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Casas con los típicos tejados de pizarra de Peñalba de Santiago.
De ruta para escapar al ruido, en el Valle del Silencio

De ruta para escapar al ruido, en el Valle del Silencio

En el corazón de El Bierzo, a los pies de los montes Aquilanos y orilla del río Oza, este valle ofrece al visitante rutas de senderismo en plena naturaleza, entre las que se esconde Peñalba, una pequeña localidad de obligada visita

Marta Madruga

Viernes, 2 de octubre 2015, 16:02

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El paisaje castellano nos tiene acostumbrados a vastos terrenos llanos en sutiles dorados, donde el horizonte traza una línea recta -tanto que bien podría ser resultado de la escuadra y el cartabón- que contrasta con el azul impoluto de un cielo casi siempre despejado. Pero en el valle del silencio, las rectas se vuelven escarpadas y el serpenteo del río Oza riega esta zona de la comarca de El Bierzo en la que crece abundante la vegetación, al oeste leonés. Pese a su nombre, en el valle del silencio se escucha el sonido de la naturaleza en plenitud, y se trazan rutas tranquilas para los amantes del senderismo.

En la cara norte de los Montes Aquilanos encontramos la localidad de Peñalba de Santiago, un pequeño pueblo de casas serranas con tejados en pizarra y el encanto intacto de sus primeros pobladores. En muchas guías es considerado uno de los pueblos más bonitos de España, y no sin razón, pues ha sido declarado Bien de Interés Cultural en 2008 y Conjunto Histórico Artístico en 1976.

Quienes conocen El Bierzo aciertan a identificar sin esfuerzo la mina romana de Las Médulas, la reserva de la biosfera en Los Anclares, su rica gastronomía o su vino con denominación propia. Sin embargo esta joya escondida, a escasos 20 kilómetros de Ponferrada, es para muchos desconocida, oculta en un valle repleto de robles y cascadas naturales, salpicado de pequeños pueblos entre los que destaca Peñalba de Santiago, por su belleza oriunda que reluce, incluso, cuando la nieve cubre el suelo y sus típicos tejados.

Huella mozárabe

El pueblo, en pie sobre una peña, concede un espectáculo para el visitante en un pequeño mirador a la entrada de Peñalba. Su casco antiguo lo dibujan empinadas calles empedradas sobre las que se elevan casas de piedra con balcones de madera y tejados de pizarra, típicas de la arquitectura rural leonesa. Apenas cuenta con un censo de 20 habitantes y aún así dispondremos de bar, restaurante y cuatro casas rurales en las que hospedarnos.

Sin duda, es una iglesia mozárabe del siglo X la que acapara las miradas y la curiosidad de cada turista. Se trata del único resto de un monasterio fundado por San Genandio, de quien se dice llegó hasta este valle buscando paz y se convirtió en asceta tras renunciar al obispado de Astorga. Nos adentramos en una sola nave con dos capillas, a las que se accede a través de dos arcos de herradura. En su interior, imágenes de San Genadio, así como de Santiago, San Andrés y San Miguel nos dan la bienvenida, todos ellos monjes que se retiraron a meditar a este remanso intacto. Visitantes y autóctonos acostumbraban a escribir ruegos y pedir milagros en un libro de visita que descansa sobre un pequeño altar, pero sus hojas debieron de llenarse rápido, porque ahora cientos de papeles se esconden en cada ranura de las piedras, cargados de deseos y oraciones.

A poco más de media hora a pie, por un camino fácil y tranquilo, accedemos a la cueva de San Genadio, lugar donde el santo se retiró como anacoreta. Según la leyenda, cerca de la cueva pasaba un río caudaloso, y el estruendo de la fuerza del agua no dejaba meditar al santo, hasta que un día, enfadado, Genandio exclamó "¡silencio!", tras lo cual el caudal enmmudeció. Se dice que esta fábula local da nombre al valle. Lo cierto es que este paseo repleto de encanto, quizás por lo seductor de su leyenda, es para muchos aún mejor que la propia visita a la cueva.

Además, podemos completar la visita acercándonos hasta el cercano pueblo de Compludo, donde encontramos la iglesia de Santos Justo y Pastor, y una herrería perfectamente conservada.

Cocido berciano y botillo

La oferta gastronómica y enológica de El Bierzo merece quizás, un capítulo aparte. Es pecado visitar esta zona leonesa sin probar sus pimientos asados, su chorizo ahumado y su cecina, las castañas asadas o la Pera Conferencia, todos ellos productos con selllo de calidad. Además, en su lista, destacan los cocidos bercianos -u olla berciana-, un puchero a base de verduras y carne de cerdo, especialmente indicado para días de frío o para dar un capricho al cuerpo tras largas caminatas por la zona. Pero sin duda, si hay una vianda particular de esta tierra es el 'botillo', un embutido a base de carne porcina, ahumada y semicurada, muy utilizado en los guisos autóctonos. Platos sabrosos y contundentes, perfectos para regar con un vino de la tierra. Una veintena de productores locales conforman la D. O. del Bierzo, cultivando un caldo tinto de cuerpo y sabor intensos.

Una visita perfecta para quienes buscan alejarse de la rutina y escapar del ruido, pero también para quienes ya conocen El Bierzo, porque pueden perderse en una excursión bien diferente.

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