Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Yolanda Veiga
Domingo, 13 de marzo 2016, 01:16
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Es probable que Rubén (nombre ficticio) esté ya a punto de acabar Ingeniería, o Informática o lo que sea que haya elegido. José Antonio Luengo le perdió felizmente la pista después de la terapia. Este especialista en Psicología Educativa y ex Defensor del Menor de Madrid se encontró en la consulta con un adolescente acosador. «Era un chaval excepcional y siempre había sacado buenas notas. Pero los compañeros le aislaban en el instituto y le acribillaban a insultos por Messenger. Un día empezó a suspender y a contestar al profesor. Y ese día dejaron de acosarle. '¡Cómo molas, qué valiente has sido, ese profe es un imbécil!', le dijeron. En casa empezó también a levantar la voz y sus padres, al darse cuenta del cambio, le trajeron a terapia. Rubén me dijo que había tenido que elegir entre el éxito académico y el social y que prefería acosar que ser acosado. Le daba igual que sus padres le castigaran porque ese castigo, comparado con el que había recibido antes de sus compañeros, era insignificante. Estuvo con ayuda psicológica medio año y acabó convertido en el defensor de los acosados. A la gente que antes le insultaba les dijo: 'Ya no me hacen daño vuestros insultos'. Y le respetaron. No tuvo ni que cambiar de colegio». A Sara (tampoco es su nombre real) le costó más. Otra buena estudiante, bien proporcionada físicamente, una niña de 12 años como cualquier otra. «Pero un día unas chicas empezaron a decirle que tenía los muslos gordos, que llevaba ropa fea... La imagen que tenía de sí misma se derrumbó y cayó en la anorexia. Le costó salir».
Casos como el de Rubén y el de Sara, con ese final u otro, hay decenas en las aulas de los colegios de Euskadi cada año. No es una manera de hablar: el curso pasado se identificaron 67 casos de 'bullying' en escuelas del País Vasco, lo que viene a ser uno cada dos o tres días de clase. El año anterior fueron más, 86, y 89 el otro... hasta 509 en los últimos ocho cursos, según los datos del Gobierno Vasco, que cifra en casi 370.000 el número de chavales matriculados este año. El grupo de edad donde mayor incidencia de bullying hay es el del primer ciclo de la ESO (12-13 años) y representan el 35%. Una ligera mayoría (54%) son chicas y la agresión física es la forma más habitual de bullying, seguida del insulto, la exclusión del grupo, las amenazas y, en una proporción muchísimo menor, el acoso sexista. Veintidós chavales fueron cambiados de clase.
«Es demoledor. Hay más de medio millar de niños vascos que se acuestan pensando: 'mañana tengo que ir a ese infierno'». Un infierno en el que han vivido 509 niños vascos y al que muchos más se han asomado. Porque denuncias en estos ocho años ha habido más: 1.284, aunque 'solo' el 39,4% fueron «identificadas como casos acoso». Al observar la progresión resulta llamativo el incremento de las denuncias, que fueron 108 en 2007 y 268 el año pasado. Con una diferencia a apuntar. De todos los casos denunciados en 2007 el 54% fueron calificados como acoso, mientras que este último curso se han definido así el 25%.
'Yo a eso no juego'
. Es el título del informe sobre acoso escolar que ha publicado Save the Children y que dibuja el mapa escolar del bullying en España. Según sus datos, un 5,3% de los alumnos vascos confiesa haber sido agredido en alguna ocasión y un 1% sufre «acoso frecuente». Son cifras tremendas pero muy por debajo de la media. Solo Navarra y Cantabria, con un 5,2% y un 5% de casos, respectivamente, tienen tasas menores. En Murcia y Andalucía es donde se han detectado más casos, un 11%, y la media española dice que un 8,1% de los alumnos ha sido acosado alguna vez en su vida y un 1,2% lo sufre de manera frecuente. Los responsables de la ONG han preguntado a niños acosados por qué cree que les pegan o les insultan 'Por molestarme', 'por mis características físicas', 'porque me tiene manía', 'por las cosas que me gustan (cine, música, libros, juegos)', 'para gastarme una broma', 'no lo sé', 'por mi color de piel, cultura o religión', 'para vengarse de mí', 'por mi orientación sexual', 'porque le provoqué'.
«Se ha producido un efecto péndulo», explica Luengo. «Hace años cuando nos enterábamos era tarde. Entonces empezamos a decir a los niños y a los padres que hablaran de ello, que denunciaran... y por eso ahora hay tantos falsos positivos, hay una mayor sensibilización con este tema. Hay padres que ven a su hijo triste, que dice que no quiere ir a la escuela, que duerme mal... y pueden interpretar legítimamente que está siendo acosado y lo denuncian. Otros les dicen: 'Hijo, si te agobias en clase o los compañeros se meten contigo, dínoslo'. Y algunos niños no saben diferenciar qué es un conflicto pasajero y un caso de acoso. Cuando uno dice: 'no me dejan jugar al fútbol' puede significar que se ha enemistado con los amigos de forma pasajera o que le están aislando. Es importante diferenciar y eso nos cuesta hasta a los profesionales, así que ¡cómo no les va a costar a los padres que, lógicamente, están preocupados!».
El experto dibuja esa frontera atendiendo al grado de violencia, el tiempo que dura, la intencionalidad... «Una cosa son las rencillas y los enfados que se pasan en unos días y que son necesarios para que el niño desarrolle sus habilidades sociales. Y otra cosa bien distinta es el acoso, la violencia ejercida de manera gratuita, con intención de hacer daño, mantenida en el tiempo y que recrea una jerarquía de poder». Distinguir una cosa de otra es complicado así que, de entrada, no hay que descartar ningún caso. «Los profesores no pueden decir eso de 'son cosas de chicos', 'eso ha pasado siempre'... Hay que erradicar esas frases del lenguaje. Estamos obligados a escuchar al niño, a observar lo que ocurre en el patio, no podemos hacerle sentir rechazado o tonto, ni que pase por el chivato de la clase».
- Defiende que las rencillas entre amigos ayudan al desarrollo del niño. ¿Cómo?
- Desde que nace el niño vive una experiencia basada en el egocentrismo, crece con la idea asentada de que todo gira a su alrededor y que todo le va a ser beneficioso. Decimos que los niños son egoístas, pero lo que son es egocentristas. El niño empieza jugando solo, luego al lado de otros iguales pero sin interaccionar y a partir de los 3 o 4 años ya empieza la interacción: 'Yo pongo esta pieza, tú aquella'. A partir de ese momento es cuando tiene que empezar a aprender a ceder y a perder. Y eso lo aprende cuando vive conflictos. Cuando pierde al baloncesto y se enfada y se lleva el balón a casa y los demás se ríen. Al día siguiente regresará y pedirá perdón o asumirá que igual vuelve a perder y que no tiene sentido llevarse el balón. Esas pequeñas peleas le aportan nutrientes de resistencia a la frustración. Son necesarias, pero otra cosa es cuando se convierten en injurias, vejación... Hablamos de cosas mayores.
En la mayoría de los casos denunciados por los alumnos vascos se incrementó la vigilancia en el colegio y uno de cada 23 estudiantes acosados fueron llevados a otra clase distinta, medidas necesarias pero insuficientes. La respuesta, insisten los profesionales, debe empezar por la educación. En clase y en la sociedad. «Vivimos en un mundo que vende valores como la solidaridad pero que luego no los trabaja y, sin embargo, publicita comportamientos de arrogancia y chulería», critica Luengo.
El perfil del acosado
- De las 1.284 denuncias por acoso escolar presentadas en los últimos ocho años en Euskadi, 694 eran chicas (54%) y 590 chicos (46%).
- Hasta 449 tenían 12 o 13 años, 291 tenían 10 o 11, 195 tenían entre 14 y 15 años, 190 entre 8 y 9 años, 77 tenían 6 o 7. También hubo 40 casos de menores de 5 años y 35 de mayores de 16.
- A partir de 2013 se empieza a estudiar el 'ciberbullying' y se detectan 26 casos en el curso 2013/14 en el País Vasco y otros 16 en este último.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.