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Los tres aspirantes a la Secretaría General comparecieron juntos apenas un minuto tras conocerse los resultados.
Pedro Sánchez tumba a Susana Díaz y a los barones, y vuelve a liderar el PSOE

Pedro Sánchez tumba a Susana Díaz y a los barones, y vuelve a liderar el PSOE

Recupera la Secretaría General del PSOE más de medio año después y sitúa al partido y al país en la incertidumbre política

paula de las heras

Lunes, 22 de mayo 2017, 01:18

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Un escalofrío recorrió ayer la columna vertebral del PSOE. La de Pedro Sánchez no fue una victoria por la mínima. Ni mucho menos. El ex secretario general volverá a serlo gracias a los votos de más del 50% de la militancia. Susana Díaz, la favorita de la mayoría de los presidentes autonómicos, de la vieja guardia, del mundo institucional y empresarial se quedó en poco más de un 40%. La abanderada del «100% PSOE», del «PSOE reconocible», sólo ganó en su tierra, Andalucía. Y Patxi López, el tercero en discordia, se quedó en un exiguo 10%, como hacía presagiar la enorme polarización de las primarias, y sólo triunfó en Euskadi.

A estas alturas, tampoco se puede hablar de gran sorpresa. La gran afluencia a sus mítines, desde el pasado enero, y el reparto de avales, el pasado 4 de mayo, ya fueron buenos indicadores de que la ola sobre la que Sánchez venía cabalgando, la que creó la abstención en la investidura de Mariano Rajoy, iba adquiriendo dimensiones de tsunami. Más de 53.000 afiliados socialistas firmaron a su favor, frente a los 59.300 que lo hicieron por Díaz, a pesar de que ella contaba con la maquinaria a pleno rendimiento de siete aparatos territoriales.

Los barones del partido, sin embargo, nunca terminaron de creer que lo que finalmente ha pasado, un sonoro sopapo de los militantes en su cara, ocurriría. Su implicación con la presidenta de Andalucía ha sido casi absoluta. Sólo la balear Francina Armengol y la vasca Idoia Mendia apostaban por Pedro Sánchez y Patxi López, respectivamente. En otros tiempos, cuando al secretario general se le elegía en congresos de delegados y no con el voto directo de los militantes, habría sido impensable pensar que el madrileño tenía la más mínima posibilidad. Y la experiencia de 2014 apuntaba también en esa dirección. Pero los tiempos han cambiado.

Es cierto que, en esta última semana, antes de la votación, algunos empezaron a temblar. Comenzaron a oírse las críticas a la estrategia de la andaluza, que parecía haber dado por hecho que ganaría sin bajarse del autobús. Ni siquiera creó comité de campaña y dejó que durante meses su enemigo íntimo ocupara casi todo el espacio mediático.

Moción de censura

Esta es la situación en la que se encuentra el PSOE. Ni un solo presidente autonómico salvo Armengol (y de aquella manera, porque sólo abandonó a López cuando vio que en su tierra no la secundaban) quería a Sánchez como líder. Ahora tendrán que lidiar con él. Es difícil imaginar mayor incertidumbre. Y no sólo por las dudas acerca del rumbo que el revalidado líder pretende imprimir a la formación en términos ideológicos o por el tipo de oposición que pueda desarrollar ahí está su empeño en no descartar una moción de censura también porque muchos temen que aproveche los congresos regionales para laminarlos.

En los últimos días, el de nuevo secretario general ha tratado de lanzar mensajes tranquilizadores a quienes han hecho todo lo posible por convertirlo en un mero paréntesis digno de olvidar en la historia del partido. «No voy a entrar en cuestionamientos ni a alentar alternativas en las federaciones aseguraba. Todos tenemos que aprender, yo también». Esa frase es el reconocimiento implícito de que durante su anterior mandato se equivocó en su relación con los barones, a los que trató de imponer su voluntad.

Por más sincero que sea su propósito de enmienda, sin embargo, recobrar la confianza de los presidentes, a los que sin duda necesita, no será fácil. El rechazo que despierta llega a su máxima expresión en dirigentes como el asturiano Javier Fernández, que se ha sentido especialmente maltratado antes y después de asumir la presidencia de la gestora, del aragonés Javier Lambán y, en cierta medida, del valenciano Ximo Puig, que también ha sentido cómo se le intentaba mover la silla (no en vano uno de los principales apoyos de Sánchez es su rival interno, el secretario provincial de Valencia, José Luis Ábalos).

Borrón y cuenta nueva

El presidente castellano-manchego Emiliano García Page incluso llegó a amenazar con abandonar sus cargos en el partido y no volver a presentarse a la reelección como secretario regional en caso de que Sánchez se hiciera con el cetro socialista, aunque luego rectificó. Es probable que el único capaz de hacer borrón y cuenta nueva sea el extremeño Guillermo Fernández Vara. Le va en el carácter anteponer los intereses del partido a sus afinidades personales . Fue el primero en felicitar a Sánchez en Twitter y el de nuevo secretario general habla de él en buenos términos.

Lo que ahora está por ver es la actitud de Susana Díaz, que durante años, desde la época de Alfredo Pérez Rubalcaba pero con más virulencia en la de Sánchez, ha ejercido de contrapoder frente al secretario general. Todo apunta a que no tira la toalla. Por lo pronto, en su comparecencia tras la derrota ni siquiera se dignó a pronunciar el nombre del reforzado líder y recordó que en Andalucía, donde están el 25% de los afiliados del PSOE y «se reconocen» sus políticas «socialdemócratas», tiene el 63% de los apoyos. Es más, prometió ponerse a disposición «del partido» en lo que necesite para volver a ganar elecciones; no a la del secretario general. Todo lo contrario que Patxi López, que de inmediato reconoció a Sánchez como su jefe de filas.

El triunfador de la noche obvió el órdago de su enemiga íntima. Ante sus eufóricos seguidores y entre algún abucheo a Díaz proclamó: «Mañana empieza todo. Vamos a construir el nuevo PSOE para cambiar España desde la unidad de todo el partido». «¡Sí, sí sí. La izquierda ya está aquí» gritaron los suyos.

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