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‘Un andar solitario entre la gente’ de Antonio Muñoz Molina

‘Un andar solitario entre la gente’ de Antonio Muñoz Molina

El autor escucha conversaciones y lee los rótulos de la calle mientras pasea y todo lo relaciona con historias de otras paseantes, de Quincey a Stevenson, Poe y Benjamin

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Domingo, 25 de febrero 2018

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Explicar el argumento de ‘Un andar solitario entre la gente’ es fácil y difícil a la vez. Difícil porque no existe una trama en el sentido clásico. Fácil porque el autor camina por su barrio en algunos momentos, por Nueva York en otros, y mientras lo hace escucha voces, anota los rótulos de la calle, lo que promete la publicidad que encuentra a su paso y lo que lee en los diarios. Y todo eso lo incluye en su relato, enlazándolo con la peripecia de otros paseantes: del Thomas de Quincey pobre y maldito al Walter Benjamin que, como en la historia clásica, huye de la muerte para abrazarla en Portbou; del Poe alucinado al Baudelaire más lírico.

Muñoz Molina ya había hecho algo parecido en ‘Sefarad’, donde entrelazaba historias unidas por el vínculo común de los judíos y su historia en el siglo XX, su viaje hacia ninguna parte cuyo precedente lejano está en su expulsión de España. Aquí sublima el experimento porque acumula muchos más materiales –hay fotos y ‘collages’ insertados en el texto–, que a veces se presentan acumulados: títulos de noticias del periódico, reportajes completos sobre algunos hechos más o menos conocidos, eslóganes publicitarios, reclamos de todo tipo.

Por supuesto, la mirada del autor es lo que guía la narración. Un autor reconocible por los datos que ofrece, aunque más bien escasos. Y por sus ideas sobre lo que cuenta, por esa mirada crítica y noble sobre la realidad, la mirada de quien se va acercando ya a la vejez –lo apunta incluso en un momento– pero aún mantiene algunos ideales construidos con los materiales de la fe y el inquebrantable sentido de la justicia que solo se tiene en la juventud.

‘Un andar solitario entre la gente’ no es una novela al uso. Ni siquiera lo es en su tipografía. Pero ofrece una lectura envolvente, hipnótica, para un lector pausado, que deguste cada frase, cada idea, cada imagen.

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