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Los sacerdotes de todo el mundo podrán absolver a las mujeres arrepentidas de haber abortado.
Ego te absolvo: los curas, ante el perdón a las abortistas arrepentidas

Ego te absolvo: los curas, ante el perdón a las abortistas arrepentidas

"La Iglesia jamás aplaudirá el aborto, pero hay que facilitar la misericordia de Dios", cuenta un sacerdote que ya ha perdonado a mujeres arrepentidas del "pecado mortal"

irma cuesta

Jueves, 3 de septiembre 2015, 02:30

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Vicente Esplugues es de esos curas que creen que solo habrá futuro si hay reconciliación. Quizá por eso, el anuncio del Papa Francisco de perdonar a las mujeres que han abortado no le ha cogido por sorpresa. Acostumbrado a trabajar durante años con gente joven, hace ya mucho tiempo que absolvió a una feligresa que había pasado por ello y, desde entonces, lo ha hecho más veces. En aquella primera ocasión lo hizo con permiso expreso del obispo de Mallorca que, convencido de que Esplugues podía echar una mano y devolver la paz a muchas mujeres, le autorizó a absolverlas sin tener que pedirle permiso previo. Hoy lo hace convencido de que, en la irrupción de un embarazo, la primera víctima es el niño y la segunda quien estaba destinada a procurarle la vida.

Por eso no dudó cuando, hace solo unos meses, una mujer le pidió perdón y consuelo. "En todo esto hay que tener claro que no cambia nada a nivel doctrinal. La Iglesia nunca ha aplaudido ni aplaudirá el aborto porque es un pecado mortal, pero sí debe dar facilidades para que los católicos reciban la misericordia de Dios. Lo que hace ahora el Papa es, aprovechando que está a punto de comenzar el Año Jubilar, decirlo en voz alta".

Esplugues, conocido por sus sermones directos y desenfadados, su pasión por el heavy metal (los lunes tiene un espacio en RNE que se llama 'La sotana metálica'), su pendiente, sus tatuajes, su 1,90 de altura..., está muy lejos de la imagen tradicional del cura español que aún sigue grabada en el imaginario colectivo. De hecho, acompaña sus absoluciones de pecados de envergadura "con un buen abrazo de oso".

Seguramente fue en eso en lo que pensó el Papa Francisco cuando el martes anunció que durante el Jubileo de la Misericordia, que se celebrará entre el próximo 8 de diciembre y el 20 de noviembre de 2016, todos los sacerdotes que pueblan cada rincón de este mundo -en España hay 19.055- podrán absolver a sus feligreses sin necesidad de cumplir con el protocolo establecido por la Iglesia para este tipo de situaciones, que limita a los obispos, o en su defecto a los canónigos penitenciales, ese privilegio.

Como él, que ha asegurado conocer bien los condicionamientos que condujeron a muchas mujeres a tomar esa decisión y el drama moral y existencial que les ha provocado, Juan Luis García, párroco del granadino municipio de Puebla de Don Fadrique, sabe de primera mano cómo de profundas pueden llegar a ser esas cicatrices de las que habla Jorge Mario Bergoglio. "No solo en las mujeres, que por su puesto son quienes más lo sufren, también en cualquiera de las personas que participa en un aborto, desde el marido o el novio hasta el médico. Pero es verdad que es terrible cuando una madre se sienta junto a ti en el confesionario y te dice: 'Padre, he matado a mi hijo'".

Juan Luis habla de su experiencia como confesor mientras recuerda el caso de una mujer que, después de tener un hijo, se quedó embarazada. Pasaba ya de los 40 y decidió no llevar a término la gestación. "Años después, su hijo murió en un accidente de moto cuando tenía 18 años y ella creyó que lo ocurrido era un castigo de Dios. Por su puesto que no lo era, pero fue difícil consolar a aquella mujer a la que el sentido de culpa, de repente, la invadió".

"Rezar un Ave María"

Él dice que a su confesionario llegan muchas personas que en el momento de abortar no eran católicas y que más tarde se han convertido, e incluso revela la penitencia que suele imponer. "Además de rezar un Ave María, les pido que colaboren de alguna manera con alguna organización provida, que pongan nombre a su hijo y le pidan perdón para poder reconciliarse con él".

El párroco de Puebla de Don Fadrique también ha encontrado maridos arrepentidos de haber instigado a su mujer a abortar y precisa que, aunque un sacerdote puede perdonar todos los pecados que le confiesan, no puede levantar una excomunión. "Cuando un católico aborta, automáticamente queda excluido de comunidad religiosa y de la posibilidad de recibir los sacramentos. Por eso, cuando me llega una confesión de este tipo, que ha sido en seis o siete ocasiones, telefoneo al obispo de la diócesis y le digo: 'Tengo un pecado de aborto'. Entonces él me autoriza a levantarla y yo se lo comunico al feligrés".

"Ni siquiera consigo perdonarme a mí misma"

  • La mañana del 3 de diciembre de 2003 ha quedado marcada a fuego en el corazón de Edinka (1976, Bosnia-Herzegovina). Aquel día haría algo de lo que se arrepentiría toda su vida abortar. Recién llegada a España, sin familia ni amigos a quién recurrir y el hombre que la había dejado embarazada decidido a abandonarla a su suerte, aquella jovencita capaz de sobrevivir a una guerra, nunca se sintió tan desprotegida. Por eso -asegura-, porque se sintió "acorralada por cuatro inmensos leones" en una ciudad en la que era muy difícil ganarse la vida, acudió aquella mañana fría de invierno a un lugar en el que se deshicieron de su hijo. "Ahora, cuando oigo hablar de la decisión del Papa creo que es momento de que se escuchen las voces de quienes hemos pasado por algo como esto. No lo justifico y ni siquiera consigo perdonarme a mí misma, pero creo que la Iglesia, además de absolvernos, tiene que escucharnos. Mi opinión, mi experiencia, debe importar a Francisco".

  • Edinka, a la que aún se le escapa alguna lágrima al recordar lo ocurrido, sueña ahora con tener un bebé con su marido, un hombre bueno y profundamente católico al que conoció en Valladolid mucho después. "Como consecuencia de aquello tengo algunos problemillas que están haciendo que me cueste, pero no pierdo la esperanza. Quizá cuando tenga a mi hijo en los brazos y le cuente lo que me sucedió, él pueda escucharme y perdonarme por lo que hice. Entonces creo que finalmente sí podré recobrar algo de paz".

No es la primera vez que la Iglesia Católica reorganiza temporalmente las atribuciones de sus sacerdotes con el aborto como pretexto. Durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebró en Madrid entre el 16 y el 22 de agosto de 2011, el entonces arzobispo de la capital, cardenal Antonio María Rouco Varela, autorizó a los sacerdotes que esos días confesaron a los cientos de miles de jóvenes que participaron en el encuentro a perdonar el pecado del aborto. Pero no fue una decisión suya ni espontánea. Tenía el aval del Papa Benedicto XVI, que confesó a algunos jóvenes en Madrid.

Manuel Plaza nunca ha tenido que andar el largo camino que el resto de los curas se ven obligados a recorrer para absolver a sus fieles de un pecado de este tipo. Es jesuita y la Compañía de Jesús hace ya mucho tiempo que disfruta de ese privilegio. Compañero de batallas de Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino, dice ser testigo de excepción del dolor que haber tomado parte en un aborto puede llegar a producir. "O nos planteamos una Iglesia como la que quiere el Papa, que es la del Evangelio, o estamos perdidos".

"Deja muchas marcas"

Defensor entusiasta de una Iglesia "de brazos abiertos", este sacerdote con sesenta años de apostolado a sus espaldas, tarda un segundo en precisar que abrir el corazón al perdón "no quiere decir que aquí valga todo, pero sí que ya está bien de cerrar la puerta a los hombres y mujeres que necesitan consuelo".

El padre Enrique Martín, director del colegio concertado San Agustín de Santander, habla de la necesidad de manifestar el amor de Dios y dice que, para hacerlo, todas las oportunidades son pocas. Él considera que la decisión del Papa trata, simplemente, de facilitar las cosas sin que por ello se haya producido un cambio en la doctrina de la Iglesia. "El aborto es un pecado muy grave que deja muchas marcas en el ser humano, en especial en la mujeres. Por eso, en el año de la misericordia de lo que se trata es de facilitar a los creyentes el acceso al perdón".

Martín está convencido, como el resto, de que el sentido de la compasión del nuevo Papa no tiene límites y de que su empeño en quitar "trabas" para "aliviar" a quienes han pecado -como ha explicado en España el portavoz de la Conferencia Episcopal-, se fortalecerá. Ya lo ha dicho José María Gil Tamayo: "La Iglesia no está poblada por cátaros de aquellas sectas que poblaron Europa hace diez siglos y propugnaban la necesidad de llevar una vida ascética y renunciar al mundo para alcanzar la perfección, sino por pecadores".

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