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Josu Feijoo, en la nueva centrifugadora de la Ciudad de las Estrellas.
La sangre de un aventurero

La sangre de un aventurero

El vitoriano Josu Feijoo viajará al espacio para demostrar que un diabético puede ser un hombre de acción siempre que esté controlado. Le acompañamos a la Ciudad de las Estrellas, en Moscú, donde ha pasado por la centrifugadora, una prueba que a veces no superan ni los pilotos

RAFAEL MAÑUECO

Martes, 16 de junio 2015, 00:25

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Ha comenzado la cuenta atrás para que el aventurero Josu Feijoo (Vitoria, 1965) vea cumplido su sueño de viajar al espacio. Este trotamundos, que ya ha escalado las Siete Cumbres y visitado el Polo Norte y el Sur, se lo pedía a los Reyes Magos en la carta que les escribió con tan solo 4 años: "Quiero ser astronauta". Feijoo acaba de pasar esta semana por la Ciudad de las Estrellas, el centro de entrenamiento de los cosmonautas rusos situado en las afueras de Moscú. Allí volvió a meterse en la nueva centrifugadora durante 180 segundos y soportó fuerzas cinco veces superiores a las de la gravedad, una prueba en la que se desmayan hasta pilotos de las fuerzas aéreas. Él no. Ya probó este artefacto cuando estuvo aquí por primera vez en 2010, pero fue en una máquina más antigua, ahora en reparación.

Feijoo forma parte del grupo de quince españoles que esperan ver la Tierra desde una altura de 135.000 metros de la mano de Richard Branson, el multimillonario que se ha propuesto transportar turistas al espacio. Una aventura que lleva varios años retrasándose y que sufrió el último varapalo el pasado mes de noviembre, cuando un piloto de pruebas se mató al estrellarse con el 'SpaceShipTwo', el prototipo creado para la misión. La nave que le sustituirá pronto estará a punto en California. Más de 500 personas ya tienen reservado un billete para viajar con Virgin. El precio: 250.000 dólares.

El aventurero español llegó a Moscú acompañado de tres empleados de la compañía farmacéutica Menarini -su patrocinadora-, responsables de constatar que la diabetes tipo 1 que sufre Feijoo no le impide ser un hombre de acción. Y eso que tiene que pincharse cuatro veces al día. El encuentro tuvo lugar en el 'lobby' del Hotel Cosmos, desde donde se divisa el imponente monumento que recuerda el lanzamiento del primer ingenio espacial, el 'Sputnik-1'.

A primera hora de la mañana, un microbús traslada a la expedición a la Ciudad de las Estrellas, en medio de un tráfico denso. "Desde pequeño quise ser astronauta, me apasiona el espacio", insiste Feijoo. El vehículo se aleja de Moscú por la carretera de Shólkovo. Alrededor, bosque y casitas de madera, las famosas 'dachas', en las que los moscovitas pasan los fines de semana.

"Ya he estado aquí en otras dos ocasiones. Hice la centrifugadora y el Hydrolab, una enorme piscina con una maqueta a tamaño real de la Estación Espacial Internacional (ISS). Sirve para simular un paseo por el espacio. Es una prueba muy dura", recuerda. Vicente Valls, director de la división de chequeos médicos de Menarini, quiere probar el nuevo medidor de glucosa de la compañía: "Cuando Josu inicie su misión espacial con Virgin Galactic haremos el primer control de azúcar en sangre en el espacio exterior para demostrar que, si estás bien controlado, cualquier reto que te propongas es posible. Hoy se trata de verificar si nuestro medidor soporta la aceleración que sufren los astronautas en el momento del lanzamiento y de paso controlaremos sus efectos en Josu. Esta prueba se efectúa por primera vez en la historia".

En la puerta de la Ciudad de las Estrellas, conocida también como el centro de entrenamiento de cosmonautas Yuri Gagarin, espera Vasili Popov, un antiguo ingeniero con el grado de comandante de la Fuerza Aérea rusa que ahora dirige la empresa Vegitel Tour, la encargada de gestionar todo lo relacionado con el turismo espacial. "Parece que está siempre de mala leche, pero es muy bueno. Es extremadamente estricto y exigente, pero te obliga a obtener resultados", susurra Feijoo.

Las caras de sus acompañantes -han venido con él varios familiares y amigos, entre ellos su mujer y su hija, rusas- muestran sorpresa. Y es normal. Debido al halo de gloria que envuelve a la Ciudad de las Estrellas, los visitantes esperan algo extraordinario. El entorno boscoso es de una gran belleza, pero la mayoría de los edificios, construidos en la época soviética, presentan un aspecto obsoleto e incluso destartalado. La misma impresión producen las máquinas. "Podrán parecer anticuadas, pero es una técnica muy fiable". Son casi las misma palabras que pronunciaron en su día los astronautas españoles Pedro Duque y Miguel López-Alegría. También es verdad que han pasado dos décadas. De todas formas, el programa espacial ruso no atraviesa su mejor momento: este mes ha perdido una nave de carga 'Progress' y un satélite de comunicaciones por fallos en los cohetes propulsores.

Seguimiento desde Málaga

La Ciudad de las Estrellas fue durante el comunismo uno de los pocos reductos de abundancia y bienestar en la URSS, aquí no faltaba de nada y las estanterías de los supermercados estaban llenas. Fue construida en 1960, a unos 60 kilómetros del centro de Moscú, para entrenar a Yuri Alekséyevich Gagarin, el primer hombre que viajó al espacio. El programa ocupaba un lugar de primera fila en la doctrina defensiva del país. Allí todo era secreto. En los mapas editados hasta bien entrados los años 90 el centro espacial ni siquiera aparecía. Tras la desintegración de la URSS, en 1991, se intensificaron los programas de cooperación e intercambio, primero con la NASA y después con la Agencia Espacial Europea (ESA). Los rusos necesitaban dinero y su dilatada experiencia en vuelos tripulados les hacía muy atractivos.

Para subirse a la centrifugadora, Feijoo tiene que ponerse primero el traje de cosmonauta con la ayuda de dos técnicos. Antes ha superado, y nunca mejor empleado este verbo, un reconocimiento médico: "Me han hecho perrerías. La médica te oprime el tímpano con una varilla metálica y luego la retuerce, haciéndote un daño inenarrable. Crees volverte loco de dolor. Por si no fuera suficiente, el oído, que ya lo tienes dolorido, te lo llena de agua. Todo ello para verificar que tu sentido del equilibrio es apto para volar al espacio. Muchas pruebas te las hacen con los ojos cerrados y no sabes lo que te espera".

La preparación para entrar en la centrifugadora espacial es laboriosa. Los médicos colocan al aspirante electrodos para monitorizar su ritmo cardiaco durante la prueba. "Tienes además una cámara enfocada directamente a tus ojos para vigilar que no pierdes el conocimiento", relata Josu, mientras Carrillo de Menarini le extrae sangre, la pasa por el medidor y envía los datos con su teléfono móvil al hospital de Málaga que efectúa el seguimiento. Allí establecen la dosis de insulina que se tiene que inyectar. Telemedicina en estado puro.

Feijoo se mete el medidor de glucosa en un bolsillo de la pierna derecha de la escafandra para poner a prueba su resistencia. Si el aparatito llega a estropearse durante el viaje espacial de Virgin Galactic, se quedaría sin monitorización, algo que sería altamente peligroso para su vida. Distintas pantallas muestran su rostro, sus constantes vitales y cómo crece la aceleración hasta alcanzar en tres minutos 5,5 G (una medida de fuerza que mide la influencia de la gravedad en un objeto cualquiera en condiciones ideales, sin atmósfera u otro rozamiento).

El trotamundos vitoriano ni se inmutó. "Ha sido un simulacro perfecto de un lanzamiento al espacio en una nave 'Soyuz'", aclara Vasili Popov. Antes de salir de la centrifugadora, a Feijoo le hacen otro análisis de sangre: hay que comprobar cómo ha influido la prueba en su organismo, cómo ha oscilado su nivel de glucosa.

Ahora solo queda esperar que la nueva nave de Virgin salga del hangar. "Creo que en unos cinco o seis meses tendremos noticias", estima el viajero alavés. "Necesitan mejorar el motor de la nave antes de acometer definitivamente el proyecto", precisa sin cambiar el gesto el comandante Popov. Aquí, cualquier fallo es sinónimo de muerte.

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