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El 77% de los usuarios de teléfono inteligente padece nomofobia, miedo a quedarse desconectado.
¿Eres adicto al móvil y no lo sabes?

¿Eres adicto al móvil y no lo sabes?

Los psicólogos equiparan la adicción al teléfono con la ludopatía o el alcoholismo. Hay chavales de 12 años que miran 450 veces el móvil al día... pero existe terapia para tratarlo. Una técnica habitual es empezar con «periodos de abstinencia». ¿Qué tal un fin de semana desconectados?

Yolanda Veiga

Jueves, 9 de junio 2016, 18:08

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Una madre llama a su hijo de 11 años por teléfono a mediodía: '¿Qué has comido hoy en el colegio?'. Pues un día lentejas, otro arroz, otro menestra... porque la llamada se repite todos los días, casi invariablemente a la misma hora. Ya es por la noche y un hombre, un alto ejecutivo que nunca desconecta el móvil del trabajo, se levanta de madrugada al baño. 'Voy a echar por si acaso un ojo al teléfono... Vale, no hay mensajes, no ha pasado nada'. También es una rutina, adquirida hace ya años, afianzada cada día... aunque jamás ha recibido un aviso del trabajo durante la noche. Ahora es un chaval, un adolescente de 16 años, que está en casa, comiendo con unos padres con los que apenas habla. En lo que tardan en comer mira tres o cuatro veces el teléfono, chatea con los amigos. «¿Que qué problema tengo...? ¿Ninguno, no? Yo estoy conectado todo el día, vale, pero mis amigos también».

Son tres situaciones reales. Ahora bien, ¿son normales y podría ser usted el protagonista o le resultan excepcionales, llamativas e incluso preocupantes? En función de la respuesta, el diagnóstico. Y un porcentaje amplio de los que estén ahora mismo leyendo este reportaje se encontrarán con una inesperada sorpresa: sufre nomofobia, que viene de la expresión inglesa de 'no-mobile-phone phobia' y que se traduce en un miedo incontrolable a salir de casa sin el teléfono. ¿Ha regresado alguna vez a casa a por el móvil, o ha sentido angustia porque se ha quedado una tarde entera sin batería? Pues de eso hablamos.

Y hablamos de algo común porque el 77% de gente con teléfono inteligente padece nomofobia. El dato lo recoge un estudio encargado por el Programa Desconecta, un instituto psicológico que cuenta con expertos en adicción a las nuevas tecnologías. En noviembre preguntaron a un millar de españoles de entre 10 y 60 cuándo y cómo utilizaban su teléfono. La conclusión general sería 'mucho y mal'.

Y adjuntan un ramillete de datos que avalan la teoría: los niños de entre 10 y 14 años que tienen móvil lo consultan cada 15 minutos y un 6% lo mira 450 veces al día, exactamente cada tres minutos. «El dato es real, lo que no es normal es que ocurra, ¿cómo puede ser que un chaval tan pequeño toque tantas veces el móvil, qué estamos haciendo mal para que esto pase y no nos parezca alarmante?», se pregunta Marc Masip, director de este programa. Y aporta otros datos: el 45% de las chicas de entre 18 y 24 años lo usa mientras está en el servicio, el 65% de los adultos de 46 a 60 años duerme con él encendido, el 11% de los adolescentes de entre 15 y 17 años ha enviado a través del teléfono imágenes de contenido sexual... «Lo hacen porque nadie les ha dicho que no pueden hacerlo, no estamos formando a los jóvenes en el peligro que tiene enviar una imagen de carácter sexual».

Algunos acaban yendo a terapia. «El perfil es un adolescente de entre 12 y 17 años que va mal en los estudios, tiene baja autoestima, le cuesta salir de su habitación, discute mucho con sus padres y si le quitas el móvil muestra agresividad. Aquí se lo hemos quitado y algunos chavales lloran, sufren ataques de ansiedad. Los padres vienen perdidos, te cuentan que les compraron un móvil para saber que su hijo estaba bien, por si tenía problemas para que llamara... Y eso es estupendo porque resuelve el problema del nerviosismo de los padres, pero los chavales, que son unos chantajistas de alta gama, quieren conexión a internet, WhastApp porque tienen los demás... y los padres acaban accediendo».

¿A qué edad hay que comprarles el primer móvil?

Bajo ningún concepto antes de los 16 necesitan un teléfono con internet. Uno de llamadas, cuando se necesite porque el colegio está lejos, porque los padres trabajan hasta tarde... aunque si ves a un chaval de 6 ó 7 años con móvil es que algo falla en esa familia.

En las terapias del Programa Desconecta tratan a una mayoría de adolescentes, que sigue un tratamiento de entre seis meses y tres años. «Es como cualquier otra adicción, aunque la infravaloremos. No ingieres el teléfono como ingieres una droga, pero cambia tu estado de ánimo, tus reacciones, tu manera de relacionarte...

¿La solución es quitarles el móvil?

No, abogamos por el buen uso.

Aunque a veces la solución viene por ahí, por la prohición... aunque sea temporal. Enrique García Huete, director de Quality Psicólogos, recomienda a sus pacientes «periodos de abstinencia». «Les preguntamos: '¿qué pasaría si te quedaras un fin de semana sin móvil?'».

¿Y qué pasa?

La mayoría de la gente reacciona con angustia.

Ahí está la línea roja, advierte el especialista: «Que se te olvide el móvil un día en casa ocasiona una pequeña molestia a cualquiera. Yo mismo tengo tres direcciones de correo electrónico que consulto a través del teléfono y además, no nos sabemos los números de memoria como antes, cuando usábamos los fijos y te aprendías media docena, los importantes. Pero otra cosa es que ese olvido del móvil te genere ansiedad, ideas obsesivas, falta de concentración. Hay gente que es capaz de dejar el trabajo para irse a comprar uno nuevo, o volver a casa. Es algo similar a la ludopatía, interfiere en las áereas cerebrales del placer y genera síndrome de abstinencia. Además, el móvil posee esa característica de la inmediatez. Antes tu familia salía de viaje y hasta la noche que llegabas a casa no podías hablar con ellos para ver qué tal habían llegado y durante todo el día estábamos tranquilos. Ahora llamamos e inmediatamente sabemos por dónde van, a qué hora llegan... Esa inmediatez refuerza la dependencia».

Una dependencia que los psicólogos equiparan a la del bebedor con el alcohol. «Yo puedo beber un vinito todos los días, incluso pillarme un día un 'globillo', pero si todos los días tomo más cañas de las habituales... Con las personas adictas al móvil tratamos de hacer lo que vendría a ser un 'beber controlado' en el caso del alcohol. Con el móvil no se puede recetar la abstinencia total». ¿Y cómo se hace un uso controlado? Enrique García Huete cuenta el caso del ejecutivo que nombrábamos al principio. «Tenía tres móviles, uno para la familia, otro para los amigos y otro para el trabajo que nunca desconectaba, dormía con él en la mesilla. Me decía: 'Lo miro incluso cuando me levanto a hacer pis por la noche'. Lo entiendo en un médico de urgencias que está de guardia, pero este hombre acababa a las seis de la tarde de trabajar y hasta las nueve de la mañana del día siguiente no empezaba de nuevo ni recibía llamadas de trabajo, así que no había razón para estar conectado a todas horas. En casa le dieron un toque porque había llegado a una actitud del compulsión con el 'tic'. Miraba el móvil aunque no hubiera llamado nadie ni hubiera sonido o pitido que anunciara un mensaje».

El psicólogo empezó proponiéndole que no lo consultara durante la noche, luego que limitara el uso del teléfono familiar a una o dos veces al día, «porque si pasaba algo la familia le podía avisar al del trabajo, que estaba siempre encendido» y acabó por sugerirle no mandar mensajes al móvil que compartía con los amigos más allá de una hora. «Uno de los elementos de angustia que presenta la gente es que les escriba alguien y no respondan al instante». Este ejecutivo estuvo ocho meses en terapia, con resultado satisfactorio. «Llegó altamente motivado y era una persona inteligente que se dio cuenta de que se le había ido de las manos».

Los adolescentes, sin embargo, no son siquiera conscientes de que tienen un problema. «Llegó un chaval nada motivado, vino con los padres, que estaban preocupados porque chateaba de noche, no hablaba con ellos... Lo primero que hizo al entrar en la consulta es sacar el teléfono y ponerse a escribir. Tenía 16 años y ninguna conciencia de que su uso del móvil era un problema. Me decía: 'Pero si yo estoy chateando, es que hay alguien que está hablando conmigo, haciendo lo mismo que yo'. Me recordó al bebedor que busca alidos: 'Venga, otra copita'. Al final se llegó a un acuerdo para poner unas normas de uso del móvil dentro de casa, fuera libertad absoluta».

Los psicólogos insisten en que la educación es fundamental y preventiva. «Debe haber una cosa consensuada en el entorno más próximo al chaval. No puede ser que todos los niños de la clase tengan móvil y el tuyo no. Porque luego son los mismos padres los que a veces potencian esa dependencia». Vuelve Enrique García Huete a uno de los ejemplos del principio del reportaje, el de la madre que llama a su hijo por teléfono todos los días para preguntarle qué ha comido: «No es adecuado, es un exceso de control. ¿Qué va a deducir ese niño? Pues que si su madre le llama todos los días sin necesidad él también puede llamar cuando quiera».

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