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El exministro José Luis Corcuera
La nueva vida del exministro Corcuera

La nueva vida del exministro Corcuera

El histórico dirigente del PSOE, alejado de la primera línea política, se convierte en el azote de la izquierda desde los platós de televisión

óscar b. de otálora

Sábado, 3 de diciembre 2016, 02:21

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«Nunca me habían felicitado por la calle de una forma tan exagerada. No sabía que había tanta gente de derechas. Me siento hasta cohibido», confiesa el exministro de Interior José Luis Corcuera. Desde hace más de un año, este miembro de la vieja guardia socialista, un superviviente del felipismo, se ha convertido en el látigo de la nueva izquierda en las tertulias televisivas. Su verbo siempre está airado y es evidente que lo políticamente correcto le provoca sarpullidos. Es capaz de llamar de todo a Pedro Sánchez -«un incompetente», para empezar-, a Pablo Iglesias -«ese cretino con coleta»- y de desafiar a tertulianos, periodistas, políticos y a quien considere oportuno. En la cadena 13tv se ha convertido en casi un monologuista que calla a sus contertulios con largas intervenciones de veterano cabreado.

Corcuera rechaza que se le considere un tertuliano. «A mí me invitan a ir a la televisión y voy. Y procuro espaciar mis apariciones», asegura. Decidió salir de su retiro cuando le ofrecieron un debate sobre Cataluña. «Yo creo en la Constitución, y acepto que se cambie, pero no tolero que alguien pretenda cambiarla por la fuerza. No estoy dispuesto a aguantar un golpe de Estado, ni pacífico ni por la fuerza». Con ese discurso fue a la televisión y desde entonces ha aparecido en todo tipo de programas, siempre repartiendo estopa.

Ayer, cuando atendió a este periódico, estaba indignado porque la procesión en la que se llevan las cenizas de Fidel Castro desde La Habana a Santiago se llame la marcha de la liberación, en recuerdo de la ruta que el fallecido mandatario realizó durante la guerra revolucionaria. «¿Liberación de qué? Yo he estado en Cuba y sé lo que era aquello. Cuando veo a Pablo Iglesias manifestarse en España y elogiar a Fidel Castro me gustaría que fuera a manifestarse a La Habana. ¿Cuánto cree que iba a tardar en entrar en la cárcel?».

Corcuera desapareció de la vida pública con el cambio de siglo. La nueva generación socialista, representada por José Luis Rodríguez Zapatero, secretario general desde 2000, estaba apartando a los felipistas y su herencia.

Corcuera surgió de la esencia obrera -en 1963 ya era aprendiz en Altos Hornos de Bizkaia- y desde allí fue ascendiendo en el sindicalismo. En 1976 dejó su puesto de electricista y se dedicó en exclusiva a la UGT. En 1988 fue nombrado ministro de Interior, cargo del que dimitió en 1993 después de que el Constitucional hubiese fallado contra algunos aspectos de su Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como ley de la patada en la puerta. Bajo su mandato se llevaron a cabo algunas de las operaciones más importantes contra ETA, como la detención de la cúpula de la banda en Bidart o el arresto de dirigentes como Josu Ternera.

«Cuatro zascandiles»

Pero también hubo sombras enormes. Al destaparse la vinculación de la trama de los GAL con los ministerios socialistas de la época de Felipe González su nombre pasó a formar parte de los banquillos de imputados, aunque salió absuelto.

Quince años más tarde su figura salió del olvido y comenzó a acudir a los platós televisivos. Pese a reconocer que no está en las redes sociales y que se niega incluso a usar el WhatsApp, su nombre es casi trending topic cada vez que aparece en la pantalla. Asegura que todo se debe a su sinceridad. «Yo ya tengo el ego cubierto y no pretendo volver a la política. Así que puedo decir lo que pienso, porque me cabrea mucho que se quiera engañar a la gente».

Con esa naturalidad y esa misión se adueña de algunas televisiones para defender los valores de la Transición, la unidad de España y, sobre todo, zarandear a «los progresistas de salón». «No aguanto a la izquierda caviar», afirma. Ni le preocupa ser el blanco de las iras de todo tipo de enemigos. «A mí no me acojonó Franco y no me van a acojonar cuatro zascandiles», se enoja. No obstante, se queja del sectarismo de la vida política española y de que se prefiera «el insulto al debate».

Pero pese a esta frase, no duda en arremeter contra lo que en cualquier momento considere que afecta a sus convicciones. «Muchos de estos nuevos políticos no aguantaban un debate con un sindicalista de los años 70 de ELA, UGT o CC OO. ¡Pero si no saben ni hilar tres ideas seguidas!», se queja.

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