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El actual primer ministro griego, Alexis Tsipras, celebra los resultados electorales tras la repetición de las elecciones en 2012.
El precedente griego que catapultó a Syriza

El precedente griego que catapultó a Syriza

El único país europeo que se ha visto obligado a repetir elecciones por la incapacidad de los partidos de llegar a pactos es Grecia, en unos comicios que en 2012 sirvieron de trampolín al partido del actual primer ministro, el ultraizquierdista Alexis Tsipras

óscar b. de otálora

Martes, 26 de abril 2016, 21:33

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La repetición de elecciones a la que está abocada España tiene tan sólo un precedente en Europa ya que todos los países, excepto uno, han sido capaces de llegar a acuerdos tras unos comicios. En 2012, Grecia se vio obligada a celebrar dos elecciones generales en el plazo de un mes ante el fracaso de todas las negociaciones, en lo que fue el primer fracaso de un país europeo para sacar adelante un Ejecutivo tras unos comicios. Las elecciones tuvieron un efecto determinante en el futuro político del país heleno. En la segunda vuelta, el partido de extrema izquierda Syriza -con una subida del 10% de sus votos- sentó las bases de lo que sería más tarde el triunfo que le llevó al Gobierno.

Los paralelismos en política los carga el diablo, pero en este caso, la situación griega no tenía nada que ver con la española. El Gobierno del socialista Papandreus tuvo que hacer frente a unos recortes de 30.000 millones determinados por Europa, que supusieron, entre otros ajustes, recortes en las pensiones y la sanidad. La vida pública griega se vio sacudida por continuas huelgas y disturbios, en los que la plaza Syntagma de Atenas era un constante campo de batalla. En febrero de 2012, el farmacéutico jubilado Dimitris Christoulas se quitó la vida en protesta por las decisiones económicas del Gobierno. Su muerte fue el punto de partida de nuevas protestas.

Fin del bipartidismo

En ese contexto, las elecciones del 6 de mayo supusieron el fin de bipartidismo griego. Los socialistas del Pasok pasaron a ser la tercera fuerza y se vieron superados en votos por Syriza, una coalición que recogía el descontento ante las medidas económicas dictadas por el anterior Ejecutivo. Ganó el centro derecha de Nueva Democracia pero con una importante sangría en las urnas (perdió el 14,6% de los apoyos) y el voto se fragmentó en grupos minoritarios que incluían desde los neonazis de Amanecer Dorado o los Verdes Ecologistas. A la hora de fijarse en la victoria de Nueva Democracia hay que tener en cuenta que el sistema electoral griego tiene un premio para el ganador de las elecciones, ya que recibe 50 escaños de un parlamento de 300 sólo por ser el más votado. Nueva Democracia, en este sentido, consiguió 108 representantes mientras que Syriza tuvo 52. En votos, sin embargo, la diferencia no había sido tan contundente. El centro derecha consiguió el 18,9% de los votos y la izquierda emergente el 16,9%. En ese momento, Syriza ya vislumbró que podría convertirse en la primera fuerza.

Los partidos no consiguieron ningún acuerdo ya que no fue posible ni una gran coalición ni una unión de formaciones de izquierda. Se plantearon posibilidades imaginativas como un gobierno de tecnócratas o Ejecutivos de transición con representantes de todas las formaciones de la Cámara. Ningún pacto salió adelante. La atmósfera además era de máxima tensión. Desde Alemania, el país con más deuda griega en sus bancos, miembros del Gabinete Merkel alertaron que la elección de un Gobierno de izquierdas podría suponer la salida del euro.

El presidente Károlos Papoulias se vio obligado a convocar elecciones. Los nuevos comicios tuvieron lugar el 17 de junio de 2012. El resultado supuso echar aún más tierra sobre el bipartidismo. El Pasok, la formación socialista que había gobernado durante décadas, consiguió tan sólo el 12% de los votos y 33 escaños. Repitió sus pésimos resultados de mayo. El centroderecha fue el gran beneficiado ya que Nueva Democracia tuvo un incremento del 10,8% en los votos y consiguió 129 escaños. Pero el que recibió un potente empujón fue Syriza. La izquierda emergente consiguió un aumento del 10,11% pero su porcentaje de voto total fue del 26,89% . Sin duda, ya veían de cerca la posibilidad de ser el partido más votado. De forma paradójica, la participación aumentó un 4%, lo que revela que los griegos -lejos de sentirse cansados ante una repetición electoral- decidieron que era el momento de ir a las urnas. Los castigados fueron los pequeños partidos como los neonazis o los ecologistas, que sí sufrieron un pequeño desgaste.

Olla a presión

A partir de aquí, todo es historia. La gran coalición fue posible y Nueva Democracia y el Pasok firmaron para formar un nuevo Gobierno presidido por Antonio Samarás. Este Ejecutivo,que se convertiría en el canto de cisne del bipartidismo, fue una olla a presión. La crisis económica elevaba la temperatura día a día, así como las exigencias de Europa y el Fondo Monetario Internacional. De la misma manera, las divisiones entre los socios de Gobierno suponían un incendio diario, azuzado por la presión de Syriza. Samarás se vio obligado a convocar nuevas elecciones en enero de 2015. En esos comicios Syriza venció ya sin problemas. Consiguió el 36,34% de los votos y, al ser el partido más votado, se hizo con el premio de los 50 escaños. En total, consiguió 149 representantes en la Cámara de Atenas, como lo que se quedó a dos puestos de la mayoría absoluta. Los socialistas del Pasok se hundieron en el abismo y acabaron con 4,6% de los votos y trece escaños. Hasta los ultraderechistas de Amanecer Dorado les superaron. El centro derecha aguantó pero Nueva Democracia, al perder el bonus de 50 escaños, se tuvo que olvidar de cualquier opción de gobernar. Tsipras salió elegido sin problemas y Grecia inició una nueva etapa de su convulso presente.

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