S.O.S. Travellin’ Van: la patrulla canina al rescate
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Cuatro jazzmen españoles tocaron perfectamente conjuntados y experimentaron sin perderse ni aburrirnos el jueves en el Bilbaína Jazz Club, asociación a la que apoyan sin reparosÓscar Cubillo
Viernes, 2 de marzo 2018, 19:49
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Otra satisfactoria sesión del 27º curso del Bilbaína Jazz Club en el Hotel Conde Duque de Campo Volantín, donde casi cien aficionados que rozaron el lleno vieron al cuarteto S.O.S. Travellin’ Van, o sea La Furgoneta Viajera del S.O.S. (paradójicamente, viajaron en tren), combo con músicos pujantes y reconocidos formado expresamente para apoyar al Bilbaína Jazz Club, que está pasando por problemas presupuestarios. ¡Hasta estrenaron alguna pieza compuesta para esta experiencia! Como dijo el baterista gallego Carlos López en su primer parlamento: «¡La patrulla canina al rescate! Venimos a traer energía y fuerza, que hace falta, aunque seguro que tiráis p’adelante. Aquí no pintamos nada…», se resignó positivo ante los socios habituales y los espectadores esporádicos del club en presunto peligro.
Su satisfactoria sesión de la furgoneta socorrista, de 8 piezas en 83 minutos, estuvo llena de pasajes sugerentes, picó en la vanguardia y la improvisación sin pecar ellos de pedantes ni de atascarse en la nada y mostró compenetración entre los cuatro ejecutantes. Los más co-protagonistas fueron el guitarrista Jaume Llombart, capaz de amalgamar la postmodernidad de Kurt Rosenwinkel con el clasicismo swing de Barney Kessel (lo cual a veces sirvió deconstruido), y el trompetista Félix Rossy (hijo del baterista Jorge Rossy), a quien se le mudaba el rostro en cada intervención (se le enrojecía, se le acaloraba, transpiraba…) expirada a la sombra de Miles Davis y con más sinceridad que la que explaya el galo Erik Truffaz. Félix no tardó en marcar sus labios con la boquilla y no debería tardar en ser una de las más grandes figuras del jazz español y más allá.
La alineación la completó el guitarrista Jordi Matas, quien esta vez ofició al bajo con forma de violín, como el de Macca. Los cuatro nos regalaron un puñado de canciones recién salidas del horno, o antiguas pero remozadas, y las presentaron casi todas. Abrieron experimentales y adictivos con dos estupendas piezas de Jauma Llombart, la primera completada a las 7 de esa mañana: ‘S.O.S. – BlueS O Subvención’, con Rossy soplando agudos a lo Arturo Sandoval, y ‘Querido Barry’, dedicada al pianista Barry Harris, ésta plena de improvisaciones astrales, ambientes cinéticos y cinemáticos vinculables a la película ‘Birdman’, digresiones progresivas y hasta ciertas reminiscencias imposibles con los electrónicos Add N To (X).
La balada flotante de Jordi Matas ‘Son’ (a Matas le gustan los títulos polisémicos, nos contó al acabar, y esta palabra significa hijo en inglés, soñar en catalán, sonar en gallego…) sirvió para que se destensaran público y músicos, y prosiguieron los rescatadores con el swing oblicuo y de cables destensados ‘Chip y Chop’ escrito por el baterista Carlos López (el único tema en que no participó el bueno de Rossy), previo al ambiental ‘Una de zombies’, una composición de Matas inspirada en la gente que va abstraída con el móvil y demás («nosotros ponemos la música, vosotros hacéis la película pensando en quien más os parezca», recomendó), sostenida en una guitarra soul lúgubre que gustaría a Clint Eastwood a modo de solemne y trágico epílogo de alguna película y donde Rossy se entregó y sufrió cada soplido a su trompeta, porque cada nota que toca él nunca está de más, no es de relleno, sino que llega colmada de sentimiento.
Tras otra balada dramática y teatral como ‘Octubre’ (esta no la presentaron) y que cosechó más aplausos esporádicos para Rossy, se despidieron los S.O.S. Travellin’ Van con un blues pintoresco y con swing creación del trompetista, el titulado ‘Quiques Blues’ y dedicado al saxo tenor Enrique Oliver. La gente pidió bis, cómo no, e intercambiándose los instrumentos Matas (ahora a la guitarra) y Llombart (ahora al bajo) tocaron una bossa que sonó a standard delicado y cuyo título nos revelaron al terminar: ‘Meditación’ de Jobim. Y es que estos cuatro saben de todo y pueden con todo
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