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La localidad de Arlés es una de las más turísticas.
Provenza, el paraíso francés

Provenza, el paraíso francés

Van Gogh y Picasso retrataron la luz de esta joya del Mediterráneo. Callejuelas estrechas, campos de lavanda, un teatro romano... y también lujosas boutiques son sus estampas típicas

mikel madinabeitia

Viernes, 16 de octubre 2015, 17:12

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Algo tiene Provenza cuando la bendicen Y esta célebre región francesa, zona pintoresca y turística, tiene muchísimas cosas. Mar, montaña, paisajes increíbles, una luz y un color especiales, belleza a raudales.

Para explorar la región conviene elegir un núcleo importante como campamento base y después coger el coche y perderse por las carreteras secundarias, que suele ser la mejor alternativa de viaje. Arlés o Avignon, bien situadas ambas y con todo tipo de comodidades, son magníficos puntos de partida. Pongamos que elegimos Arlés, conocida desde la antigüedad y con un puñado de monumentos de interés, entre los que destacan el anfiteatro y el teatro romano. Su nombre, además, es indisociable del de los pintores impresionistas y vanguardistas de finales del siglo XIX y principios del XX. Van Gogh, Picasso, Gauguin... dejaron huella y testimonio de esa luz y ese calor mediterráneo que les encandiló. Aparcados allí, nada mejor que planificar el viaje tomando algo en la terraza del 'Café le soir', inmortalizado por el pintor holandés en uno de sus cuadros más conocidos. Es también una excelente forma de penetrar en la forma de vida de la gente local, cuyo carácter es más jovial que el de la mayor parte de sus compatriotas.

Cogiendo el coche, tomamos dirección norte y a 37 kilómetros de Arlés se halla otra de las joyas de Provenza: Avignon. Bañada por el río Ródano, está bien protegida por unas murallas y es mundialmente famosa por su feria veraniega de teatro, aunque el motivo por el que antaño era un lugar respetado es porque se convirtió en la sede papal. Fue residencia de los papas en 1309, cuando la ciudad se encontraba bajo el gobierno de los reyes de Sicilia pertenecientes a la Casa de Anjou. En 1348, el papa Clemente VI compró una residencia a la reina Juana I de Sicilia, permaneciendo Avignon como propiedad papal hasta 1791.

Queda claro con un simple paseo por el centro que Avignon es un escaparate artístico y cultural de primer orden. Una villa de rico patrimonio protegido, como atestigua la declaración, en 1995, de su centro como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La guinda la pone, a orillas del río, el puente medieval de St-Bénézet.

Cualquiera se quedaría, pero hay que continuar el camino y Les Baux de Provence es un 'must' dentro de este territorio. Un núcleo encantador con tres estrellas Michelin -la máxima nota- y que atesora el sello de 'Les plus beaux villages de France', pero con un pequeño defecto: está a rebosar. En época turística una visita se puede convertir en un infierno debido al calor y la multitud de visitantes. Pero llegar al atardecer puede ser una experiencia inolvidable. Gran parte de los turistas ya se han marchado y las últimas luces de la jornada dibujan sus sombras entre las callejuelas. En lo alto de las colinas, vigilando las canteras abandonadas y con la mirada puesta en el mar Mediterráneo, se ubica la fortaleza medieval, erigida en el siglo X y ocupada por los señores de los Baux. El castillo se encuentra construido en la parte del acantilado de un pico rocoso que domina la localidad. La panorámica es impresionante aunque trepar por las escaleras de algunas de las torres no es un ejercicio recomendable para los que tienen vértigo.

Un poco más al este, en el córner oriental de Provenza, Aix en Provence es una magnífica ciudad de provincias para pasar media jornada haciendo compras, paseando por la Cours Mirabeau y darse un capricho gastronómico. Por ejemplo, es una delicia entrar al Les Deux Garçons y degustar los manjares de la región. El país vecino cuida al cliente, lo mima, lo seduce con recomendaciones y un trato exquisito. Así que déjense llevar y disfruten de una velada memorable.

El refugio de Carolina de Mónaco

  • Saint Rémy de Provence la recorren estrechas y sinuosas calles y plazas bañadas por el sol. Encerrada en su vieja muralla que antaño estuvo protegida por un foso, en una de sus calles más modestas nació hace 500 años Nostradamus, el famoso médico visionario. Saint Remy se hizo conocida porque Van Gogh inmortalizó el pueblo en su famoso cuadro 'La noche estrellada', y también porque Carolina de Mónaco encontró aquí un refugio para cuando buscaba intimidad. En Saint Remy, además de tranquilidad, hay lujosas boutiques, herbolarios sorprendentes... Apenas una hora de visita basta para darse cuenta de que la clase se respira por sus callejuelas.

Un plan recomendable para hacer la digestión es un paseo por los campos de lavanda, que en verano están en pleno apogeo con sus colores violeta. Es una planta con un perfume incomparable y con propiedades extraordinarias, y quedan unas fotos magníficas. Especialmente de junio a septiembre, durante su periodo de floración.

¿Roussillon o Colorado?

Otra singularidad de esta zona es Roussillon, el Colorado de Provenza. Un sitio excepcional por la belleza de sus paisajes insólitos, resultado de la erosión de antiguas canteras de ocre de múltiples colores que fueron explotadas desde finales del siglo XVII hasta el año 1992. Es una visita que se queda grabada porque no hay nada igual en Provenza. Además, los amantes del ciclismo vibrarán porque si el tiempo acompaña es posible divisar en lontananza el Mont Ventoux, puerto mítico del Tour.

La guinda del pastel podría ser Camarga, un parque natural regional situado a orillas del Mediterráneo, entre los dos brazos del río más grande de la Europa occidental, el Ródano, formando un delta -el Gran Ródano al este y su afluente, el Pequeño Ródano, al oeste-. Es una amplia extensión de 86.300 hectáreas situadas en las comunas de Arlés y Saintes Maries de la Mer, dividida en tres zonas: las dunas y las lagunas las salinas y los cultivos. Esta variedad de paisajes de una riqueza excepcional fascina a los apasionados de la naturaleza y también a las aves migratorias y los caballos, muy abundantes.

A estas alturas igual ya se le han agotado los días de viaje, aunque la ruta sería mucho más larga porque las joyas de Provenza son casi infinitas: Uzès, Vaison la Romaine, Seillans, L'Isle sur la Sorgue, Porquerolles, Bormes-les-Mimosas...

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