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Van Morrison, estrella del día.

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Van Morrison, estrella del día. Rafa Gutiérrez

Van Morrison en el Azkena: más jazz que rock

El músico irlandés hizo gala de su tono tan personal en una propuesta descafeinada

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Viernes, 22 de junio 2018

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Sonaron los éxitos. Bueno, más que sonar, construyeron el repertorio de un Van Morrison bastante poco empático con el entorno donde desarrollaba su estelar concierto. El Azkena es un festival de rock, pero al set del irlandés le faltó fuelle. Y no es porque no arrancara con swing al frente de un septeto donde la más aplaudida fue la corista que, la verdad, lo hizo muy bien.

Tuvo la energía que le faltó al titular de la banda durante un concierto en el que, vestido con un traje oscuro de raya diplomática fucsia brillante, hizo gala de ese tono tan personal, de un timbre único en la historia de la música. Y también lo subrayó con un micrófono dorado y su habitual dominio del escenario.

El concierto interesaba especialmente a quienes habían ido a ver a Morrison por primera vez, pero los veteranos ya estaban un poco de vuelta. Iba a piñón fijo, con piezas tan imprescindibles como 'Days Like These', 'Night Time is the Right Time', 'Moondance' o un 'Precious Time' que remitía a aquel 'Back On Top'. Pero la canción sonaba sin la energía que el resto de bandas habían derrochado durante la tarde.

Una tarde de viernes al sol, con un divo que se paseó entre el 'Baby Please Don't Go' y el 'Mojo Working'. Lo cierto es que las expectativas se desinflaron, con un 'Brown Eyed Girl' machacado por una interpretación anodina.

El material es inmejorable, como 'Think Twice Before You Go' o 'Real Gone', donde el guitarrista -con un aire a lo Phil Collins- hizo un solo de slide que parecía corresponder a otra canción o, al menos, a otra armonía. El resto del grupo estuvo a la altura de una agrupación profesional y eficaz, como el teclista-trompetista, la percusionista-vocalista o el bajista y el batería. Y resulta difícil de creer que unos músicazos no sean capaces de insuflar presión a un set list de verdadero lujo.

Mucha paz y poca 'Gloria'

Claro, que la duda era si el León de Belfast rugiría como en el reciente disco 'Roll With the Punches' o si vendría suavecito y swinguero 'Versatile'. Y claramente optó por lo segundo. Con un poco más de tranquilidad y asientos, podría haber sido una opción válida para el Festival de Jazz. Esta posibilidad parecía subrayarse con el empeño del artista por lucir y tocar el saxo alto. Algo más completo con la armónica, Morrison tampoco tuvo demasiados detalles con el respetable, al que presentó a la banda y, aparte de despedirse, poco más dirigió la palabra. Tampoco ha sido nunca míster simpatía pero lo de hacer algún esfuerzo por conectar con el público se puede llevar adelante también a través de la música, de unas interpretaciones con algo de garra. O, al menos, de uña. De algo que tenga que ver con lo proactivo. Lo que sucedió sobre el escenario God, entre las efigies de Malcolm Young y Tom Petty, desde luego no tuvo mucho que ver con la actitud de los dos desaparecidos artistas. No es que no hubiera algunos momentos buenos, que los hubo, pero en el conjunto se perdían.

Hubo momentos en que en Mendizabala, lo mismo se comentaba un partido de Argentina que se cruzaban frases del ámbito de lo cotidiano, como la compra o el menú para cenar en breve. O incluso había quien bailaba con automatismo, por no decir con desgana. A otros se les agudizaba el ingenio y contaban que el bolo de Van Morrison «está bien, pero sin fuerza, como un gin tónic de ayer». Un concierto que no logró levantar el artista irlandés ni tan siquiera con un himno como el que cantaba en sus años mozos con el grupo Them. Vamos, que mucha paz y poca 'Gloria'.

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