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Logroño, capital de la buena vida
Logroño, en 48 horas

Logroño, en 48 horas

La capital de la buena vida marida una experiencia gastronómica fortalecida por el vino de Rioja con el encanto de una ciudad pequeña llena de verdes paseos por la ribera del Ebro

Guía Repsol

Viernes, 4 de septiembre 2015, 11:35

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No hacen falta encuestas para saber en qué capital española se vive mejor. Y Logroño ha sido elegida en varias ocasiones entre las cinco ciudades donde sus habitantes viven más felices. En realidad, para darse cuenta de ello sólo hay que pasarse por la calle del Laurel a la hora del aperitivo o de la cena. Se come bien en Logroño, se bebe mejor (vino de Rioja, naturalmente) y se camina de maravilla, sin darnos cuenta, porque la ciudad es pequeña y está llena de verdes paseos por la ribera del Ebro y calles peatonales por las que los peregrinos pasan muy despacio, casi a cámara lenta, tratando de capturar el aroma de los asadores y las tabernas.

Primera mañana: HACIENDO EL CAMINO

10.00 De Moneo a Miguel Ángel

Logroño tiene un Ayuntamiento que merece mucho la pena verlo. Fue proyectado por uno de los grandes de la arquitectura española, Rafael Moneo, y revestido con rubia piedra arenisca de Salamanca. Aunque tampoco estaba mal el antiguo Ayuntamiento, el palacete Los Chapiteles, del siglo XVI, que fue Casa Consistorial durante 115 años, hasta 1980. Está a 300 metros del nuevo, al comienzo de la calle Portales, la principal arteria del casco antiguo peatonal. Ahora es la sede del Instituto de Estudios Riojanos y acoge una sorprendente biblioteca, de acceso libre, y una tienda donde se venden libros, revistas y otras publicaciones que tratan sobre Logroño y La Rioja.

Avanzando por la calle Portales, llegamos en un minuto a la concatedral de Santa María la Redonda que, como salta a la vista, no es redonda. La que era redonda era la iglesia románica sobre la que se construyó en el siglo XVI. Tampoco las gemelas, como llaman a sus torres, lo son, porque una es un par de metros más alta que la otra. En el deambulatorio podemos ver, echando una moneda, un cuadro de la Crucifixión que se ha atribuido a Miguel Ángel y que ha inspirado una novela de misterio: La conexión Buonarotti, de Mariano F. Urresti.

11.00 Reliquias del viejo comercio

Atravesamos en diagonal la plaza del Mercado para salir, por la calle Carnicerías, a la de Sagasta, en cuyo número 8 se encuentra una reliquia del viejo Logroño, Botas Rioja, uno de los últimos talleres de España que aún fabrica estos pellejos para beber. Félix Barbero, botero de cuarta generación, hace botas de piel de cabra, de pelo, de serraje (ternera), lisas o con escudos, con pez o con tripa de látex, que son las que él recomienda porque no dan sabor al vino ni se estropean por falta de uso. Esto, a los más tradicionales, les sorprende mucho.

Otra reliquia es el Café Moderno, superviviente del Teatro Moderno (ahora un multicine), que nos aguarda al final de la calle Carnicerías, en Francisco Martínez Zaporta. Por este negocio familiar, fundado en 1916, han pasado muchas de las estrellas del arte escénico del país. También sirvió como localización en el clásico de José Antonio Bardem Calle Mayor. Además, tiene su propio himno: todos los viernes y sábados, a partir de medianoche, en el café suena la canción Fibra de pájaro, de Daniel Bravo, entonada, con más o menos acierto, por los parroquianos.

12.00 La huerta en la ciudad

Continuamos nuestro paseo cruzando la calle Portales y subiendo por Capitán Gallarza hasta llegar al Mercado de San Blas, un bonito edificio de 1930 en cuya planta baja se exhiben (y se venden, claro) los mejores productos de la huerta riojana: lechugas, escarolas, cebollas, tomates, pimientos, alcachofas, borrajas y espárragos de un calibre desconocido fuera de esta región. En el exterior también se ven tiendas llamativas, como La Casa del Pimentón, en la que se venden azafrán, miel, especias, hierbas y, obviamente, pimentón.

13.00 Restos de la muralla

Nuestra próxima parada es en la calle San Agustín, perpendicular a la del mercado. Aquí, en el palacio de Espartero del siglo XVIII, se encuentra instalado el Museo de la Rioja, recién reformado y ampliado para mostrar mejor unas colecciones que abarcan desde la prehistoria hasta el arte contemporáneo. Más arriba, al llegar a la calle Once de Junio, doblamos a la derecha para conocer los últimos restos de la muralla de Logroño: el Cubo del Revellín, una torre artillera del siglo XVI acondicionada para la visita, y la Puerta del Camino, con los escudos de Carlos V y de la ciudad sobre su arco. El Camino era (y es) el de Santiago, que por aquí pasa. Muy cerca queda la Oficina de Turismo y un par de buenos hoteles, el Sercotel Portales y el NH Herencia Rioja, de tres y cuatro estrellas.

Primera tarde: TODO CONDUCE AL LAUREL

14.00 Cocina creativa y bombones de aceite

También tenemos cerca, para comer, la cocina creativa y la bodega de 340 vinos de La Galería. Y si caminamos diez minutos por las calles Once de Junio y Bretón de los Herreros, siguiendo el contorno de la desaparecida muralla, llegaremos a Tondeluna, un gastrobar diseñado por el estudio de arquitectura Picado / de Blas. Al lado, en el café y pastelería Viena, nos ofrecen un postre singular: bombones Caricia Olium, rellenos de aceite de oliva virgen extra. Chocolate y aceite, una combinación inesperada y deliciosa.

17.00 Un paseo por el Espolón

Estamos en el Espolón, el parque que es el corazón verde de la ciudad desde inicios del siglo XIX. Aquí vemos la estatua de Espartero, que estaba casado con una logroñesa, y su famoso caballo. Y vemos el neoclásico escenario de La Concha del Espolón, uno de los lugares más habituales para celebrar conciertos y donde, en las fiestas de San Mateo (o de la Vendimia, que se celebran la semana natural que engloba el 21 de septiembre), se realiza la ofrenda del primer mosto del año a la Virgen.

Una vez descansados, abandonamos el parque para proseguir nuestro paseo por la calle Muro del Carmen, bordeando el Instituto Sagasta. Construido en los últimos años del siglo XIX, fue una de las muchas cosas que hizo por su tierra el liberal riojano Práxedes Mateo Sagasta, siete veces presidente del Consejo de Ministros entre 1870 y 1902. La reina María Cristina, que le apreciaba mucho, dicen que siempre le preguntaba al entrar en palacio: ¿Qué es lo que necesita Logroño?.

Segunda mañana: POR LA SENDA DEL VINO

10.00 Bodegas vanguardistas o clásicas

Mañana de bodegas. Comenzamos visitando las más modernas y alejadas: Bodegas Darien. Vale la pena sólo por ver el edificio, una arquitectura resplandeciente de Jesús Marino Pascual, cuyos volúmenes blancos evocan las piedras angulosas, aún no erosionadas por los meteoros, que emergen en los ribazos de los viñedos.

También muy modernas, las Bodegas Campoviejo se hallan en lo alto de una colina con grandes vistas, al noroeste de la ciudad, mimetizadas y soterradas bajo el viñedo.

Que estén bajo tierra es bueno parar el paisaje y también para la producción, porque la uva y el vino se mueven por gravedad y allá abajo hay una temperatura y una humedad óptimas. Las Bodegas Franco-Españolas son las más tradicionales. Y céntricas. Hasta aquí llegamos cruzando el Ebro a pie por el decimonónico puente de Hierro.

13.00 Calados de vino en Ruavieja

Para variar, volvemos paseando por el milenario (y mil vecs reconstruido) puente de Piedra y subimos por la calle Ruavieja, sin duda el rincón más evocador del viejo Logroño, con sus monumentales calados, que es como llaman en La Rioja a las bodegas caseras. Y decimos caseras porque están debajo de las casas, no porque sean pequeñas. El calado de San Gregorio, en el número 29, es como una estación de metro, con una longitud de 30 metros y bóveda de cañón, todo de piedra de sillería.

Data del siglo XVI. También son impactantes el calado del antiguo palacio de los Yanguas, hoy Centro de la Cultura del Rioja, en la esquina con Mercaderes, y las ruinas del Espacio Lagares. De junio a septiembre hay visitas narradas por actores. Tal concentración y grandiosidad de infraestructuras vitivinícolas habla de la importancia que daban al vino los antiguos riojanos. Tanta, que una ordenanza municipal de 1583 prohibía el paso de carruajes herrados por la Ruavieja, no porque aquellos terremotos rodantes molestasen a los vecinos, sino porque perturbaban el descanso de los vinos que reposaban en los calados.

Los que pasaban y siguen pasando en grandes grupos son los peregrinos, porque esta calle forma parte del Camino de Santiago. Cruzan el Ebro por el puente de Piedra, suben por Ruavieja y, después de hacer un alto en la fuente del Peregrino y en la iglesia de Santiago, continúan por la calle Barriocepo en busca de la puerta del Camino, que antes los devolvía al campo y ahora a la ciudad moderna.

Durante las fiestas de San Bernabé (del 9 al 12 de junio y algún día más de propina), cuando se instalan en Barriocepo los puestos del mercado renacentista y andan los caminantes con sus cayados, Logroño es puro siglo XVI, seguramente más de lo que lo era en el siglo XVI. No hace falta decir que estas calles son las más antiguas, el origen de la ciudad.

SEGUNDA PARTE: Compras en la ciudad

14.00 Caparrones y chuletillas a la brasa

En la paralela a Barriocepo se halla El Rincón del Vino, buen lugar para reponer fuerzas después de una mañana tan ajetreada. Siguiendo la tradición del establecimiento familiar en Ezcaray, este restaurante ofrece los típicos Caparrones (alubias rojas del valle del Oja) y carnes y pescados a la brasa, junto a fórmulas menos clásicas, maridadas con los vinos de Rioja. Más modernos, pero sin exagerar, son los platos de La Cocina de Ramón, un restaurante pequeño, sencillo, luminoso, con los mejores productos del mercado de San Blas. Y algo más asequible que los anteriores es el asador Enascuas, donde el comensal ve desde su mesa cómo se doran sobre las brasas las chuletillas, las hamburguesas caseras o los tacos de bacalao.

16.00 El Parlamento y la Iglesia Imperial

Para bajar la comida, damos un paseo por la calle Marqués de San Nicolás y vemos un par de lugares que nos quedan por visitar. Arriba, en el número 111, está el Parlamento de La Rioja, que anteriormente fue convento (aún conserva la portada barroca del siglo XVII) y fábrica de tabaco. Y abajo, en el número 30, la iglesia Imperial de Santa María de Palacio. Lo más antiguo de este templo se construyó entre los siglos XII y XIII. De esa época es su característica aguja octogonal, que es uno de los elementos más destacados del skyline logroñés.

18.00 De compras en Cien Tiendas

Ya va siendo hora de pensar en la despedida y en las inevitables compras. Abandonamos por unas horas el casco antiguo. Dejamos atrás el Espolón y entramos en la ciudad nueva, donde se halla la zona de las Cien Tiendas: calles Calvo Sotelo, Juan XXIII, Capitán Cortés, Doctores Castroviejo y Ciriaco Garrido. Aquí podemos encontrar de todo: moda, complementos, decoración, electrónica, ocio... Por algo Logroño es considerada una de las principales capitales comerciales de España. Una vez satisfechos por el resultado, volvemos a la zona de la calle del Laurel, en sólo diez minutos.

21.00 Cocina cien por cien casera

Podemos cenar de pinchos, otra vez, o probar un buen restaurante de la zona, como Iruña o Matute, ambos de cocina tradicional y cien por cien casera. Y luego, pasarnos por alguna de las zonas de copas cercanas a Bretón de los Herreros o a la plaza del Mercado, para comprobar si en Logroño se vive tan bien de noche como de día.

Fuente: Guía Repsol

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