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Christine Guérard recrea ambientes refinados.
Cocina con mayúsculas

Cocina con mayúsculas

Michel Guérard despliega su arte en uno de los comedores más hermosos que parió la mano humana

david de jorge

Viernes, 4 de septiembre 2015, 09:11

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El mejor momento de disfrute de Eugénie-les-Bains son los días previos a la expedición, soñando con el verdor de sus jardines, la lectura bajo los tilos, el despatarre en la piscina, el remojo en su palaciega granja termal, el aperitivo, las copas en el salón colonial y las cenas en su imponente restorán, que dirige desde hace ya tantos años el incombustible Michel Guérard junto a su inseparable Christine. Es uno de los cocineros más influyentes del siglo XX y su forma de interpretar la vida, la cocina y la mesa ha sido fuente de inspiración para muchos chefs. Él es La Cocina con mayúsculas y representa una forma de guisar que se muestra desnuda, simple, aligerada, reinterpretada, sabrosa, festiva, embriagadora y aliñada sin complejos con multitud de precisas notas exóticas.

Y allí sigue, con ojos brillantes y la ilusión de un niño, danzando de un comedor a otro, saludando a los clientes y preocupado porque todos y cada uno de los rincones de su jardín estén bien dispuestos para el disfrute de los que pasean por sus avenidas de azaleas, rosales y magnolias en flor.

Intenten dormir allá un par de días para celebrar la vida desde el mismo desayuno: yogur de verbena limonera, pan tostado, mantequilla, mermelada, miel, croissant, magdalenas de chocolate, café, leche, zumo de pomelo y flores frescas. Luego toca chapuzón, paseo, contemplación, bicicleta o calzarse unas playeras y perderse por los bosques del entorno para hacer hueco en el estómago. Si a media mañana les ruge el estómago pueden acercarse al recién estrenado albergue de la Mère Poule & Cie. Sepan que Christine Guérard es capaz de recrear ambientes refinados en menos de lo que canta un gallo, así que tras el paseo de rigor por las instalaciones maten el hambre y poco más, la carta es breve y podrán aliviarse con paté, ensaladilla y un triángulo de tarta de chocolate para perder el sentido. Tengan paciencia en la espera para hacer hambre para la cena.

Si van un par de días, hagan esperar al restorán y pasen antes por la Ferme aux Grives, un albergue en el que podrán comer primer plato, segundo y postre y quedarse más anchos que el bueno de Sancho. La ensalada de cabeza de ternera, el gazpacho fresco, la tarta de tomates con albahaca, los asados, la charlota de fresas con vainilla o el hojaldre de albaricoques, bien valen una misa.

El viejo zorro

Ante el nuevo día, empújense un desayuno para llegar con apetito voraz, esta vez sí, al gran salón, el de Les Prés dEugénie, uno de los comedores más hermosos que parió la mano humana. El viejo Guérard está más zorro y astuto que nunca y sigue tocando con sus temazos de siempre: el foie gras en terrina escoltado de mil y una golosinas, el ravioli relleno de setas con jugo espumoso, la tostada fina de cangrejos y manos de cerdo, el huevo relleno de crema moscovita de hierbas y caviar, la pechuga de pato asada empapada en un jugo de cítricos, el pollo relleno y asado en la chimenea...

Al final, el carro de quesos, el helado de verbena, ¡cómanse una bola bien gorda!, y los postres de rigor: el pastel de la marquesa de bechamel, el milhojas de la emperatriz o el postre de frutos rojos Miss Dior.

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