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En estas fechas de excesos, no es tan raro recurrir a fármacos como el ibuprofeno o el espidifen para aliviar las resacas.
Ibuprofeno y alcohol, un combinado peleón

Ibuprofeno y alcohol, un combinado peleón

El antiinflamatorio daña la mucosa gástrica y potencia los efectos de la bebida, entre ellos la somnolencia

Ane Urdangarin

Lunes, 26 de diciembre 2016, 00:06

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Quizás ya haya cometido, y disfrutado, del primer exceso navideño. Esa cena de empresa o reunión de amigos en la que se come y bebe más de lo habitual. Una especie de calentamiento para lo que se avecina las próximas semanas, unas fiestas que en buena parte se celebran en torno a una mesa o la barra del bar que deja sus secuelas. En ocasiones, infernales. Cuando ya se sale con la intención de exceder los límites habituales o simplemente la tarde-noche se lía no es tan raro echar mano de fármacos para prevenir o aliviar la resaca. El ibuprofeno es uno de ellos, pero ¿sienta bien con el alcohol? A tenor de lo que explica Juan Arenas, del servicio de aparato digestivo de Policlínica Gipuzkoa, no es que precisamente combinen demasiado bien, especialmente si el consumo del fármaco es habitual, porque puede favorecer afecciones al estómago. Además, potencia los efectos del alcohol.

Volver de juerga, tomar un ibuprofeno y a la cama. Es el remedio que algunos ciudadanos utilizan para  despertarse con menos resaca. Para el médico, se trata de una práctica «exagerada» porque a su juicio existen «medidas preventivas menos dañinas, como hidratarse bien con zumos de frutas, que ayudan a recuperar azúcares. De esta manera posiblemente mejoramos la resaca del día siguiente y evitamos los efectos dañinos de tomar ibuprofeno».

Aunque reconoce que este fármaco, si se toma «con el único objetivo» de mejorar la resaca, funciona. «Disminuye el dolor de cabeza, la cefalea, y las sensaciones al día siguiente son mejores, tanto si te lo tomas al ir a dormir o al levantarte». Aún y todo, «lo ideal» sería recurrir a otro tipo de medidas, como a los zumos, para mitigar la resaca.

Porque este medicamento, que es un antiinflamatorio no esteroideo, no es inocuo. Se piensa que dentro de los fármacos de su familia es el que menos daña el estómago, «y eso no es verdad, porque afecta a la mucosa gástrica», subraya Arenas, quien reconoce que «posiblemente» en gente joven sin ninguna patología «no pasa nada» porque de vez en cuando ingiera un ibuprofeno, «pero no tenemos que tomarlo como algo rutinario porque su consumo crónico sí que puede dar problemas. Si además sufrimos patologías crónicas, no solo daña la mucosa del estómago, sino también la función renal y el corazón, y eso hay que advertirlo». Así que su consumo «no es adecuado» en crónicos, aunque a veces no queda más remedio que recurrir a este medicamento «muy útil para tratar muchas dolencias».

Hay quien de vuelta da una noche de juerga, o nada más levantase, come algo para llenar el estómago antes de tomar ibuprofeno. «La diferencia es la absorción, con el estómago vacío se absorbe más rápido, por lo que el efecto es también más rápido», añade el especialista. En todo caso, el daño sobre la mucosa estomacal «es el mismo».

Menos reflejos

El alcohol y el ibuprofeno interactúan, un hecho «importante» que es necesario saber. El efecto depende del hábito de consumo, pero cuando lo tomamos de manera extraordinaria, el fármaco potencia los efectos de la bebida, explica Arenas. «Entonces, si se toma antes de salir de marcha o en una cena hay que tener cuidado porque potencia los efectos del alcohol, aumenta la somnolencia y disminuye los reflejos. Quizás uno pueda pensar que puede coger el coche porque ha tomado solo una copa, pero ojo, porque el contenido de alcohol en sangre puede ser mayor que el esperado», advierte. Si el consumo es habitual, por una patología reumática, por ejemplo, «aumentan los riesgos de complicaciones gastrointestinales: más gastritis, más úlceras, hemorragias...»

De hecho, el consumo de antiinflamatorios no esteroideos generalmente produce gastritits, una inflamación del estómago, aunque por lo general suele ser asintomática. Si la ingesta es más continuada «se pueden llegar a desarrollar úlceras tanto del estómago como del duodeno, que incluso pueden llegar a sangrar». Es en estos casos cuando es recomendable el uso de protectores gástricos, añade el experto de Policlínica. De fármacos como el archiconocido omeprazol, otro medicamento al que hay que recurrir «cuando está indicado,  como por ejemplo en caso de reflujo gastroesofágico. Es muy eficaz pero tiene sus indicaciones; muchas de las personas que lo toman no lo necesitan», añade.

Hay quien también toma espidifen, «que es ibuprofeno y tiene asociado arginina, lo que hace es que se absorbe más rápido, actúa antes», explica Arenas. ¿Y el paracetamol? «Es distinto. Es un analgésico y antitérmico y no daña la mucosa gástrica. La cuestión es que mezclado con alcohol, sobre todo en dosis altas de paracetamol, hay riesgo de inflamación hepática». No forman un buen combinado.

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