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Los asistentes a la visita ríen con el humor inteligente de Samaniego.
Erotismo fabuloso en Laguardia

Erotismo fabuloso en Laguardia

Las visitas teatralizadas ayudan a sumergirse en la historia y las leyendas de las bodegas

iratxe lópez

Jueves, 23 de marzo 2017, 16:38

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Al principio todo parece normal, una visita guiada inofensiva, de ésas en las que uno sigue al cicerone y escucha. Escucha y aprende. Aprende y regresa a casa sabiendo un poco más sobre el vino. Al principio, el tiempo fluye lineal a través de las narraciones sobre la historia de la bodega, antes de avanzar las ideas acerca del proceso de elaboración del vino, durante ese lapsus temporal en el que cada uno asoma el morro en dirección a todo lo que le señalan con tal de no perder los entresijos de la trama. Entonces se suman datos sobre la localidad. Se multiplican explicaciones de su carácter medieval y el patrimonio cultural. Se incita a contemplar a la salida, si no se ha hecho aún, los viñedos que la rodean convirtiendo el paisaje en un lugar idílico que domina desde la atalaya el valle de Rioja Alavesa y la Sierra de Cantabria.

Ahí es cuando alguien adelanta que el cohesionado y macizo subsuelo que te sujeta es en realidad un laberinto de pasadizos huecos que una vez estuvieron unidos, de bodegas centenarias, más de 300, en las que duerme el caldo a la espera de rozar labios deseosos de calmar la sed. Para entonces no es de extrañar que ningún pelo se erice al saber que la bodega protagonista del día se encuentra soterrada a siete metros de profundidad bajo un palacio del siglo XVIII. Que su nombre y vinos nacieron como homenaje a uno de los moradores más famosos de la casa, el fabulista Félix María Serafín Sánchez de Samaniego, cuyas historias resuenan aún como ecos entre los confines de su antigua mansión.

Hora de bajar. En la parte inferior de la bodega aguarda la verdadera sorpresa. No es que aparezca el espectro del narrador, es que él mismo se manifiesta en carne y hueso precedido por un candil, con sus ropajes bien planchados y verbo e ingenio prestos a hacer trabajar la lengua. Es simpático, incluso descarado. Pícaro como sus historias.

Participa a todos de sus chistes y les hace contestar a curiosidades. Las risas de los visitantes resuenan en la estancia igual que las palabras del autor pensadas para enseñar a los niños lecciones que todos hemos de aprender. "Una zorra cazando, / de corral en corral iba saltando. / A favor de la noche en una aldea / oyó al gallo cantar. / ¡Maldito sea!".

Las fábulas fluyen libres, invaden el ambiente de esta gruta medieval de tres calados. Libres y picantes pues él mismo decidirá elegir algunos de sus textos menos conocidos, cuentos eróticos que comparte mientras gesticula con brazos y manos, buscando con maliciosa mirada la complicidad en los ojos del público que, entre el cuento y la degustación de vino, chispean ya alegres, henchidos de alcohol y regocijo.

Mientras, el maestro recita con una media luna dibujada en la boca: "Ésta es la capital de Siempre-Meta, / país de afloja y aprieta, / donde de balde goza y se mantiene / todo el que a sus costumbres se conviene".

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