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Algo huele mal

Algo huele mal

La industria perfumística pierde 949 millones anuales y el 17% de ventas por las falsificaciones. Los médicos advierten además contra sus posibles efectos nocivos

Luis Gómez

Miércoles, 29 de marzo 2017, 01:13

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Las últimas ediciones de los Goya, la gran fiesta del cine español, han enervado a la industria perfumística y cosmética, que ha puesto el grito en el cielo por correr el patrocinio de estas galas a cargo de una compañía dedicada a la elaboración de fragancias de imitación. Oliver Valverde, experto en la comercialización de perfumes artesanos, ha arremetido en innumerables ocasiones contra la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España por elegir esos compañeros de viaje.

«Para quien aún no se haya enterado de la película, estas firmas, básicamente, lo que hacen es aprovecharse del trabajo de un perfumista para ganar dinero a su costa copiando una fórmula en un laboratorio, mediante cromatografía de gases, y produciéndola con una calidad infinitamente peor que la original», revela uno de los narices más singulares de nuestro país.

«Por cuestiones económicas, es imposible que tengan la misma calidad. Son gente que no tiene respeto por la propiedad intelectual, usando una obra ajena sin ningún tipo de permiso, con el único objetivo de hacer dinero. Y los de la Academia lo han consentido. Es ridículo. ¿No les da vergüenza?», se pregunta el fundador y director creativo de Oliver&Co. Este año, en un gesto que ha irritado aún más a los perfumistas, los ejecutivos de la firma patrocinadora, con el beneplácito de unos actores siempre quisquillosos por los perjuicios que les ocasiona a ellos la piratería y las descargas ilegales, se escudaron en que la fiesta serviría de presentación de una fragancia «original».

La rabia de Oliver evidencia el enfado del sector y pone sobre la mesa un grave trasfondo económico. La Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética de España (Stanpa) ha echado cuentas y cifrado en 949 millones de euros anuales el volumen de negocio que se les esfuma. Según datos de la EUIPO (Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea), se dejan el 17% de las ventas anuales. Este porcentaje dobla la media europea -7,8%- y sitúa a España -quinto gran mercado en la UE- como el país más afectado por las falsificaciones. Sólo Grecia aparece por detrás. El gremio engloba a 400 empresas, de las que el 83% son pymes, y ocupa a 35.000 personas, además de generar otros 200.000 puestos indirectos. Las ventas de réplicas de perfumes, cosméticos y productos de higiene personal conllevan, además, la pérdida de miles de empleos en Europa. En concreto, se calcula que las imitaciones han provocado la desaparición de más de 50.000 directos en todo el continente - el 8,1% del total-, y otros 30.000 indirectos por una práctica delictiva que trae de cabeza desde hace mucho tiempo a las marcas de alta gama. Louis Vuitton, el mayor conglomerado del lujo mundial, dedica cada temporada miles de millones de euros para combatir las falsificaciones e intentar acabar con la impunidad de estas «mafias criminales».

Procedentes de Asia

Sin demasiado éxito, todo hay que decirlo, por el momento. Los afectados se sienten indefensos ante «la plaga» de tanta copia barata, procedente especialmente de Asia. Alberto Morillas, el perfumista español más afamado y autor de medio millar de fragancias -muchas de ellas de apabullante éxito, como CK One, Acqua de Giò o 212, de Carolina Herrera- advierte que las imitaciones «matan el arte» y maltratan el negocio. «Yo empleo dos años de mi vida creando un aroma, la compañía invierte mucho dinero en ello y luego sale al mercado una imitación por dos euros que huele mal o incluso lleva ingredientes que son perjudiciales para la piel. Hay mucha polución intelectual», sentencia. Demasiada. Cerca del 10% de las fragancias que inundan un mercado al borde de la saturación son falsas, con los graves riesgos que entraña para la salud de las personas el consumo de unos productos que escapan a todo tipo de controles sanitarios.

Porque esa es otra, pese a los avances conseguidos en los tribunales en los últimos años. A finales del pasado ejercicio, el Tribunal Supremo rechazó el recurso de casación interpuesto por Saphir, Caravan e IAP contra la sentencia de la Audiencia Provincial de Alicante que les obligó a dejar de usar y comercializar las marcas del grupo Puig e indemnizar a esta compañía al considerar que incurría en competencia desleal . El fallo ratificó como ilegal la imitación de perfumes de marcas renombradas y la correspondiente identificación en los expositores. La patronal acogió con «satisfacción» la decisión e interpretó que «reafirmaba definitivamente la ilegalidad» de este modelo de negocio. Stanpa pidió también a la sociedad que actuara con «coherencia y ética» para erradicar «el parasitismo». Su directora general, Val Díez, incidió en la relevancia de la sentencia y lamentó el «importante grado de penetración de Saphir» en diferentes canales de venta, «algunos con reputación para el consumidor», como cadenas de supermercados y farmacias, aunque también en tiendas de conveniencia y bazares chinos.

Este fallo se sumó al cerco de la Justicia francesa, que imputó por plagio a la empresa española Equivalenza, acusándola de un delito contra la propiedad industrial. En un alarde de demagogia, afirmó que su objetivo era «democratizar el perfume» y dar acceso a los consumidores a «productos de alta calidad a un precio razonable» en un mercado que dispone de «fuertes márgenes comerciales» y sometido a un «oligopolio muy rentable».

Pero lo peor es que los consumidores, atraídos por el bajo precio y el desconocimiento, ignoran los peligros de los perfumes más falsificados. Todos están preparados con sustancias químicas tóxicas. Stanpa solicitó un análisis de los productos falsos para constatar la nocividad de sus ingredientes y los resultados fueron demoledores. Frente a los más de 80 componentes que lleva una fragancia auténtica, algunas copias no poseen más de 20 ó 25, «y en muchos casos diferentes del original», sostienen los expertos. Contienen también gran cantidad de agua como base -hasta un 50%- y etanol industrial o de baja pureza como disolvente. En muchas de las muestras analizadas que se pueden encontrar en cualquier puesto callejero se hallaron compuestos prohibidos como el etilenglicol.

Y no sólo eso. Los especialistas médicos alertan de que todas estas imitaciones carecen de protección UV (UltraVioleta), dando lugar a casos de fotodegradación, dermatitis, reacciones alérgicas, manchas en la piel, irritaciones, acné, psoriasis, erupciones... «Y eso en los supuestos menos graves. El principal problema no es que el cliente tire el dinero, sino que estos perfumes se fabrican en instalaciones ilegales. Los ingredientes no pasan ningún control de calidad ni respetan las medidas de evaluación de seguridad que establece el Reglamento Europeo de Cosméticos, algo grave en un producto que está durante horas en contacto con nuestra piel», afirma Carmen Esteban, directora técnica de Stanpa.

Arsénico y cadmio

«Mis primeras pruebas las hacía en la cocina»

  • perfumista de éxito

  • Oliver Valverde es una de las grandes realidades de la industria perfumística española. Por eso rara vez sus críticas suelen caer en saco roto. Se inició en este mundo con la idea de elaborar velas para vender en los mercados de artesanía. «Mis primeras pruebas y productos los hice en mi cocina», recuerda. Durante ese tiempo, descubrió materias primas «maravillosas». «Fue como una revelación. Sentí como si este mundo me hubiera estado esperando». M.o.u.s.s.e, su favorita, lleva como principal ingrediente el musgo de roble, aunque también incorpora sándalo de Mysore, clavo de Madagascar, absoluto de lavanda, piel de lima mexicana, menta, aldehídos, cardamomo de Guatemala y ámbar gris. «Me gusta sentirme completamente libre cuando elijo un nombre o los ingredientes», relata. De ahí su rechazo al gremio de los actores por el «nulo» respeto que han mostrado a los que viven de la fabricación de «obras propias; parece que los de la Academia de Cine no piensan que un perfume también es una obra de arte, tan válida como una pintura, una película o una pieza musical», remata.

La impunidad con que operan estas mafias ha llevado incluso a actuar a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y su socio, el Centro Nacional de Derechos de la Propiedad Intelectual. Estados Unidos ha dado un toque de atención a Europa sobre la necesidad de estrechar la cooperación y reforzar los controles con unos informes escalofriantes: muchas fragancias, lápices labiales y rímel contienen «a menudo» altos niveles de aluminio y bacterias.

Bastantes de estos productos se rellenan con agentes carcinógenos conocidos, como arsénico, berilio y cadmio. «Los perfumes falsificados incorporan Di (2-etilhexil) ftalato (DEHP)», un carcinógeno que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) clasificó como uno de los químicos tóxicos conocidos más letales para los humanos. Otro de los hallazgos más alarmantes del informe del FBI es que algunos de estos perfumes y colonias ilegales llegan a hacerse «hasta con orina, lo que puede conducir a una erupción cutánea grave e incluso infecciones oculares». El comunicado policial revela un secreto a voces en el sector: «Las personas o grupos de traficantes que distribuyen estos perfumes suelen utilizar las ganancias para otras actividades ilegales».

Val Díez, doctora en Farmacia y principal ejecutiva de Stanpa, confía en que los fallos judiciales sirvan para estrechar aún más el control sobre las firmas que están actuando al margen de la ley, ya que están jugando con la salud de muchas personas: «No puede ser que haya empresas que se aprovechen de la reputación de compañías del siglo XXI para desarrollar un modelo de negocio del siglo XIX» .

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