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El bosque de Urbasa es un lugar mágico.
Bosque encantado con toque cisterciense

Bosque encantado con toque cisterciense

Las hayas se retuercen sobre rocas afiladas y simas profundas en Urbasa. Muy cerca, el Nacedero del Urederra y el Monasterio de Irantzu, una joya gótica en medio del monte

Luis López

Viernes, 27 de marzo 2015, 00:04

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El hayedo encantado de Urbasa se llama así porque eso es exactamente lo que parece. Y más si hay niebla. Ese aire misterioso no se lo dan los troncos retorcidos ni las ramas que se entrelazan en las copas. Tampoco es por el suelo esponjoso, ni por el musgo que cubre las piedras y los árboles. Lo que hace casi irreal a este lugar es que toda esa masa fantástica crece sobre una superficie violentamente kárstica. Durante millones de años las filtraciones de agua fueron erosionando las rocas, disolviéndolas, creando formas fantasmagóricas... Hay dolinas (esas depresiones que ocurren cuando el subsuelo queda hueco y la superfice se desploma), simas, ventanas talladas en pedruscos descomunales... Y sobre todo ello crece el verde: las raíces se abrazan a las rocas, los líquenes envuelven los peñascos.

Todo ello está a poco más de una hora de Bilbao y a un paso de Vitoria. Desde la capital alavesa hay que tomar la autopista A-1 hacia Pamplona y a medio camino salir por el desvío hacia la Sierra de Urbasa. Se circula por la NA-718 que concude a Estella y nada más llegar a lo alto del puerto hay un parking a la izquierda y un centro de visitantes. Las rutas están bien marcadas y lo ideal es disfrutar de un rato de monte subiendo al Bargagain. Resulta un paseo interesante porque la ruta es circular y no sólo atraviesa el hayedo magnífico sino que hay interesantes zonas de rocas y, finalmente, unas impresionantes vistas desde la cruz. Son unos siete kilómetros de paseo cómodo porque únicamente se salva un desnivel de 300 metros.

Siendo esto así, ¿por qué no exprimir un poco más el día? A menos de veinte kilómetros en dirección a Estella está Baquedano, población cuyo máximo atractivo es ser el punto de partida hacia el Nacedero del Urederra. Este enclave es uno de los parajes naturales más hermosos de Navarra por muchas razones: por sus saltos de agua que se desploman sobre pozos azul turquesa, por las corrientes que se estrellan contra piedras redondas, por los recodos quietos y cristalinos y por las cúpula vegetal que lo cubre todo. Es una sencilla caminata de tres kilómetros (y otros tres de vuelta) que resulta idílica siempre que no se coincida con grupos de domingueros gritones, algo cada vez más difícil por la celebridad merecida que ha alcanzado esta maravilla, reserva natural desde 1987.

Ensanchados los pulmones y satisfecho el estómago con el mejor de los manjares, que viene a ser algún bocadillo pringoso al abrigo del bosque, se puede terminar la jornada con un toque cisterciense. A unos 45 minutos de Baquedano, bajando a Estella y luego regresando hacia el norte por la NA-120, está el imponente Monasterio de Santa María de Irantzu. Una joya de piedra en medio de la naturaleza. Una revelación oculta en el valle de Yerri.

Se trata de una impactante abadía cisterciense construida entre los siglos XII y XIV que permaneció abandonada durante más de cien años hasta que a mediados del siglo pasado se llevó a cabo su reconstrucción. Ahora viven allí los padres teatinos y hay visitas guiadas que merecen la pena. Como siempre en este tipo de construcciones, impacta el claustro gótico, si bien la construcción también tiene elementos románicos. Es posible acceder a las viejas cocinas y a rincones donde huele a piedra y a medievo. Todo ello en medio de ninguna parte, como si este prodigio de filigranas y muros recios hubiese caído del cielo.

Es cierto: para dar todas estas vueltas en una sola jornada hace falta exprimir el día al máximo. Pero es perfectamente posible. Aunque también, si hay tiempo y presupuesto, es una buena idea pasar la noche por ahí, visitar Estella y la contornada, explorar la rica gastronomía local... En fin, eso ya es otra historia.

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