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Vista de la Laguna Larga.
Lagunas glaciares a 2.000 metros en la Sierra de Neila

Lagunas glaciares a 2.000 metros en la Sierra de Neila

El Parque Natural es uno de los espacios protegidos más bellos y desconocidos de Burgos. Un extenso bosque de pinos y hayas rodea los lagos oscuros y gélidos y protege a una población de lobos, ciervos y corzos

Iñigo Muñoyerro

Jueves, 2 de junio 2016, 16:06

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El Parque Natural de las Lagunas Glaciares de Neila es uno de los más bellos y desconocidos espacios naturales de Burgos. Un conjunto de lagos oscuros, de aguas gélidas, rodeados de cimas nevadas gran parte del año, que superan los 2000 metros en la cima del Campiña, entre las sierras de La Demanda y Urbión.

Es un impresionante espacio natural formado por la erosión causada por las grandes masas heladas que cubrían el Sistema Ibérico durante la glaciación Würm, hace 10.000 años. Su huella son los circos glaciares que agrupan a las lagunas protegidas por grandes morrenas.

El más espectacular y más perfecto está ocupado por las lagunas más extensas: la Negra y la Laguna Larga. De sus desagües cae una cascada que en invierno se congela y forma un chorro de hielo espectacular. Hay más lagos. Algunos de reciente formación y otros antiguos y colmatados por los derrubios. Son la laguna de Las Pardillas y el nicho del Contadero. La Laguna de los Patos bajo la ladera del Campiña, junto a la que está el refugio, y la laguna Brava.

El excursionista no verá sólo hielo y agua. El parque está cubierto por extenso bosque de montaña donde predominan el pino albar y el haya. Entremezclado con robles, acebos, guindos, avellanos y enebros entre otras especies. Es el paraíso del lobo, el rey de la escala trófica; el ciervo y el corzo. También hay jabalíes, ardillas, zorros y lirones. Sonoras ranas rojas de montaña, salamandras, sapos y tritones. Alguna serpiente. Y muchas aves. Desde el águila real a los buitres y los oportunistas cuervos y grajos. Pájaros carpinteros y multitud de avecillas.

El acceso es sencillo. Se accede por la carretera de alta montaña que desde Neila o Quintanar de la Sierra llega hasta el puerto del Collado (1.404 m). Allí una pista asfaltada de cuatro km, pendiente pero en buen estado lleva hasta los aparcamientos más elevados, a 1900 m sobre el nivel del mar. Luego todo es cuestión de medir fuerzas y echarse a caminar. Con meteorología adecuada ninguno de los recorridos es peligroso. Incluso se puede subir hasta la cima del Campiña (2049 m) y disfrutar de un panorama irrepetible.

Un paseo muy popular es el que lleva desde el aparcamiento de Peña Aguda por una pista de tierra, llana y sin desnivel hasta el circo de las lagunas Larga y Negra, bajos los cantiles del Campiña. También se puede disfrutar del aroma de los pinos; del vuelo de libélulas y mariposas; sorprender a un corzo; arrimarse al borde del agua o escuchar el ensordecedor croar de las ranas. Menos de cinco kilómetros que se hacen en dos horas (ida y vuelta) a paso tranquilo.

La capital de la comarca de Alta Sierra de Pinares es Neila. Un núcleo serrano que conserva la arquitectura tradicional de la montaña burgalesa. Está a 1163 m de altitud, en una solana rodeada de picos y bosques con el nacimiento del río Najerilla en el centro. Es un pueblo muy antiguo donde vivieron los celtas pelendones. Los romanos pasaron 100 años A.C. y dejaron dos puentes. Los visigodos lo ocuparon hasta el año 700  y construyeron un templo cuyos restos están bajo la iglesia de Santa María. En el año 866 fue repoblada por gentes del norte: vascos y cántabros.

La visita a la villa incluye las iglesias de Santa María Iglesia y de San Miguel. El puente romano. La picota donde se colgaba y exhibía a los malhechores. Las bellas casas solariegas con sus chimeneas serranas y sus escudos empotrados en la fachada. La cueva de Neila, donde nace el río Najerilla. El sobrio frontón descubierto y la Casa del Parque ubicada en la iglesia de San Miguel, del siglo XI, con pinturas en su ábside y la inscripción más antigua del románico burgalés (1125 D.C) en la pared.

En el pasado la actividad de esta villa realenga fue frenética. La Cañada Real era el camino por donde venían las ovejas merinas trashumantes y salía la lana. Este modo de vida desapareció a mediados del siglo XX. Ahora es una villa que depende de la ganadería y el turismo. Para pasear, pescar, buscar setas, caminar por sendero y subir cimas. Para disfrutar de una naturaleza salvaje en el punto donde se unen La Rioja, Burgos y Soria.

Como curiosidad añadir que en el año 1835, en plena guerra carlista, merodeó por la zona la partida de Juan Martín de Balmaseda. Este coronel burgalés de caballería (Fuentecén 1798) se unió a la partida del Cura Merino y luego apoyó la causa de don Carlos. El final de la guerra en 1839 con el Abrazo de Vergara no le satisfizo. En agosto de 1839 incendió Roa y después se exilió en Francia. De allí se trasladó a Rusia donde trabajó para el Zar. Falleció en San Petersburgo (1846).

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