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Mata-Hari.
Mata-Hari, 100 años del ocaso del sol

Mata-Hari, 100 años del ocaso del sol

Se cumple un siglo de la detención en París de la holandesa Margaretha Geertruida Zelle, la más legendaria espía de la Historia

mikel mata

Jueves, 16 de febrero 2017, 02:23

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El 13 de febrero de 1917 significó el principio del fin de una figura sin igual, que acabaría siendo juzgada, condenada a muerte por alta traición y ejecutada por fusilamiento ocho meses después, el 15 de octubre de 1917, en plena campaña de la Primera Guerra Mundial (1914-18).

A pesar del mito que la rodea, Mata-Hari no fue ni mucho menos una buena espía. Las investigaciones biográficas llevadas a cabo tras su muerte han demostrado que no era más que una bailarina exótica con aires de grandeza que merced a sus mentiras, vida libertina y capacidad de seducción hacia los militares, diplomáticos y demás personajes influyentes de la época, logró fabricarse un personaje que se convertiría en el icono sexual de su tiempo y cortesana de lujo. Ello le permitió disfrutar de contactos en las más altas esferas de la política europea que, a una persona narcisista como ella, la llevaron a creerse intocable y a entrar en un juego del que no supo calibrar los peligros. Un error que la llevó ante un pelotón de fusilamiento a los 41 años.

Margaretha Geertruida Zelle nació en la localidad holandesa de Leeuwarden el 7 de agosto de 1876. Hija de un sombrerero de éxito, creció en el seno de una familia acomodada. Pronto dio muestras de su obsesión por los militares. «Amo a los militares. Los he amado siempre y prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico», llegó a decir. Se casó a los 18 años con un oficial holandés 20 años mayor que ella, Rudolf 'John' MacLeod, a quien conoció porque este publicó un anuncio en un periódico buscando esposa. Con él se trasladó a las Indias Orientales, en concreto a la actual Indonesia, donde aprendió las danzas y artes amatorias de la región que posteriormente la harían famosa en Europa.

Su estancia en la colonia holandesa no fue feliz. La muerte de su hijo pequeño Norman llevó a su marido a la bebida y, ya de vuelta en Europa, a la separación de la pareja cinco años después de casarse y a que ella perdiera la custodia de su hija mayor, Louise.

Margaretha se estableció entonces en París, donde supo aprovechar los rasgos indianos heredados de su madre, de ascendencia javanesa, y su dominio de las danzas orientales, para presentarse como una suerte de princesa de Java hija de un sacerdote budista experta en bailes exóticos. Su gran belleza para los cánones de la época y su falta de pudor para contonearse semidesnuda pronto la catapultaron hasta convertirse en la reina de los salones de París de la Belle Epoque bajo el sobrenombre de Mata-Hari, que significa sol en malayo (literalmente, ojo del día).

La fama de Mata-Hari pronto se extendió por toda Europa. Viajó por todo el continente, relatando diferentes versiones de una vida tan enigmática y fascinante como inventada. La mezcla de exotismo y misterio, unida a su belleza natural y a sus destrezas en las prácticas amatorias le permitieron mantener romances con numerosos militares, diplomáticos, políticos y funcionarios de alto rango en las principales capitales: París, Berlín, Montecarlo, Madrid... Esas complicidades labradas durante años permitieron que, a medida que pasaban los años y mermaba su encanto físico, su faceta como bailarina fuese dejando paso a otra como cortesana y protegida de sus amantes.

El estallido de la I Guerra Mundial en 1914 le pilla en Berlín, donde, al igual que en París, Mata-Hari goza de contactos en las más altas esferas militares y políticas. Un hecho que en esa etapa crucial de la Historia no pasa desapercibido. Así, uno de sus amantes, el cónsul alemán en Ámsterdam, Eugen Kraemer, quien también era el jefe de los servicios secretos alemanes, le ofrece importantes sumas de dinero a cambio de conseguir información del bando francés.

Dicho y hecho, Mata-Hari se convierte en la agente H-21. Por ambición, amor o inconsciencia, en 1916 decide asimismo convertirse en agente doble y trabajar también para los franceses. La versión más romántica sugiere que la bailarina estaba enamorada de un joven oficial ruso, que le habría pedido espiar para París al embajador alemán en España. Otros historiadores sostienen que simplemente se tomó el espionaje como un juego, sin ser consciente de las implicaciones y riesgos que conllevaba.

Sea como fuere, y dado que en contra de la leyenda que la rodea, Margaretha no era todo lo buena espía que requería un conflicto de la envergadura de la Gran Guerra, las autoridades francesas comenzaron a vigilarla hasta detenerla el 13 de febrero de 1917 bajo la acusación de alta traición.

Convencida de que sus encantos le abrían cualquier puerta y le alejaban los problemas, en el momento de su captura Mata-Hari pidió que antes de llevarla presa le dejaran tiempo para ducharse y cambiarse. Aceptada la solicitud, a los pocos minutos se presentó ante sus captores desnuda y ofreciendo bombones. Pero esa vez el recurso a su cuerpo no fue suficiente.

Mata-Hari fue juzgada acusada de espionaje, alta traición por servir a los servicios secretos alemanes y, en consecuencia, haber sido la responsable de la muerte de miles de soldados galos. En un juicio sumarísimo en el que no se presentaron pruebas concluyentes, fue condenada a muerte. Durante el proceso, en el que salieron a la luz sus relaciones íntimas con altos cargos de uno y otro bando, pronunció la que es su frase más célebre: «¿Una ramera? ¡Sí!, pero una traidora ¡jamás!», con la que alegaba que ella se acostaba con los militares por placer, no por deber.

Fue fusilada el 15 de octubre de 1917 en el castillo de Vincennes, cerca de París. Fue provocadora hasta el último minuto. No permitió que le vendaran los ojos, y lanzó un beso de despedida a sus ejecutores. De los 12 presentes, solo 4 acertaron a impactar su disparo en su cuerpo.

La noticia recorrió toda Europa. Adiós a la 'femme fatale' por excelencia, a la reina de la sensualidad y el erotismo, a la gran conocedora de las intrigas y secretos de una Europa dividida y en descomposición... El sol de Oriente se apagó.

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