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Tecnología estadounidense y ‘cerebro’ belga para la última generación en ‘slow motion’.
Lo que la velocidad esconde

Lo que la velocidad esconde

Ver a Márquez rozando el piano con la rodilla a 300 kilómetros por hora requiere de una tecnología exclusiva. En España, solo una empresa la facilita. Está en Álava

Icíar Ochoa de Olano

Viernes, 25 de noviembre 2016, 02:03

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Un golpe certero, bien sea el gancho de un boxeador, el approach de un golfista o el lanzamiento a puerta de un futbolista, desencandena una serie de fenómenos físicos ocultos a nuestros sentidos. Simplemente, ocurren demasiado deprisa como para que el ojo humano pueda recogerlos. La tecnología audiovisual ha permitido el viejo anhelo de la Humanidad de controlar el tiempo para hacerlo añicos y desentrañar qué sucede en las décimas de segundo en que se produce la acción, a menudo las mismas que nos lleva un simple parpadeo. El resultado es un elogio a la parsimonia, la prueba irrefutable de que la lentitud atesora un repertorio de acontecimientos de una belleza tan extraordinaria como inédita. Por ejemplo, el batir de alas del colibrí, de otro modo invisible, o la dramática elegancia de un guepardo a la carrera, imposible de diseccionar a cien kilómetros por hora.

El austríaco August Muger ya descubrió las nutrientes propiedades del slow motion allá por 1904 cuando inventó precisamentre eso, la cámara lenta, un efecto visual que permitía ralentizar una acción de manera artificial al objeto de redoblar el impacto visual o el pellizco emocional. El sector cinematográfico enseguida encontró una mina en esta técnica, que lo mismo le servía para añadir dramatismo a las escenas violentas o sensualidad a las de alto voltaje, que para remarcar el momento crucial del guión, inyectarle solemnidad o añadirle un plus de espectacularidad. La ciencia fue la siguiente en aplicarla para sí con el propósito de analizar el comportamiento de un vehículo en marcha ante un impacto, así como los efectos sobre sus ocupantes, o bien estudiar el pinchazo de un globo lleno de agua o el disparo de una bala. Ahora la industria de la televisión reclama la cámara que todo lo ve para sacar chispas a la parrilla que más réditos le procura, la deportiva.

El juguete en cuestión es una Phantom de factura estadounidense con software belga, el último sistema de ultra cámara lenta, capaz de fraccionar un segundo en 2.500 imágenes -hacen falta veinticinco en ese tiempo para obtener movimiento- y de ofrecerlo con una calidad extrema. Sobran dedos en las manos para contar las unidades que funcionan en Europa. En España, sólo una empresa dispone de esta costosa tecnología. La conforman dos operadores de televisión freelance y se encuentra en la localidad alavesa de Llodio. Que en la última carrera del mundial de motociclismo vieran a Márquez rozando el piano con su rodilla en una curva a 300 kilómetros por hora, o en el reciente derbi madridista a Ronaldo cayendo en un discutidísimo penalty, fotograma a fotograma, se lo deben a Logo 2 Producciones.

Las contracciones de Nadal

«Siempre hemos tratado de innovar en nuestro campo, que es el audiovisual, y esta tecnología descubre un montón de cosas nunca antes vistas por el ojo humano. Por ejemplo, las ondas que dibujan los esquís cuando el esquiador da un pequeño salto, el agua de una piscina convertido en moléculas alrededor del nadador, la red de una raqueta de tenis cediendo ante el impacto de la pelota, la rigidez de los músculos del brazo de Nadal al devolver un golpe o las contracciones de su cara», explica Juan Cruz. El operador lleva retransmitidos ya, junto a su socio, un campeonato del mundo de esquí, el último de hípica, un europeo de natación, una Copa Davis, algunos de los choques futbolísticos que paralizan el país, varios trofeos de pelota e, incluso, dos carreras de camellos en Catar. Él, encuadrando y enfocando en directo las vertiginosas imágenes. El segundo cámara, procesándolas para extraer el jugo invisible.

Cuatro ediciones consecutivas de Moto GP a sus espaldas han dado de sí para mucho. Desde incrementar la afición a este deporte a base de facturar planos asombrosos, hasta proporcionar valiosa información a mecánicos y fabricantes de neumáticos. «Como el famoso spinning, ese fenómeno por el cual, cuando una moto derrapa en una curva, la rueda de atrás gira más rápido que la de delante» y que los competidores fuerzan a menudo para atajarla y poder tomar la recta, expone Cruz. La velocidad ya no esconde nada.

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