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Casas del Valle de Manzanedo.
Los rincones secretos del Valle de Manzanedo

Los rincones secretos del Valle de Manzanedo

Es uno de los lugares de mayor belleza de las Merindades con monumentos como el monasterio cisterciense arruinado de Rioseco, el eremitorio rupestre de San Pedro de Argés y la ermita de San Martín del Rojo

Iñigo Muñoyerro

Viernes, 22 de mayo 2015, 16:30

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Las Merindades de Burgos están salpicadas de rincones secretos y sorprendentes. Atractivos incluso para el viajero más avezado. Uno de estos parajes es el valle de Manzanedo, próximo a Villarcayo y con un entorno natural que ha llegado intacto hasta nuestros días.

El río Ebro articula el valle. Llega remansando después de atravesar el desfiladero de los Tornos. Se abre verde y boscoso al visitante. Los núcleos más grandes entre ellos Manzanedo, la capital, se asientan en la vega. La ladera orientada al sur tiene vegetación mediterránea. Encinas y robles entre enebros, sabinas, aulagas y endrinos cubren el monte.

¿Y los manzanos? Dieron su nombre al valle, pero su cultivo decayó con la ola migratoria que en los años 50 vació las Merindades. Los frutales quedaron abandonados y yermos. Se perdieron. En los últimos años nuevos emprendedores han reiniciado la producción de manzanas.

El valle es amplio, lleno de recovecos. Merece la pena recorrerlo por partes, para caminar e investigar. Entramos por el cruce de Incinillas, en la CL-629 entre Villarcayo y Burgos. La carretera llanea por la vega del Ebro que corre por el centro. Las laderas de los altos de La Mazorra, boscosas e inaccesibles, cierran el horizonte por la izquierda.

Monasterio de Rioseco

Monasterio de Rioseco en una ladera sobre el río Ebro, a 8 km de Villarcayo. Es una de las ruinas más bellas de las Merindades.

Santa María de Rioseco fue el cenobio cisterciense más importante de Castilla. Aparece por primera vez en el año 1171 en un acta de donación que los hijos de Martino Martini de Uizozes hacen al Císter de Quintanajuar.

Era un conjunto imponente. Al templo del siglo XIII se añadía un equilibrado claustro herreriano edificado sobre el primitivo románico. De aquello queda el recuerdo. Su decadencia viene de antiguo. Durante la invasión francesa de 1808 las tropas expulsaron a los monjes. Volvieron en 1814. Durante el Trienio Liberal (1820) echaron a los monjes y subastaron el convento. Quedó como almacén, parroquia y cementerio. A finales del siglo XIX su dueña (María de Arquiaga) lo cedió a la Archidiócesis de Burgos.

Tuvo guarda hasta los años 60 del pasado siglo. Luego quedó abandonado. Vinieron el saqueo y la degradación. Muros y techos se derrumbaron. La puerta principal estaba bajo la llamada Torre del Abad. Tras el expolio de la portada renacentista las paredes se vinieron abajo y hoy ese acceso está inutilizado. La vegetación invadió el convento y literalmente se lo comió.

En el año 2010 era una selva que unos pocos curiosos recorrían con prevención. El interior del templo se inundaba en invierno. Los huesos de las tumbas saqueadas crujían al bajar a la cripta. Hacían fuego en la sacristía. Aquella situación ha revertido. Un grupo de voluntarios encabezados por Juan Miguel Gutiérrez párroco de Manzanedo se propusieron salvarlo. Cortaron 300 árboles e iniciaron la reconstrucción que continua hasta nuestros días. Rioseco ha resurgido de sus cenizas y visitarlo es una experiencia inolvidable.

El eremitorio de Argés

Al igual que en Valdegovía, en Manzanedo también se conservan eremitorios excavados en la roca. En Crespos y Manzanedo están las tumbas de los Moros (siglos VII y IX). El eremitorio de San Pedro de Argés es singular por su belleza y destaca sobre el resto.

Se sitúa a orillas del Ebro, en el cruce de Argés a 4 km de Rioseco, en la carretera que va de Incinillas a Manzanedo. Hay un letrero y un pequeño aparcamiento que también utilizan los pescadores. Se sube por un pequeño sendero que arranca desde la misma calzada. Es un mirador privilegiado a 30 metros de altura sobre el río. Los eremitas del siglo VIII aprovecharon esta ladera orientada al sur para excavar en la roca arenisca un templo con bóveda de cañón y ábside de herradura. El culto continuó hasta el siglo XII y luego pasó al cercano monasterio de Rioseco.

San Pedro fue abandonado. A pesar de los derrumbes se conserva en buen estado. De fácil acceso es ideal para ver la puesta del sol. Estos primitivos cristianos es posible que huyeran del mundo y de sus vanidades siguiendo el ejemplo de los padres de la Tebaida. Quizá fueron perseguidos.

Argés está tres kilómetros más arriba. Es un pueblo tranquilo, con una buena fuente y el templo románico de Santa Eulalia de Mérida (¿mozárabes en Manzanedo?) en un extremo de la plaza.

Los músicos de San Martín

La ermita de la Asunción de Nuestra Señora de San Martín del Rojo es única por los músicos tallados en sus capiteles. La carretera sale del cruce de Rioseco y sube por una vaguada boscosa camino de San Martín. El parque eólico de El Canto cierra el horizonte.

San Martín es un pueblo abandonado y arruinado. Tiene una pedanía llamada Quintana también derruida que se vació en los años 50. Tuvo seis vecinos. El último morador de San Martín fue un pastor que falleció hace varios años. En la actualidad conserva una casa abierta. Mucho espacio para aparcar, pero no hay fuente.

A unos metros sobre el caserío se eleva el templo de la Asunción. Es un edificio románico bien conservado (siglo XII) de planta basilical y buena sillería al que se accede por una escalinata. No siempre estuvo así. Se salvó de la ruina gracias a la intervención del cura Gutiérrez y su cuadrilla de voluntarios, con el apoyo de la Fundación Santa María la Real (2012).

Lo destacable del templo son las figuras talladas en el pórtico y en los capiteles exteriores. El interior está cerrado al público. Algún experto asegura que fueron realizados por una mano poco habilidosa. No importa. Como tampoco que algunos procedan de Fuente Humorera.

La temática que aparece en ellos es diversa. Está la juglaresca con tres músicos tocando instrumentos. Uno un rabel o viola y el otro una flauta. Junto a él hay una danzarina con los brazos en jarras. El tercero hace sonar un olifante (cuerno).

También hay animales. Pavos reales que lucen aparatosos penachos. Cuadrúpedos de largas patas que se muerden. Seres maléficos. Un demonio desnudo de cabellos llameantes agarrado a la cadena del grillete de su cuello y un ángel con cuernos de carnero.

En la arquivolta vemos una hilera de figurillas (¿moros?) unidas por una cadena al cuello en la arquivolta. Y un caminante con cayado que porta un zurrón en bandolera. Un escriba,

Una ermita maravillosa que junto a la belleza del paisaje y el morbo que siempre ofrece un pueblo abandonado hacen de San Martín un paraje incomparable. De visita obligatoria.

De vuelta a Rioseco y a la civilización pasamos junto al portón de cortijo andaluz que cierra el camino a Fuente Humorera. En la Edad Media aparece como Fuent Morera, Fuent Murera, Fuente Murera  y Funurera. Era conocido por la bondad de sus aguas. Abandonado y arruinado fue comprado por un particular que ha vallado los encinares y las fincas y cerrado los caminos públicos.

De nuevo en la carretera visitaremos Manzanedo, capital del valle. Un pueblo pequeño con buenas casas que aparece citado en el siglo XIII.

La iglesia de la Asunción de Nuestra Señora está en lo alto. Románico del siglo XII reformado. Conserva de la época ábside, espadaña, portada y muro sur. Destacable morera frente a la entrada.

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