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Ixa está acostumbrada a escuchar aquello de "contigo no me meto"
"El boxeo es duro, si no nadie pagaría por vernos. Pero no somos macarras"

"El boxeo es duro, si no nadie pagaría por vernos. Pero no somos macarras"

Con 48 kilos, Ixa Rodríguez es la nueva campeona de España minimosca. "Miro mi peso 7 veces al día para controlarlo", dice esta joven nacida en Ermua

Hizkuntze Zarandona

Sábado, 4 de julio 2015, 00:11

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En un rincón del cuadrilátero, con camiseta azul, 35 años y de Andalucía? ¡¡¡Catalina Díaz "Cati"!!! Enfrente, con camiseta roja, 33 años y de Euskadi? ¡¡¡Isabel Rodríguez "Ixa"!!! El objetivo, el campeonato de España. Damas y caballeros, la pelea está servida". Así comenzó el combate el 30 de mayo. Cuatro intensos asaltos en los que las dos boxeadoras salieron a por todas. Pero sólo una se llevó la victoria: Isabel Rodríguez, con sus 48 kilos y su 1,62 metros de altura, todo fibra y fiereza.

"La final fue súper dura", recuerda. Ixa estaba nerviosa porque pensaba que estaba perdiendo. "Cuando estoy arriba no sé lo que estoy haciendo. No escucho nada. No me pasa nada por mi cabeza, sólo pienso en "matar" a mi rival. Y cuando acaba, nunca me acuerdo de cómo ha sido la pelea", reconoce. Será la adrenalina. Por eso, cuando la árbitro levantó su brazo derecho proclamándola campeona de España, no se lo podía creer, estaba como si acabase de regresar de otro mundo. "Atravesé otras dimensiones. Lo había conseguido", cuenta emocionada. La celebración fue acorde a la hazaña alcanzada. Y, por supuesto, hubo brindis. "Pero con sidra sin alcohol. Mi vida es el deporte. No está en los bares. No me va ese ambiente", explica la joven, que ya demostró su espíritu de lucha hace dos años en el programa de televisión "El Conquistador del fin del mundo".

Ixa nació en Ermua, se crió en la localidad guipuzcoana de Soraluze y ha residido en Alicante, Mallorca y Vitoria. Pero hace un año decidió instalarse en Bilbao definitivamente. Por el boxeo. Sólo lleva tres años subida a un ring, pero tiene muy claro que el cuadrilátero es su vida. "Me levanto pensando en boxeo y me acuesto pensando en boxeo. He conseguido esta evolución en tan poco tiempo porque meto muchísimas horas. Dejo mi vida en ello", admite. Pero, ¿por qué este deporte? Empezó por casualidad. Deportista nata, siempre ha trabajado en gimnasios. Y un día, le dio por participar en una clase de artes marciales. "Empecé haciendo sanda, una técnica parecida al kick boxing. Seis meses después, conocí a Josu Lopategui, el que es hoy su entrenador, en una velada y me invitó a entrenar con él, y hasta hoy". Casi sin saber cómo, Ixa se encontró en un teatro romano de doce cuerdas con las manos enguantadas y una contrincante de rostro enfurruñado frente a ella. "Esto es lo mío", se dijo.

Se formó, sacó la titulación de entrenadora y junto a Josu preparan a unas 150 personas desde Lopabox, un equipo que da clases en San Ignacio, Arrigorriaga, Algorta y Soraluze: "Soy muy afortunada porque vivo del boxeo. Gracias a las clases puedo dedicarme en cuerpo y alma a lo que me gusta". Le pagan 60 euros por combate. "No luchamos por dinero, porque realmente no está recompensado. Pero eso no quita mis ganas de subir al ring, de conseguir ese trozo de gloria que se consume en 11 minutos".

La preparación de todo boxeador está dirigida a convertir su organismo en un arma. Ixa muestra su cuerpo y, realmente, da miedo. Y luego está su instinto "asesino", que aumenta al encajar el primer puñetazo. "Cuando recibo un golpe no siento dolor. Acto seguido pienso ¡¡ohhh a por ella, a muerte!! Ahora vas a ver. Y me salen como tres brazos", cuenta mientras gesticula como si estuviese en pleno combate. Aunque parece imposible, un boxeador debe mantener la calma después de que le machaquen. Es lo que está trabajando Ixa porque, como es natural, reacciona al revés. "A mí me pegan y yo no veo nada. Voy a por ella. La ira me ciega y eso, a veces, me perjudica", confiesa.

"No somos macarras"

A pesar de lo duras que puedan resultar sus palabras para quien no entienda esta disciplina, todo forma parte del juego. Y se queda en el ring. "Con mis rivales me llevo bien. Somos conscientes del sacrificio de la otra persona y cuanto más dura sea la pelea, más conexión hay entre nosotras y mejor nos llevamos", explica. "El boxeo es duro, si no nadie pagaría por vernos. Pero no somos macarras, ni locos", puntualiza.

Sin una gota de maquillaje, resaltan sus ojos esmeralda y su piel de porcelana. Pero no se considera femenina. "Me visto de chándal, mi ropa es cómoda. Antepongo eso a estar guapa", explica. Aún recuerda la última vez que se puso tacones. "Fue hace dos años, iba a una entrevista de trabajo y me caí justo antes de entrar", señala.

Es muy seria y constante entrenando y sigue una dieta de esas que prohíben muchos placeres. Reconoce que pasa hambre. Demasiada. Y es que compite con 48 kilos, cuatro por debajo de su peso. Su dieta se basa, principalmente, en atún, arroz con pollo y patata cocida. Pero no vayan a pensar que la cantidad es libre. "Si vieses cómo es mi plato -platillo- más bien. Son como los restaurantes modernos de ahora. Como un menú degustación", cuenta sin perder la sonrisa. Pero es que en su vida el peso es algo fundamental. Es la delgada línea que marca si puede competir o no. "Me peso unas siete veces al día. Soy súper metódica. Una vez que me peso sé lo que puedo comer y lo que no. Pero estoy tan acostumbrada a hacerlo que en agosto me cuesta desconectar y la primera semana me sigo subiendo a la báscula para ver cómo voy", describe.

Y con tan poca gasolina, ¿de dónde saca la fuerza? "De dentro. Soy puro nervio. Como un caballo de carreras desbocado", describe. Y es que ella nunca había soñado con ser boxeadora. "Soñaba con tener un caballo. Monté a todos los pottokas que estaban sueltos cerca de mi casa, imagínate la brasa que les daba", comenta divertida. Una persistencia y una ilusión que la han llevado a triunfar en el ring.

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