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Interior de la berlina Mercedes AMG.
Lo que se siente a los mandos de un coche con 585 caballos

Lo que se siente a los mandos de un coche con 585 caballos

EL CORREO prueba una espectacular berlina Mercedes AMG con prestaciones de competición que cuesta 150.000 euros

Sergio Eguía

Martes, 17 de noviembre 2015, 02:11

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Parafraseando al mayor genio que en la España democrática ha sido, a Jesulín, un coche de 585 caballos es como..., como un toro, ¿no? Es hermoso. Es peligroso si se le tienta sin sentido. Es, por qué no decirlo, y en dos palabras, im-presionante. Esta semana hemos tenido la suerte de poder probar uno gracias a Ondo, el concesionario de Mercedes Benz en Vitoria. En concreto hemos conducido el E 63 AMG Estate, que forma parte de la caravana Dream Cars que recorre los principales puntos de venta de la marca de la estrella en España y que en unos días hará escala en Bilbao. Se trata de una berlina familiar con todos los refinamientos interiores del fabricante de Stuttgart y un motor V8 biturbo de 5,5 litros que rinde 585 caballos. Algo no habitual en las carreteras.

Pero hoy no se trata del coche, se trata de lo que provoca en quien lo conduce. Si cuando esta fiera está parada es como un toro, conducirlo es como una corrida. Tan bello e irracional como encerrarse en una plaza con seis animales salvajes. Cada paso de curva emociona. La dirección obedece como el morlaco a la muleta. Y al espolearlo en recta, el escape bufa como el toro que recibe la vara. Acelera sin límite, los asientos oprimen la faja según se desata la estampida, mientras la tracción total te mantiene pegado al suelo. La respiración se entrecorta al ver surgir una rotonda. Será que las gónadas abandonan simbólicamente la taleguilla. Y entonces, tras ese segundo en el que se detiene el tiempo, ruge de nuevo la mecánica. Se escucha un petardeo al levantar el pie del acelerador, los frenos hacen su trabajo sin problema y uno puede comenzar a torear en redondo, vuelta tras vuelta a la glorieta que parece ser línea recta,gracias a los continuos ajustes de los soportes laterales del asiento. En estos automóviles, el piloto siempre se mantiene erguido.

Corazón vs razón

Conducir un coche de 585 caballos -y todos los complementos de alto lujo que lógicamente incorpora- es una sensación única. No hay forma de esconder la sonrisa. Tampoco se puede evitar la colisión frontal entre corazón y razón. Como la propia lidia. ¿Merece la pena? ¿Ganamos algo con el esfuerzo de construir y mantener semejante máquina? Un vehículo de estas características (da lo mismo la marca), con un precio aproximado de 150.000 euros, es una innegable maravilla de la tecnología. Acelera de 0 a 100 en menos de 4 segundos de manera absolutamente estable y segura en el circuito adecuado. Enamora y engancha.

Sin embargo, no es más funcional que un isocarro si lo que tenemos que hacer es la compra en el supermercado. Un supercoche de este tamaño tiene una calificación energética de F. La segunda peor que existe. Su consumo se va más allá de los 10 litros de gasolina a cada 100 kilómetros. Lógicamente gasolina del más alto octanaje. Las elevadas emisiones de CO2 y demás gases nocivos nadie las oculta. Claro que el mantenimiento no será problema para los que pueden pagar lo que cuesta el coche. Sin duda no es un vehículo para todo el mundo. ¿Tiene sentido? Hora de entrar a matar el debate. Que sean los maestros quienes den la respuesta. ¿Los clarines nos han dado ya dos o tres avisos?

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