«Observar una pequeña parte del cerebro nos permite identificar el riesgo de demencia»

- Hay algunas cosas atípicas en usted. Hace la tesis doctoral con 50 años, una edad que no es la más habitual para ello. Y, perdone mi ignorancia, yo creía que esto del Alzheimer era cosa de neurólogos.

- Soy radiólogo de Osatek, de Osakidetza y leo e interpreto resonancias magnéticas vinculadas a las demencias cerebrales. Sé que es más habitual hacer este tipo de tesis con treinta años, pero en mi caso surgió así, con más edad y conté además con la dirección de José Félix Martí Massó.

- Él sí es neurólogo.

- Las dos especialidades tienen importancia en este análisis. Eso sí, los neurólogos son altos, elegantes, bien peinados... Los radiólogos somos mucho más normalitos, a veces llevamos la bata blanca más bien como un peluquero, sin ese porte que tienen ellos. (Risas) Cuando llegué a Holanda me di cuenta de que allí ocurría lo mismo, que el neurólogo era el más elegante de mis dos colaboradores. El otro, ya ves, era el radiólogo.

- Y decide orientar su investigación hacia la detección precoz de este mal que tanto nos alarma a todos, el Alzheimer y a hacerlo, además, por una vía que usted dice que la ciencia casi había olvidado: la de las formas del cerebro.

- Lo primero que hay que aclarar es que ahora se sabe que es muy importante conocer lo que ocurre diez o quince años antes de que la persona ya no se acuerde de dónde vive, que se necesita un método que permita actuar con esa antelación para tratar a quienes van a tener demencias como puede ser el Alzheimer. Si nos atenemos a la forma del cerebro vemos que las primeras alertas aparecen de forma temprana, mucho antes de lo que se creía y, por tanto, que el diagnóstico se puede hacer con más antelación. Si tenemos en cuenta, además, que todas las medicaciones son para la etapa previa a que la enfermedad dé síntomas alarmantes, podemos hacernos una idea de lo que puede suponer la detección temprana. Y con métodos de diagnóstico mucho menos agresivos que una punción lumbar y mucho más baratas que un PET, que cuesta miles de euros y que se utiliza sobre todo en oncología.

- ¿Su descubrimiento es un nuevo termómetro para medir el estado del cerebro a partir de los 39 años?

- Los holandeses con los que hemos colaborado fueron los primeros en crear una escala para valorar la atrofia del lóbulo temporal que es donde reside la base de la memoria. Lo hicieron hace 20 años y con 20 pacientes seleccionados de forma exhaustiva. Cortaron el cerebro en rodajas de 5 milímetros para ver en qué parámetros se podía identificar alguna alteración que permitiera diagnosticar que el individuo investigado llegaría a tener Alzheimer.

- Este fue el principio de su trabajo, aunque usted contaba con los datos de todos los voluntarios de Cita Alzheimer, un universo mucho más amplio, 500 personas en total, frente a los veinte holandeses que se sometieron al ensayo de la Universidad de Amsterdam.

- Es verdad, pero sin embargo era como buscar una aguja en un pajar. Pese a todo, está claro que sin ellos hubiera sido imposible esta investigación que, según nos dicen, «es muy prometedora». Estuve más de un año analizando 320 imágenes de lóbulos temporales de 360 voluntarios para establecer unos patrones y agrupar los hallazgos. Poco a poco iban apareciendo más cambios y en estructuras más tempranos que iban demostrando la atrofia del temporal.

- Usted también, como los holandeses, decidió cortar en rodajas los cerebros. Desde un punto de vista teórico, claro.

- Todo fue como un revival, porque la investigación había olvidado la forma del cerebro para la detección precoz del Alzheimer y de otras demencias. Nosotros tiramos de esta posibilidad, analizamos los cambios de forma que experimentaba en estadios tempranos. Hicimos rodajas de 1,25 milímetros de grosor hasta llegar a un área situada en el centro del cerebro, un área de tres milímetros que nos ofreció una información impactante. Porque según su forma y los espacios de líquidos que lo rodean y que adquieren aspecto de burbuja, cada una de ellas indica cómo está envejeciendo el cerebro de esa persona. La sola observación de esa pequeña parte del cerebro identifica a la gente que está en riesgo y puede empezar a activarse un protocolo para dilatar al máximo el proceso.

- Todo el mundo envejece...

- Sí, claro. A partir de los 50 año se pierde volumen cerebral y vemos que existe una degeneración incipiente entre los 61 y los 67 años. El lado derecho del cerebro se atrofia antes que el izquierdo, aunque curiosamente, los cambios en este último, aunque sean menos, se notan más en la vida normal, tienen más influencia. La memoria verbal, por ejemplo, está en el parietal izquierdo. Y es una parte que se ve afectada muy pronto.

- El caso es que usted ha encontrado más grados en la escala de las que se conocían hasta ahora. Quienes saben de esto lo califican como «impresionante».

- Bueno, bueno, hay que seguir investigando. La escala que elaboraron los holandeses tiene cuatro grados y el uno se considera un estadio normal para un cerebro. Nosotros hemos hallado que entre el cero y el dos pasan muchas cosas que hasta ahora se nos pasaban por alto pese a que son indicadores del envejecimiento del cerebro. Por la forma de las burbujas que se generan podemos ver que ese hombre o esa mujer empieza a rendir menos que la gente de su misma edad y su misma formación. Eso nos indica que dos o tres años más tarde empezará a tener algún problema y nos permite empezar un tratamiento que ralentice la degeneración.

- ¿Solo es posible algún tipo de tratamiento en estados iniciales?

- Los fármacos van en este sentido, empezar a tratar a las personas lo antes posible, en cuanto se detecte que algo empieza a fallar, que esas burbujas están cambiando de forma. Me gusta hablar con metáforas y podemos explicar que todas las enfermedades degenerativas se producen porque, partir de una edad, las proteínas van al mismo sumidero, lo que provoca que se atasquen y se mezclen porque no se puede abrir el tapón. La respuesta definitiva sería conseguir quitar ese obstáculo, pero de momento, lo que se trabaja es que la detección precoz permita tratar estas enfermedades en su estado más inicial.

- ¿Bastará con una radiografía o con una resonancia magnética para contar con un diagnóstico?

- Bueno, bueno. Esto es solo un principio, estamos casi en pañales, pero sí podemos decir que tenemos una herramienta eficaz para la detección precoz de las demencias.

El largo camino hacia Holanda y la 'Champions'

El trabajo de Villanúa permitirá poder tener acceso a los datos y a los medios de otros centros de investigación punteros

Quienes conocen a Jorge Villanúa saben que hace un año era imposible arrancarle una sonrisa, que el radiólogo estaba desesperado con su trabajo porque necesitaba más medios. Sabía que había algo que ocurría en esos tres milímetros del centro del cerebro, en un lateral del hipocampo, estaba seguro de que había estructuras que cambiaban de forma... Pero no podía medirlas. «Con una neuroimagen pude hacer los primeros análisis que demostraron que tenía razón, que esos pequeños cambios en el cerebro existían y que provocaban cosas distintas. Se lo mandamos todo al holandés». Villanúa llamaba así a la puerta de un lugar tan puntero como es la Universidad Libre de Amsterdam aun a sabiendas de lo complicado que era que prestaran atención a un mensaje como el suyo. Sin embargo, esa escala elaborada por los holandeses para valorar la atrofia del lóbulo temporal, que es donde reside la base de la memoria, era lo que el radiólogo necesitaba. «Le debí caer bien, porque me dijo que me fuera a Holanda para hacer la medición. Para cuando llegué ya había hecho él la primera y las burbujas que se generaban habían salido por donde tenían que salir. Tanto ellas como los pequeños cambios eran reales».

Allí le sometieron a un tercer grado que superó con creces. Su teoría había distinguido seis pasos intermedios de cambios en el volumen y en la corteza cerebral y cinco eran válidos como indicadores del grado de envejecimiento del cerebro. Con ayuda de su equipo, «son unos máquinas», volvió a analizar y revisar los casos de los voluntarios guipuzcoanos que había seleccionado para su tesis. Tres meses más tarde, la tesis estaba realizada. Jorge Villanúa ha estado en Holanda trabajando, su artículo va a publicarse en las revistas médicas más prestigiosas y, como era de esperar, su tesis internacional ha recibido el cum laude. El gobierno holandés apoya su proyecto. Como dicen en Cita Alzheimer, ha entrado en la Champions League, en el grupo de los elegidos. «Más allá de comparaciones, todo esto implica que podremos tener acceso a más datos y a todos esos medios con los que cuentan, por ejemplo, en Pensilvania».