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Vista de la muralla romana.
Miranda do Douro, la Andorra portuguesa

Miranda do Douro, la Andorra portuguesa

La capital comercial de Trás-os-Montes se llena cada fin de semana de visitantes atraídos por los mejores precios

Iñigo Muñoyerro

Miércoles, 13 de julio 2016, 00:51

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La silueta blanca de Miranda do Douro aparece coronada por las torres de la catedral (la Sé) sobre la orilla portuguesa del Parque Natural de los Arribes del Duero. Venimos de Zamora por Villalcampo. Cruzamos el río Duero por el antiguo paso fronterizo para subir por la carretera internacional rodeada de frutales y olivos hasta el centro de la capital medieval del Alto Trás-os-Montes, la 'Andorra' de la Tierra de Miranda.

Durante muchos años, pero de manera especial a partir de los años 60 del siglo pasado, Miranda fue la capital del comercio fronterizo. Aprovechó que el café, los tejidos y muchos otros productos portugueses eran más baratos que los españoles para extender su influencia por una amplia zona que abarcaba Zamora, Salamanca, Valladolid y puntos más lejanos.

La muralla y la catedral

La ciudad prosperó y se extendió. La desaparición de la frontera fue un momentáneo traspié para los comerciantes. Supieron diversificar la oferta y a los tradicionales productos: ropa de cama, toallas, trajes, corcho, etc. han añadido otros nuevos como aguardientes, vinos de calidad, zapatos, ropa de marca, A ello se ha sumado el turismo, que invade la tierra de Miranda para disfrutar de la ciudad y de su gastronomía, excelente y a muy buen precio. Portugal sigue siendo más barato que España.

Estamos en la amplia rotonda do Largo (plaza) do Meninho Jesús da Cartolinho, que divide a la ciudad en dos. A un lado se extiende la ciudad nueva. Es el centro comercial. Al otro lado está la ciudad medieval. Vamos hacia el centro antiguo por la rúa Mouzinho de Albuquerque hasta las murallas. Cuando llegaron los romanos ya estaban allí.

La puerta de entrada llamada de San Antonio ha desaparecido, así como parte de la muralla. A la derecha aún se alzan los muros de la alcazaba que mandó edificar el rey Dom Dinis en el siglo XIII. La ruina le llegó en el año 1762, durante la guerra de Siete Años. Las tropas españolas sitiaron la ciudad y en el asalto el polvorín explotó y se llevó por aires la fortaleza. Murieron todos sus defensores. En el centro del patio de armas está el pozo con 46 escalones de caracol que había que bajar para coger agua del río Fresno. Hoy remansado y convertido en lago municipal.

Comercios en Mouzinho

La calle del general Mouzinho o de la Alfándega fue en otro tiempo la principal de Miranda. Ahora está salpicada de comercios que ofrecen productos típicos o de calidad. El más antiguo es Casa Pimentel. Los productos estrella son los zapatos, la cuchillería, con buena relación calidad-precio, y la miel: rosaminho, milflores, castaño. Y el aceite de oliva, inmejorable.

Al final de la calle está la plaza del rey Joao III. Allí están el ayuntamiento y el Museo de la Tierra de Miranda. Ocupa un edificio civil que fue de la familia de los Ordazes, con gran poder e influencia en la Edad Media. En el centro del largo hay dos figuras negras. Un hombre y una mujer vestidos con el traje regional. Él se envuelve en la 'Capa d Honra', el siniestro capote que utilizaban los mirandeses en las ceremonias.

El Meninho Jesús

Y llegamos a la catedral o Sé, monumental edificio de granito que por sus dimensiones nos da una idea de la importancia de Miranda en el siglo XVI. Fue en esa época cuando el rey Dom Joao III otorgó a la villa fronteriza la categoría de ciudad. Y el Papa la confirma como sede episcopal, la principal de Trás-os-Montes y rival de Braganza.

El templo es de estilo renacentista. Enorme y sobrio. El retablo mayor es obra de Gregorio Fernández (siglo XVII), pero la imagen más venerada no es la de un santo sino la del Meninho Jesús do Cartolinho. Es un personaje que la leyenda asegura ayudó a las tropas portuguesas en las guerras con sus vecinos españoles. Una urna protege la talla policromada de un muñeco de 40 cm de altura vestido con uniforme de gala. Está rodeado de los muchos vestidos que donan los fieles.

Visitado lo importante, ya sólo resta deambular por las calles del casco viejo. Nos sorprenderán la calidad de las casas y el silencio sepulcral que reina en gran parte de los rincones. El centro se ha vaciado de vecinos que se han trasladado a la zona nueva.

Paseo por la muralla

Dejamos las murallas para el final. Si somos personas sin vértigo rodearemos parte de la ciudad por las alturas. Desde el tramo de la catedral se tiene un panorama completo del Duero encauzado. De los muros graníticos de los Arribes y de una gran extensión de la vecina Zamora.

En la zona Oeste en la rúa Costanilha se conserva una puerta protegida por dos torreones almenados (siglos XIII/XVI). Cerca se puede ver un retal de la calzada romana y una fuente de la misma época.

Es hora de comer. 'Sao Pedro', 'Casa Balbina' y 'Capa dHonras' en el casco antiguo. La especialidad es la 'posta mirandesa', un chuletón de ternera asada de excelente calidad que sirven con cachelos, grelos y ensalada. También cordero y cochinillo. Los 'enchidos' y las 'alheiras' (embutidos) tienen su punto. Especialmente los ahumados. De postre mousse de chocolate. Café torrefacto y una copa de aguardiente (bagaceira).

Comercios y restaurantes

La mayoría de los grandes comercios se agrupan en el ensanche. En Rúa do Mercado y Rúa 25 de abril. Los fines de semana se abarrotan de turistas, pero también de labradores que buscan productos que ya no se fabrican en España: corchos; jabón artesanal; cubas de vino y vino a granel. Excelente a pesar del envoltorio poco atractivo. En esta zona hay varios restaurantes. El más amplio que no el mejor es 'O Moinho'. Servicio rápido y buena vista sobre los Arribes. En tierra de nadie se encuentra 'O Mirandés'. Bueno.

Como curiosidad añadir que los habitantes del municipio utilizan una lengua diferente del portugués. Se llama mirandés y está emparentada con las hablas asturianas y leonesas. El oído poco habituado no podrá distinguirla del portugués. Y que Miranda conserva un baile tradicional, los pauliteiros, de origen celta que se danza en las festividades al son de la gaita, la dulzaina y el tamboril.

Navegar por los Arribes

El Douro se embalsa en la presa fronteriza de Miranda, construida en 1960. Mide doscientos metros de largo y ochenta de altura. Gracias a ese embalsamiento el río es navegable por el Navío-Aula de la Estación Biológica Internacional E.B.I. que recorre este tramo del Parque y permite admirar verticalidad de este 'Grand Cayon Europeo'. Las salidas parten del embarcadero de la estación biológica que está en la orilla portuguesa de la carretera, nada más pasar la frontera.

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