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Ermita de San lorenzo al fondo.
Paseo hasta la ermita de San Lorenzo en Valderejo

Paseo hasta la ermita de San Lorenzo en Valderejo

En las alturas de la sierra de Anderejo, el patrono del valle vela desde su humilde morada por el bienestar de Valderejo

Fernando J. Pérez

Jueves, 8 de diciembre 2016, 15:27

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San Lorenzo vela por el bienestar de los habitantes del valle animales, vegetales o minerales desde las alturas de la sierra de Anderejo. La ermita en la que se le venera es perfectamente visible desde el valle y se convierte en un perenne punto de referencia para todo aquel que lo visita o mora en él, igual que el menhir de El Gustal, en el Recuenco. Resulta simbólico que los dos vértices visuales del Parque creados por el hombre busquen el mismo objetivo -ser un punto de referencia- desde perspectivas tan distintas, incluso opuestas: una religiosa y otra pagana, aunque siempre con la trascendentalidad del ser humano como objetivo.

Cuenta la leyenda que los habitantes de Valderejo se empeñaron en construir el templo en honor de su patrón en el valle, pero no agradaba el lugar al santo, que por la noche destruía lo que los lugareños de día levantaban. Hasta que por fin optaron por su actual ubicación, dominando el valle. Pero el abandono también hizo mella en el eremitorio, que permaneció en ruina durante años, hasta su restauración en 1994, respetando el estilo original que mostraban antiguas imágenes de los valderejinos.

El acceso más cómodo a la ermita parte de Villamardones, el que fuera populoso barrio de Valderejo hasta bien entrado el siglo XX. Hoy despoblado y ruinoso, tuvo antaño una gran tradición monástica y religiosa, hasta el punto de acoger dos monasterios Santiago de Mardones y Santa María, hoy desaparecido y la iglesia de la Virgen María, de la que ya sólo quedan las paredes. A petición de los monjes de Nuestra Señora de Angosto, su espadaña fue trasladada, piedra a piedra, hasta el monasterio. Los orígenes de Villamardones se remontan a la época medieval, cuando se llamaba Villa de Mardonio, en referencia, probablemente, a su primer poblador. Pero todo eso es ya historia. La dura vida rural y el aislamiento fueron haciendo mella en sus habitantes y a finales de la década de los sesenta acabó por despoblarse. El tiempo hizo el resto hasta convertirlo en el fantasmagórico despoblado que es hoy.

La ruta permite descubrir otro singular paraje: El Cubo. Se trata de una pequeña poza cerca de Villamardones que en los veranos más calurosos casi se seca y que los animales utilizan para refrescarse y beber. Su estratégica ubicación, frente a los farallones de Vallegrull, lugar de cobijo para la riquísima fauna voladora de Valderejo, especialmente de la colonia de buitres leonados, ha permitido albergar en sus proximidades un pequeño pero interesante observatorio de aves. Así que en esta excursión no hay que olvidarse de los prismáticos. Eso sí, respetando en todo momento las prohibiciones y limitaciones indicadas por el Parque para lo perturbar las épocas de cría de las aves.

Antes de que se declarase el valle como Parque Natural, hasta Villamardones se podía llegar en coche, y el mojón kilométrico que hay a su entrada así lo atestigua. Ahora ya no, así que deberemos comenzar a caminar en Lalastra. En apenas un cuarto de hora de agradable caminata, en la que pasamos por delante del Centro de Interpretación, el molino y cruzamos el Purón, llegamos a las primeras ruinas de la aldea, ocupada ahora por la vegetación y los árboles.

Detrás de su iglesia parte la bonita senda que, primero entre hayas, más tarde entre pinos y por último ya en terreno abierto, remonta hasta la ermita de San Lorenzo. El pequeño y remodelado templo muestra su historia a través de varios paneles y ofrece abrigo al excursionista en caso de mal tiempo, aunque la zona interior del templo, la que guarda la imagen del santo y el altar, está guardada bajo llave.

Continuamos la excursión siguiendo la pista que, hacia la izquierda, bordea los cortados de Anderejo, aunque en este tramo se separa un poco de los farallones. Acompañados por monte bajo y esporádicos pinos, llegamos primero al cruce con la Senda de Vallegrull y, poco después, al desvío que desciende hasta Ribera (0h.55). También aquí debemos obviar esta opción para seguir rectos y descender entre peñas por un sinuoso sendero hasta la charca. Niños y adultos pueden entretenerse en buscar las huellas de toda la fauna local en el barrizal que rodea el agua.

A apenas cien metros, justo detrás del pinar que tenemos enfrente, se encuentra el observatorio de aves. Armados de paciencia y unos prismáticos, podremos ver varias de las especies que figuran en los murales de la caseta, sobre todo buitres. De vuelta a la poza, iniciamos el descenso a Villamardones por la loma que hay a su derecha. La pendiente es pronunciada, así que con cuidado de no resbalar llegamos en seguida al despoblado y desde allí, por el camino ya conocido, a Lalastra.

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