arlequín con espejo’, Picasso, 1923.
Imagen principal - 1. ‘El sueño’, de Franz Marc, 1912. 2.‘Hombre rojo con bigote’, De Kooning 3. ‘Arlequín con espejo’, Picasso, 1923.
Imagen secundaria 1 - 1. ‘El sueño’, de Franz Marc, 1912. 2.‘Hombre rojo con bigote’, De Kooning 3. ‘Arlequín con espejo’, Picasso, 1923.
Imagen secundaria 2 - 1. ‘El sueño’, de Franz Marc, 1912. 2.‘Hombre rojo con bigote’, De Kooning 3. ‘Arlequín con espejo’, Picasso, 1923.

«En esta cultura de masas y de la fama sólo funcionan los grandes nombres. Podíamos haber puesto en el cartel que el renacimiento en Venecia es Tintoretto, Veronese o Tiziano, pero me parecía que era menospreciar a los visitantes. Corremos el riesgo de que la modernidad se reduzca a Picasso y sólo a Picasso». Ese reduccionismo le resulta «muy empobrecedor». «También nos ha afectado el éxito de la magnífica exposición sobre el ‘Guernica’ en el Reina Sofía. Entiendo que cuando uno viene de Bilbao o Vitoria elige una, no dos, porque quiere hacer otras cosas además de ver arte».

«En la cultura de la fama sólo venden los grandes nombres. ¿Reduciremos el arte moderno a Picasso?»

Guillermo Solana-Director del Thyssen

¿Y la colección? «La ponemos siempre en valor relacionándola con la muestra que tenemos», dice Solana. Pero la novedad de las temporales, a efectos de taquilla, supera por mucho a los fondos permanentes. «El modelo es el modelo y ahora mismo nosotros no nos podemos salir de él», concluye.

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