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¿Se ha podemizado el PSOE?

El concepto nuclear de su nuevo discurso es el levantamiento de una frontera entre el PP y el 'pueblo honesto' que representa la izquierda

Luis Haranburu Altuna

Jueves, 22 de junio 2017, 18:18

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Los adversarios de Pedro Sánchez han acusado al reelegido secretario general del PSOE de podemizar al partido que ha sido la cabecera de la socialdemocracia en España. Lo cierto es que existen algo más que indicios y la retirada del apoyo al Tratado de Libre Comercio con Canadá, decidida por los socialistas, puede ser buena muestra de ello. Podemos se lo había exigido y el PSOE ha dado su brazo a torcer. Se trata de una apuesta por ver cuál está más a la izquierda. Pero para discernir sobre la supuesta podemización del socialismo español nada mejor que acudir a los textos de Laclau y Mouffe y tratar de identificar en ellos algunas características del nuevo PSOE de Sánchez. Un PSOE reconstruido a su imagen y semejanza.

Salvo algunas llamativas consignas lanzadas en su último congreso, desconocemos aún la mayoría de las resoluciones adoptadas en él. Conviene dar tiempo al tiempo y observar en perspectiva la acción política del sanchismo, que necesita algunos meses para desplegar su auténtico perfil, así como toda su potencialidad. Sin embargo, es legítimo el que tratemos de responder a la pregunta que encabeza estas líneas, partiendo de algunas evidencias que el nuevo socialismo español nos ofrece. Hay tres aspectos que sí denotan cierta podemización y estos son: el organizativo, el retórico y el discursivo.

Es evidente que algo ha cambiado en la nueva configuración del PSOE tras su último congreso. Hasta ahora habían convivido sensibilidades distintas junto a culturas políticas de signo diverso. Organizativamente el PSOE disponía de un juego de contrapoderes que hacían más colegial los mandatos del secretario general de turno. Si bien es verdad que el centralismo democrático funcionaba con desigual suerte dependiendo del talante del líder, no es menos cierto que la realidad orgánica de las diversas instancias de poder interno posibilitaban un mayor juego democrático y una superior representatividad. Tras el último congreso y tras los cambios estatutarios correspondientes, Pedro Sánchez se alza como el hiperlíder del socialismo español sin dar opción a la pluralidad de voces y tendencias. Entre Sánchez y la militancia solo existe el vacío. La izquierda española tenía en Pablo Iglesias Turrión un hiperlíder con rasgos cesaristas y tiene, ahora, con Pedro Sánchez la pareja. Las acusaciones de cesarismo dirigidas a Sánchez cobran verosimilitud al observar los cambios estatutarios destinados a reforzar su poder, así como el talante demostrado al nombrar a los nuevos cuadros dirigentes. El populismo como sistema y método político requiere de un líder indiscutible que concite la adhesión inequívoca de los suyos y el nuevo liderazgo de Sánchez posee todos los rasgos del líder que Laclau identificaba como necesarios para construir una identidad grupal.

La identidad política requiere también de la identidad emocional y esta se construye en torno a lo que Laclau y Mouffe consideraban una retórica capaz de concitar la adhesión de los distintos sectores susceptibles de conformar un pueblo. En este esfuerzo de unificar y proporcionar identidad al grupo, juega un papel decisivo la retórica destinada a identificar y nombrar las diversas demandas de quienes se pretende agrupar. La retórica con el juego de las metáforas, sinécdoques, metonimias y significantes vacíos juega una función primordial. Los significantes vacíos que Lacan detectó y Laclau elevó a la categoría de resortes ideológicos ocupan un lugar destacado en la retórica populista. El uso de los significantes vacíos requiere la utilización en un sentido equívoco de palabras y conceptos desviándolos de su sentido literal y primordial. Un ejemplo claro de significante vacío lo hallamos en la palabra plurinacionalidad, que ha cobrado especial protagonismo. El contorno vago y difuso de lo que la plurinacionalidad sea es el prototipo de lo que Laclau entendía por significante vacío susceptible de encadenar una serie de demandas capaces de aportar contenido al mismo. El contenido lo proporciona la hegemonía que se pretende alcanzar. Una hegemonía que es precisamente la meta que se persigue valiéndose de las añagazas retóricas para agrupar al grupo en una nueva identidad. Es obvio que con la palabra plurinacional se pretende atraer y sumar a los nacionalistas al bloque hegemónico que pretende llegar a la Moncloa. Este aspecto retórico y funcional que señalamos viene a sumarse a la indefinición calculada de Podemos en torno a la soberanía nacional.

El tercer aspecto que he señalado como discursivo constituye el núcleo del nuevo PSOE. El concepto nuclear sobre el que se articula el discurso socialista no es otro que el del antagonismo que el PP representa. Todo el discurso político del sanchismo se construye sobre la base de la ilegitimidad sobrevenida del PP en base a su corrupción sistémica. El antagonismo cobra un carácter cuasi-ontológico que sirve para identificar al enemigo y construir frente a él la comunidad de los justos y decentes. La creación de una frontera antagónica entre la derecha representada por el PP corrupto y el pueblo honesto crea el escenario discursivo en el que el nuevo PSOE pretende construir su alternativa política. Un escenario en el que el antagonismo ocupa el papel central siendo secundario el programa que se trata de implementar. Es esta unívoca dimensión del discurso de Sánchez lo que lo más acerca al nuevo PSOE a Podemos. En efecto, en el nuevo discurso se acentúa el perfil identitario con el lema «somos la izquierda» alejándose de las posiciones centrales que un día le auparon al poder. Esta vocación identitaria del ser de izquierdas segrega a este PSOE de una parte de la población sin la cual es imposible obtener la soñada mayoría electoral. Aún entonces la culpa será de la derecha.

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