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Esta madrugada a las dos serán las tres.
¿Por qué unos países cambian la hora y otros no?

¿Por qué unos países cambian la hora y otros no?

Hay un estado europeo que siempre tiene el horario de invierno... Si hiciésemos lo mismo no disfrutaríamos de esas tardes tan largas de primavera, pero desde el punto de vista de la salud sería mejor

Yolanda Veiga

Sábado, 25 de marzo 2017, 02:37

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Si ha veraneado alguna vez en Galicia le habrán sorprendido tardes infinitas en el mes de julio, con luz del día hasta las once de la noche. El efecto es especialmente llamativo para los vecinos del Mediterráneo, donde anochece antes. No hay más misterio que la posición geográfica, mil kilómetros largos que nos hacen contemplar el atardecer de otra manera... más bien a otra hora. Pero hay otra circunstancia que no tiene que ver con la naturaleza. El cambio de hora, una decisión política apoyada en el argumento universal del aprovechamiento energético.

Hoy de madrugada cambia la hora y a las dos serán las tres. El efecto más inmediato va a ser que esta noche dormiremos menos pero el domingo disfrutaremos de una tarde más larga. La sensación es que habrá más horas de luz, pero no es verdad, tendremos las mismas que hoy pero repartidas de distinta manera: la hora extra que ganaremos de siete a ocho de la tarde la perderemos por la mañana.

España adelanta esta noche el reloj, igual que casi todos sus vecinos europeos. Salvo uno, Bielorrusia, que mantiene todo el año el horario invernal, igual que Rusia. Y por ahí parece que viene la motivación. «La balanza comercial bielorrusa probablemente está condicionada por Rusia, por eso Minsk y Moscú tienen la misma hora. Lo que le 'aleja' de otros vecinos fronterizos o cercanos. Letonia, Lituania y Ucrania, que están en la misma franja geográfica que Bielorrusia, tienen una hora menos en invierno y Polonia dos», explica Gonzalo Prieto, editor del blog 'Geografía infinita', que ha dedicado un post a los países que cambian la hora y los que no.

Visto el 'mapa' en líneas generales puede afirmarse que lo del adelanto horario (y el retraso, en otoño) es «una costumbre europea y norteamericana» porque Estados Unidos y Canadá también lo hacen, con algunas excepciones. «En Estados Unidos lo hacen todos los estados menos Arizona y Hawai. En Brasil también hay una parte del país que la cambia y otra no y lo mismo sucede en Australia», cuenta.

De la misma manera que «hay zonas que nunca han cambiado la hora, como la mayoría de África, el sudeste asiático, Venezuela, la península arábiga...», se dan casos de países que lo han hecho antes y ahora han dejado de hacerlo. Chile, por ejemplo. «El Gobierno chileno anunció en enero de 2015 que iban a mantener el horario de verano inalterado. Alegaron que durante el invierno tendrían más luz, que mejoraría la calidad de vida de sus habitantes y que se haría un mejor uso de la energía, que es un argumento que utilizan tanto los que están a favor de mover las manecillas como los que no». Pero en el caso de Chile, apunta Prieto, «parece que una razón de peso ha sido que todos los países que le rodean, Argentina, Perú, Bolivia, tampoco cambian la hora. Y tener la misma hora que los de alrededor facilita mucho las cosas, sobre todo cuando hay relación comercial».

Es complicado trabajar con Portugal

A propósito de esto Prieto rescata el caso contrario, el de España y Portugal, dos países unidos por la frontera y separados por el reloj, ya que el Lisboa tienen una hora menos que en Madrid.

En realidad están en hora ellos, no nosotros, que hace sesenta años adoptamos un horario que geográficamente no nos corresponde. Tendríamos que tener el de Reino Unido (y el de Portugal), pero tenemos el de Alemania porque Franco mandó abandonar en los años 40 el huso horario original para alinearnos con los alemanes: «El 80% de la superficie de España está al otro lado del meridiano de Greenwich y no estamos ajustados al huso de esa franja».

¿Y cómo afecta este desfase horario a las relaciones con los países vecinos?

Como en Portugal tienen una hora menos, dificulta los negocios entre ambos países. Imaginemos que dos empresas, una radicada en Madrid y la otra en Lisboa, trabajan juntas y tienen un horario de 8.00 a 15.00. Todos los días habrá dos horas en las que una de las firmas se vea obligada a trabajar en solitario porque cuando empecemos a trabajar los españoles los portugueses estarán todavía en la cama. Y al revés, cuando acaben ellos hará una hora que nos hemos marchado a casa.

Más allá de estas inconveniencias en las cosas del trabajo, hay otra que tiene que ver con la salud. «No es bueno apartarnos tanto de la naturaleza, nos hemos alejado del ritmo del sol». Lo dice el doctor Ezequiel Pérez Campos, del Hospital Asociado Universitario de Requena (Valencia), por la hora de desfase que tenemos todo el año y por la que le vamos a añadir esta misma madrugada. «Desde mañana tendremos un adelanto de dos horas respecto a la hora solar y eso no es bueno para el organismo».

Aunque reconoce que las tardes más largas «dan alegría», desde el punto de vista médico -no social- su consejo sería «no cambiar nunca la hora». «No me atrevo a decir que estar adelantando y atrasando el reloj cada seis meses dé lugar a patologías severas, pero sí genera algunos inconvenientes». Cita el especialista «el cansancio, la irritación», que probablemente suframos los próximos «dos o tres días». Y que notarán «especialmente los bebés y los niños, que verán alterados sus ritmos de comida y sueño».

Al disponer de una hora menos para dormir esta noche el cambio será más brusco que el de otoño, aunque la sensación es que ganamos. «Adelantar el reloj nos cuesta más, pero nos gusta más porque la sensación es que ya ha llegado el verano».

El cambio se va a notar de siete a ocho de la tarde, la hora de luz diurna que añadiremos desde este domingo. ¿Para qué la podemos aprovechar?

Es una hora excelente para salir a correr o a caminar unos kilómetros porque ya no hace calor pero tampoco está frío. El deporte nos ayudará a oxigenar los pulmones y a liberar las tensiones psicológicas del trabajo.

La otra cara de la moneda es que nos levantaremos para ir a trabajar y será todavía noche.

Sí, a las siete de la mañana no habrá amanecido todavía, y eso siempre deprime un poco, te deja como sin ganas. Pero es una pérdida de luz que tenemos asumida.

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