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Por el Nalón hasta el Eucaliptón

El Eucaliptón de La Peñota

Asturias 'esconde' en La Peñona un ejemplar único. Se puede acceder hasta la colina que alberga este eucalipto enorme tras un sencillo paseo de dos horas para toda la familia

Jueves, 15 de Diciembre de 2016

El río Nalón se extiende por el concejo de Pravia dividiendo con su azulón las praderas salpicadas de pintorescos pueblecitos. Muros, Somao (merece visitar sus casas indianas pintadas de colores), San Esteban a lo largo de la ría y el agradable puertito de Cudillero. Aquí la montaña y el mar se unen, el paisaje culminado por la colina de La Peñona; no es la más alta de la región, pero sí de las que rodea el Nalón. Este monte de 496 metros de altura esconde uno de los ejemplares de eucalipto más espectaculares de la península: el Eucaliptón, impresionante en altura y envergadura, que nada tiene que ver con sus hermanos que con su rápido crecimiento han ido tomando terreno. Visitarlo es sencillo. Un paseo de un par de horas que nos llevará de la carretera al árbol y de ahí a lo más alto de la colina, donde aguarda la tranquila zona recreativa de La Peñona, perfecta para culminar el día con una merendola. El inicio de la ruta se encuentra en un margen de la A-8. Llegamos por esta vía hasta Muros de Nalón y en la rotonda tomamos la N-632 en dirección a Cudillero. Atentos, porque a solo 500 metros encontraremos una explanada a la izquierda y un túnel que pasa por debajo de la autopista. Es aquí donde dejaremos el coche y donde echaremos a andar.Elegimos caminar un día soleado de diciembre, de temperatura agradable, con el reloj marcando las doce de la mañana, y aún así el rocío cubre la maleza, ya que la salida de la ruta permanece siempre en la sombra, donde el frío sí aprieta. Nada más tomar tierra, tomamos la pista en dirección al túnel que pasa por debajo de la autopista y lo cruzamos. En general, el ascenso será suave, pero es aquí, al inicio, donde la pendiente es mayor. En cuestión de apenas veinte minutos (a paso tranquilo), ya se atisba la altísima copa del Eucaliptón. El imponente ejemplar asturiano alza sus enrevesadas ramas por encima del denso bosque y su descomunal tronco destaca entre el resto de ejemplares.El acceso al Eucaliptón no está señalizado (ningún punto de la ruta lo está), así hay que abrir los ojos: en cuanto pasemos un pequeño abrevadero (el día que lo visitamos, bellamente cubierto de hojas), continuamos hasta la siguiente curva -que gira en 180 grados-, pero no la tomaremos. Es ahí donde un sendero se abre paso entre los árboles; hay que fijarse bien, porque puede pasar fácilmente desapercibido.En la base del EucaliptónCon cuidado nos adentramos en el bosque a través de esta improvisada entrada. Esta es la parte más complicada de la ruta, donde conviene descender con cuidado debido al barro y las hojas caídas, que pueden provocar algún resbalón. La parte positiva es que el camino no tiene mucha pérdida: solo hay que descender hasta un pequeño arroyo, y volver a subir un trecho en dirección al Eucaliptón que, por razones obvias, no es difícil de localizar entre la maleza.En unos diez minutos, el árbol se alza ante el visitante con toda su grandeza. Y desde su base de 12 metros, impresiona mirar a lo alto en busca de esa copa que se pierde en el cielo. No son pocos los que caen en la tentación de tratar de abarcar con sus brazos una décima parte del tronco. La comparativa solo acentúa la majestuosidad del árbol.La zona es ideal para detenerse unos minutos a tomar un aperitivo. El suelo, mullido en esta época por una cama de hojas, es el espacio perfecto para sentarse e improvisar un picnic a la sombra del gran eucalipto. Tras el refrigerio, volvemos a la pista y ponemos rumbo a la zona recreativa de La Peñona. El camino es sencillo: el truco está en no salirse de la pista principal, no tomar ningún camino secundario y que la línea de costa permanezca la mayor parte del tiempo a nuestra izquierda. Este punto de referencia, la costa, presume además de bellas vistas: el Playón de Bayas con la isla de la Deva enfrente, multitud de pueblecitos, el Nalón y al fondo, el Cabo Peñas.El ascenso hasta La Peñona es un paseo relajado con una pendiente que, en su mayor parte, ni siquiera se hace notar. Ni siquiera el sol será un problema pues, a medida que tomemos altura, la densidad del bosque será mayor. Los eucaliptos, relegados a la parte más baja del monte, ceden su sitio en lo más alto a los árboles propios de la zona, como los pinos y los tejos. La frondosidad tiñe las lindes de verde oscuro salpicado por el marrón del otoño, y los rayos del sol se cuelan entre los troncos formando un efecto caleidoscópico.Se suceden pequeñas zonas embarradas, nada comparado a lo que nos habríamos encontrado cualquier otro otoño en Asturias. La escasez de lluvias ha secado caminos que, a la vista de las pequeñas lagunas que restan, estarían en su mayor parte encharcados. Los renacuajos que pueblan estos charcos lo sufren, hacinados en escasas masas de agua.Vistas y rebañosTras algo más de hora y media de camino (variará en función del ritmo), la pista de tierra muere en una carretera asfaltada. Es el camino que habremos de coger; de nuevo en ascenso, pero esta vez bastante más empinado. Aún así, no hay de qué preocuparse: en apenas un cuarto de hora estaremos ya en la cima.Antes, y especialmente si en el grupo hay niños, conviene detenerse en las praderas que encontraremos un poco más abajo. Allí descansa un pequeño rebaño de vacas y terneros que reciben a los excursionistas con curiosidad, a los que se acercan con poco miedo. Al poco de emprender la cuesta hacia La Peñona, los peques podrán disfrutar de un nuevo rebaño, esta vez de ovejas. Y mientras ellos se entretienen con los animales (cuidado con el cordón que las guarda, podría estar electrificado), los más mayores pueden disfrutar de las vistas. Asturias es la comunidad autónoma más montañosa del país, y el paisaje que ofrece este alto en el camino no deja lugar a dudas. Una decena de siluetas superpuestas entre la niebla dibujan la sierra del Aramo y el macizo de las Ubiñas y no deja un hueco para las llanuras.Tras el parón paisajístico continuamos andando unos minutos. Una valla de madera precede a la zona recreativa de La Peñona, un gran espacio verde, bien cuidado, salpicado por altos árboles, mesas redondas de vasta madera y una zona techada para resguardarse en caso de lluvia. Las vistas desde aquí ya son espectaculares, pero aún podemos llegar a lo más alto si continuamos por una cuestita que, en menos de cinco minutos, da a la cima del colina culminada por un vértice geodésico. Al final del día la niebla se ha acumulado en la Playón de Bayas y oculta en parte Cabo Peñas. Tierra adentro, se acierta a ver la muralla que bordea y delimita el castillo de San Martín. Desde lo más alto del río Nalón, estampa inigualable de lo más bajo.

 

 

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