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Orilla del Cerneja.
El hayedo del valle del río Cerneja

El hayedo del valle del río Cerneja

Ideal para una excursión en familia por un bosque poco visitado de la Merindad de Montija. Árboles, pájaros, corzos,vacas salvajes y cabañas deshabitadas en el límite burgalés con el valle de Soba en Cantabria

Iñigo Muñoyerro

Viernes, 16 de septiembre 2016, 04:14

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Un torrente de montaña recorre el salvaje valle del Cerneja. Despoblado, donde el ganado es libre. Sus empinadas laderas están cubiertas por bosques. Robles y pinos en el carasol. Un inmenso hayedo impenetrable en la cara norte. Escuchamos a los pájaros y a los animales. A veces aúlla el lobo. El viento y el agua son un murmullo. Y poco más. Estamos en las 'Tierras Altas' de la Merindad de Montija, cerca de Agüera, camino del puerto de Los Tornos. En la divisoria entre las Merindades y el valle de Soba en Cantabria; a tiro de piedra de Bizkaia.

El Cerneja es un río atormentado. Torrente corto y tumultuoso que nace en el barranco que forman los montes Ventisquero del Polvo, Alto del Caballo, Picón Blanco y Cañoneros y que cuando sale al valle pierde sus aguas. A la altura de Agüera el caudal es desviado desde 1961 hacia el valle de Mena para llenar el embalse de Ordunte. La idea fue del alcalde de Bilbao Federico Moyúa Salazar para asegurar el abastecimiento de agua potable a la capital.

Entrada por Los Tornos

Buscamos sus fuentes. Hacia ellas vamos en un paseo llano y divertido, ideal para recorrerlo en familia. Aparcamiento camino de Los Tornos (derecha) junto a la carretera. 300 metros más adelante (izquierda), tras cruzar un cierre para el ganado, pisamos un cortafuegos. Por la derecha sube. Por la izquierda llega hasta la orilla del Cerneja que acusa el estiaje. Baja manso y corto de caudal. La pista paralela al río nos lleva valle arriba entre turberas y prados abandonados e invadidos de argoma. Avellanos, alisos, mimbres y cornejos forman un bosque de ribera sorprendente que sombrea la marcha. Cruza un martín pescador. Vuelan las rapaces y graznan los cuervos. El río baja entre pozas, pequeños saltos de agua y patines cubiertos de musgo. Las vacas se refugian en la arboleda.

La ladera cubierta de hayas del Ventisquero está sobre nosotros. Hay vados -pocos- para cruzar. En la grava del cauce destaca el rojo del mineral de hierro. Procede de alguna mina olvidada. Recordar que en Agüera hubo una ferrería que sólo trabajaba en invierno. Cuentan que en 1826 «fabricaban 1.000 quintales de fierro con 2 molinos harineros».

Un torrente cruza la pista. Lo vadeamos con cuidado. Al otro lado, protegido por una tapia se alarga un extenso prado. En el centro vemos una gran cabaña. Fue buena. 'Vividora'. Ahora está abandonada. También el pastizal, que comienza a ser invadido por los juncos y los brezos.

Camino de la braña del Pinión

Vacas salvajes, caballos y algún corzo. Llevamos una hora larga de marcha. El bosque se abre y nos permite contemplar el hayedo del Ventisquero. Magnífico. Las brañas del Pinióny Cañoneros aparecen coronadas de molinos de viento. También vemos cabañas y prados de siega. En este punto podemos dar la vuelta.

Los más fuertes continuan por la pista ahora en mal estado hasta las cabañas del Cabrero. Una se mantiene el tejado. Ya cuesta arriba la vegetación ralea. Pasa junto a un manantial ¿potable? En el collado hay otra cabaña pero está derrumbada. A su lado una extensa turbera engorda al Cerneja. El parque eólico del Cañoneros ocupa los altos. Sube la niebla de Soba y nos priva de visibilidad. Cuando regresamos al coche los moscadornes y los tábanos rebullen y nos pican.

De vuelta a la civilización hacemos alto en la acogedora tienda-bar Hilario de Agüera. Junto a ella hay una buena panadería de producción limitada. Cierra cuando terminan el género. Y cerca una casa rural

La pedanía es pequeña y dispersa. Está presidida por la iglesia de San Martín y San Caprasio. Conserva un tramo de calzada y un puente con basamento romano, pero más claro en el recuerdo está 'La Ruta de Carlos V por Castilla y León', que comienza precisamente en Agüera. Se sabe que el Emperador llegó el 8 de octubre de 1556 tras desembarcar en Laredo y subir por Los Tornos. De aquí marchó a Burgos.

No concluye aquí el vagabundeo por Montija. A 1,5 km escasos está San Pelayo. Allí muere la carretera. Es un barrio pequeño con buenas casas. Estuvo a punto de despoblarse, pero su ubicación al pie del monte Zalama y la belleza del terreno le han devuelto la animación. Tiene incluso una casa rural (Zalama) regentada por un británico. Fuente con lavadero y volverá a tener bolera. La anterior se derrumbó el 8 de Febrero de 2015, cuando cayó la mayor nevada desde la histórica de 1953. Cuentan que se formaron ventisqueros de hasta cuatro metros de altura.

La iglesia de San Pelayo es un edificio religoso con partes románicas. Conserva en el ábside y en la portada del lateral arquivoltas, columnas, capiteles, canecillos y un tímpano del siglo XIII.

De vuelta a casa paramos en la estación de Bercedo. La panadería Pan Casero Bercedo es un clásico. Excelente pan de leña y enormes tortos (bollo con chorizo) para llevar.

* Los horarios detallados deben ser tomados siempre como orientativos, ya que cada persona tiene su ritmo de marcha y una preparación determinada que repercuten en esa velocidad. Están calculados sobre una velocidad media y sin contar paradas. De todas formas, el objetivo de una excursión nunca debe ser cumplir con unos horarios predeterminados o establecidos por terceras personas, sino ncontrar un ritmo de marcha adecuado a cada uno y que permita disfrutar del paseo.

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