Borrar
Vista general de la vieja ciudad amurallada de Kowloon.
Nunca hubo tanta gente junta en un infierno

Nunca hubo tanta gente junta en un infierno

La Ciudad Amurallada de Kowloon, enclave de Hong Kong al margen de la ley y dominado por las mafias, fue durante décadas el lugar más densamente poblado en la historia de la humanidad

Luis López

Domingo, 19 de junio 2016, 01:14

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En Hong Kong familias enteras viven en apartamentos pequeñísimos. Después de cenar unas cestas de dim sum con té el matrimonio se va a su habitación con los niños, la abuela se recuesta en el sofá de la sala, donde comparte espacio con algún otro hijo y su pareja... Cada centímetro es un lujo. Y de intimidad, ni hablamos. En las zonas más cotizadas de la ciudad han llegado a venderse apartamentos de menos de veinte metros cuadrados por casi medio millón de euros. Así que no sorprende la apariencia de esta megaurbe, donde los rascacielos se agolpan, crecen unos junto a otros aprovechando cada resquicio, escalan por las laderas de las colinas próximas en dificilísimos equilibrios y la ciudad acaba abruptamente debajo del Peak, en una pared cubierta por matorrales donde ya es imposible construir más.

Semejante densidad de población, 43.000 personas por kilómetro cuadrado en el barrio de Kowloon, el más céntrico de la ciudad, lo condiciona todo. Es uno de los puntos del planeta donde más gente se amontona en menos espacio. Pero no tiene nada que ver con el engendro que fue, hace ya más de dos décadas, la infernal 'Kowloon Walled City'. La Ciudad Amurallada de Kowloon. La Ciudad de la Anarquía. El lugar donde no entraba el sol. Un agujero de 6,5 acres (0,026 kilómetros cuadrados) donde sobrevivían 50.000 personas. Nunca en la historia de la humanidad un lugar había tenido semejante densidad de población: el equivalente a 1,9 millones de habitantes por kilómetro cuadrado. Una ciudad sin ley donde reinaban las mafias y se mezclaban fumaderos de opio, prostíbulos, guarderías, casinos, mataderos, asilos... Todo conectado por callejones húmedos y oscuros sobrevolados por tendederos mugrientos y racimos de cables.

Esa excentricidad fue posible tras décadas de despropósitos en un lugar con una historia tan rara como es Hong Kong. La Ciudad Amurallada de Kowloon era a principios del siglo XIX un puesto de vigilancia de China para proteger el comercio de sal de los piratas. Estaba en la península de Kowloon, frente a la isla de Hong Kong, un lugar estratégico. Así que cuando la isla pasó a ser colonia británica en 1842 aquel pequeño puesto de vigilancia se convirtió en un fuerte desde el que las autoridades chinas vigilaban a los europeos. Medio siglo después China también 'alquiló' a los ingleses la parte continental, lo que se llamó Nuevos Territorios, incluido Kowloon. Pero de aquel acuerdo se excluyó la ciudad amurallada, que permaneció bajo soberanía china. Y ahí empezó todo.

Porque, esencialmente, este pequeño enclave era un trozo de China en medio de suelo británico. Así que no estaba sometido a las leyes inglesas, pero las chinas quedaban muy lejos y no había quien las aplicase. En fin, que se aplicaba aquel dicho cantonés, 'el emperador está lejos, las montañas son altas'. Si al desmadre y la ausencia de leyes se une que semejante situación se prolongó durante tiempos convulsos guerras mundiales, revoluciones comunistas, purgas culturales con Mao... el resultado fue que aquel pequeño agujero se convirtió en refugio de mucha gente.

El enclave que en principio era habitado por 700 personas comenzó a crecer. En el pequeño espacio se encajaron precarias construcciones separadas por callejones estrechos para no desperdiciar espacio. Cuando se acabó el suelo se empezaron a levantar construcciones sobre las azoteas. Sin arquitectos ni ingenieros. Y las nuevas alturas iban ganando espacio a los callejones, convirtiéndolos casi en cuevas. El único límite era no superar los catorce pisos porque los aviones que despegaban del viejo aeropuerto se llevarían por delante todo lo que estuviese sobre esa cota.

En fin, que la Ciudad Amurallada de Kowloon era un agujero infecto e insalubre donde reinaban las mafias. Y los dentistas. Siempre que se analiza este fenómeno urbanístico se hace mención a esta curiosidad: como las clínicas dentales no requerían aquí de licencia alguna más que el inevitable impuesto al capo de turno proliferaban en abundancia, no sólo para dar servicio a los vecinos, sino también a la creciente población de Hong Kong. Es decir, que las clases más populares de la ciudad se exponían a adentrarse en este infierno atraídas por los bajos precios de los dentistas e ignorando la carnicería a la que se exponían.

En los años 80 las autoridades chinas y británicas al fin resolvieron que aquello no tenía ningún sentido, y en 1987 se llegó a un acuerdo para demolerlo todo. Por supuesto, hubo una brutal oposición y el desalojo duró años. En 1993, al fin, la Ciudad de la Anarquía quedó convertida en un solar donde hoy hay un bonito parque que da oxígeno a la parte continental de Hong Kong.

En cierto modo, el espíritu de la ciudad amurallada se mantiene vivo en esta megaurbe asiática porque el espacio sigue siendo un bien escaso. Se nota en las casas, sí, pero también en los hoteles, donde las habitaciones en establecimientos de cuatro estrellas apenas superan los diez metros cuadrados.

Aunque la palma se la lleva Chungking Mansions. Se trata de un edificio destartalado en plena Nathan Road, la principal arteria comercial. Entre tiendas de lujo con dimensiones de supermercados y destellos dorados emerge esta guarida de mochileros. En realidad es un edificio residencial levantado en 1961 para acoger a ciudadanos chinos de escasos recursos económico. Pero hoy proliferan hostales de bajo coste, muchos de los cuales vienen a ser cubículos sin ventanas con olor a pis. En los bajos hay tiendas de baratijas, comida rápida local y establecimientos de cambio de divisas que, eso sí, ofrecen los mejores tipos de la ciudad. En los ascensores siempre hay colas. Y no recomiendan utilizar las escaleras, sucias y oscuras, porque no es un lugar seguro. Dice la gente que allí son frecuentes los robos, que a veces aparecen cadáveres que nadie reclama... Es como si alguien tratase de resucitar las esencias de la vieja Ciudad de la Anarquía.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios